Laura Bicker
Generaciones de prisioneros de guerra surcoreanos están siendo utilizados como mano de obra esclava en las minas de carbón de Corea del Norte para generar dinero para el régimen y su programa de armas, según un informe publicado por una organización de derechos humanos. La BBC investigó más de cerca estas acusaciones.
«Cuando veo esclavos encadenados y arrastrados en la televisión, me veo a mí mismo», me dijo Choi Ki-sun.
Él fue uno de los aproximadamente 50.000 prisioneros capturados por Corea del Norte al final de la Guerra de Corea en 1953.
«Cuando nos llevaron a los campos de trabajo, nos apuntaban con pistolas, alineados con guardias armados alrededor. ¿Qué más podía ser esto si no trabajo esclavo?», se preguntó el hombre.
Choi (que no es su nombre real) dijo que continuó trabajando en una mina en la provincia de Hamgyeong del Norte junto a otros 670 prisioneros de guerra (PDG) hasta su fuga, 40 años después.
No es fácil contar historias de lo que sucede en las minas. Los que sobreviven, como Choi, hablan de explosiones fatales y ejecuciones masivas. Revelan cómo sobrevivían con raciones mínimas de comida mientras se les incentivaba a casarse y a tener hijos que, como los de Choi, no tendrían más remedio que seguir el camino de sus padres en las minas.
«Generaciones de personas nacen, viven y mueren en las zonas mineras,y experimentan el peor tipo de persecución y discriminación a lo largo de su vida», explica Joanna Hosaniak, una de las autoras de un nuevo informe de la organización Alianza Ciudadana para los Derechos humanos en Corea del Norte (NKHR, por sus siglas en inglés).
El informe describe el funcionamiento interno de las minas de carbón del Estado y alega que las bandas criminales, incluida la Yakuza japonesa, ayudaron al gobierno norcoreano a sacar de contrabando productos del país ganando sumas de dinero incalculables (un informe estima la cifra en cientos de millones de dólares) que se cree que se utilizan para financiar el programa de armas secreto del gobierno.
El estudio se basa en los testimonios de 15 personas que conocen de primera mano las minas de carbón de Corea del Norte.
La BBC entrevistó a uno de ellos y escuchó de forma independiente a otros cuatro que afirman haber sufrido y escapado de las minas de carbón de Corea del Norte.
Todos ellos menos uno pidieron que protegiéramos sus identidades para mantener a salvo a las familias que quedaban en Corea del Norte.
Pyongyang niega sistemáticamente las acusaciones de abusos contra los derechos humanos y rechaza hacer comentarios sobre ellas.
Insiste en que todos los prisioneros de guerra fueron devueltos de acuerdo con los términos del armisticio y un funcionario del gobierno aseguró hace un tiempo que los que se quedaron lo hicieron porque deseaban «permanecer en el seno de la república».
Pero Choi dijo que esto no es cierto. Relató que vivía dentro de un campamento vallado y custodiado por tropas armadas.
Al principio le dijeron que si trabajaba lo suficiente le permitirían irse a casa. Pero con el tiempo toda esperanza de regresar a Cora del Sur se desvaneció.
Trabajadores de tan solo 7 años
El sistema actual de trabajo forzoso en las minas de carbón de Corea del Norte parece haber comenzado después de la Guerra de Corea.
El informe de la NKHR lo describió como «esclavitud heredada».
Los surcoreanos fueron llevados a importantes minas de carbón, magnesita, zinc y plomo, principalmente en las provincias de Hamgyeong del Norte y del Sur, según la investigación del grupo de derechos humanos.
Pero no todo el que termina en las minas es prisionero de guerra.
Los guardias le dijeron a Kim Hye-sook que su abuelo se fue al sur durante la guerra y que por eso la enviaron a trabajar en la mina de carbón con su familia cuando era adolescente.
Su destino lo determinó su songbun, la clase a la que uno pertenece según cuán leal haya sido su familia al régimen y cuántos de sus miembros sean del Partido de los Trabajadores de Corea.
Las conexiones con Corea del Sur colocan automáticamente a una persona en la clase más baja.
Kim tenía solo 16 años cuando comenzó a trabajar en la mina.
El informe de la NKHR contiene relatos de sobrevivientes que dijeron que comenzaron a trabajar a tiempo parcial en la mina desde los 7 años.
«Cuando me enviaron por primera vez, había 23 personas en mi unidad», recordó Kim.
«Pero las minas solían colapsar y los cables que tiraban del carro de la mina se rompían y provocaban la muerte de las personas que estaban detrás», describió.
«La gente moría a causa de las explosiones mientras se cavaban las minas. Hay diferentes capas en las minas y a veces una capa de agua estallaba y la gente se podía ahogar. Así que al final sólo 7 de las 23 personas quedamos con vida», relató.
«La muerte es un buen final»
Pero el songbun no solo determina el destino en las minas, sino que también puede decidir si vives o mueres, según un exfuncionario del Ministerio de Seguridad del Estado (MSS) citado en la investigación de la NKHR.
«Se suele dejar vivir a la gente de clase leal y se asesina a la gente de una clase baja», aseguró.
Y explicó que las ejecuciones, principalmente de «espías surcoreanos», se realizaban de acuerdo a las «leyes de Corea del Norte».
«Necesitas el análisis de datos para demostrar que es justificable matar a esta persona. Incluso si cometieron el mismo crimen, si tu clase es buena te dejarán vivir. No te envían al campo de prisioneros políticos. Irás a una prisión ordinaria o un campo de trabajo correccional», detalló.
«No se los mata porque la muerte es un buen final. No puedes morir, tienes que trabajar hasta morir», resumió
El entrevistado describió la existencia de una «galería de tiro» en la parte trasera de la sala de interrogatorios del MSS donde murieron algunos prisioneros.
Aseguró que algunos fueron ejecutados públicamente, mientras que otros fueron asesinados en silencio.
La BBC no pudo corroborar de forma independiente este relato. Pero una señora de apellido Lee recuerda el momento en que su padre y su hermano fueron ejecutados.
«Los ataron a estacas, llamándolos traidores de la nación, espías y reaccionarios», le explicó Lee al servicio coreano de la BBC en una entrevista.
Su padre era un exprisionero de guerra de Corea del Sur y eso significó que ella también se vio obligada a trabajar en las minas.
El padre de Lee había elogiado su ciudad natal de Corea del Sur, Pohang, y su hermano habían repetido esa afirmación a sus compañeros de trabajo. Lee dijo que por eso, un escuadrón de tres verdugos los mataron a tiros a ambos.
«Siempre teníamos hambre»
Los funcionarios norcoreanos les dieron la ciudadanía a algunos de los mineros en 1956.
Para la mayoría, ese fue el momento en que supieron que no iban a regresar a casa.
A todos nuestros entrevistados se les permitió e incluso se les animó a casarse y tener hijos. Pero Kim cree que esto también tenía un propósito.
«Nos decían que tuviéramos muchos hijos. Necesitaban mantener las minas porque la gente moría todos los días. Hay accidentes todos los días. Así que nos decían que tuviéramos muchos hijos. Pero no había suficiente comida ni pañales, etc., así que incluso si dabas a luz a un niño, era difícil criarlo con éxito», describió.
Kim fue liberada del campo de prisioneros en 2001 como parte de una amnistía en todo el país y finalmente escapó de Corea del Norte cruzando un río cerca de la frontera con China.
Decidió crear ilustraciones de sus 28 años en la mina, asegurando que la ayudaron a lidiar con algunas de sus pesadillas y a mostrar por lo que había pasado.
El hambre era un problema constante para todos nuestros entrevistados y está documentado en el informe la NKHR.
«No pasábamos un día sin estar hambrientos. Siempre teníamos hambre. Teníamos una comida al día, no sabíamos que otras personas comían tres veces al día. Nos daban arroz de grano largo, que sigue hinchándose empapado en agua», explicó Kim.
Un exprisionero de guerra describe que incluso si estaban enfermos, tenían que ir a trabajar. «Si se perdía un día laboral, entonces podían retirarte el vale de comida», aseguró.
A los mineros se les daban cuotas para cumplir, estimadas en alrededor de tres toneladas de antracita (una forma de carbón duro) por día, según el informe de la NKHR.
No cumplirlo podría significar que no había vale de comida, lo que significaba pasar hambre.
La «esclavitud» como financiación de armas
El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas prohibió las exportaciones de carbón de Corea del Norte en un intento por cortar la financiación de sus programas nucleares y de misiles balísticos.
Pero dos años después, un informe de observadores de sanciones independientes señaló que Pyongyang había ganado cientos de millones de dólares «a través de exportaciones marítimas ilícitas de productos básicos, en particular carbón y arena».
En diciembre, Estados Unidos dijo que Corea del Norte seguía «eludiendo la prohibición de la ONU sobre la exportación de carbón, un generador de ingresos clave que ayuda a financiar sus programas de armas de destrucción masiva».
El informe de la NKHR también afirma que las minas continúan expandiéndose.
La directora adjunta de la organización Joanna Hosaniak pidió a la ONU que investigue a fondo la esclavitud y el trabajo forzoso en Corea del Norte, incluyendo «el alcance total de la extracción y exportación ilegal de carbón y otros productos, y la cadena de suministro internacional vinculada a estas exportaciones».
«Esto también debería hacerse cumplir mediante un sistema de advertencia claro para las empresas y los consumidores», aseguró.
En Corea del Sur, el gobierno se ha centrado en los acuerdos con Pyongyang e incluso ha discutido la posibilidad de una economía de paz con el norte.
Seúl afirmó que adoptar un enfoque más agresivo sobre los derechos humanos haría que Corea del Norte se alejara de la mesa de negociaciones y también podría conducir a un aumento de las hostilidades.
Pero un informe de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos en Seúl dijo que era hora de «integrar los derechos humanos en las conversaciones de paz y de desnuclearización«, que también deberían incluir aportaciones de los desertores norcoreanos.
Muchos siguen sufriendo
Para dos exprisioneros de guerra que se vieron obligados a trabajar en las minas, hay algo de esperanza.
Obtuvieron una victoria legal histórica después de que el Tribunal de Distrito Central de Seúl ordenó a Corea del Norte y a su líder, Kim Jong-un a pagarles US$17.600 en daños por retenerlos contra su voluntad y obligarlos a trabajar en las minas.
Esta fue la primera vez que un tribunal de Coreal del Sur reconoció el sufrimiento de los prisioneros de guerra detenidos en Corea del Norte.
Choi fue uno de ellos.
«No estoy seguro de vaya a ver el dinero antes de morir, pero ganar es más importante que el dinero«, me dijo en su apartamento en el sur de Seúl.
Pero no deja de hablar de los que siguen trabajando en las minas mientras me sirve un plato con fruta que en el pasado hubiera sido un lujo impensable para él.
Me dice que está tratando de enviar dinero a su familia en Corea del Norte.
«Pienso en lo mucho que deben estar sufriendo mientras ahora yo soy feliz».
Ilustraciones de Kim Hye-sook.
Fuente: BBC Mundo