Livia Veloz a los 40 años (Archivos de Ylonka Nacidit Perdomo).

Revalorizar a una escritora olvidada: Livia Veloz

Por Miguel Collado
Presidente de CEDIBIL

Poeta y narradora laureada, educadora de grandes méritos y ferviente defensora de los derechos de la mujer dominicana, pero injustamente olvidada: Livia Veloz. Descollante fue su labor literaria durante los años 20, 30 y 40, apareciendo su nombre unido a los de Salomé Ureña de Henríquez, Josefa Antonia Perdomo, Altagracia Saviñón, Martha María Lamarche, Delia Weber y Carmen Natalia Martínez Bonilla.Tanto en las antologías Nuestras Mejores Poetisas (1928) y Nuestra poesía (1944), de Rafael Emilio Sanabia ambas, como en la Antología poética dominicana (1943), de Pedro René Contín Aybar, aparecen textos poéticos de Livia Veloz.

Para muchos quizá eso de ser muy antologado  no constituya, de ninguna manera, un factor determinante de la calidad literaria de un autor, pues admitimos que nuestra historia literaria consigna un número considerable de antologías que sólo se quedaron en antojos literarios no satisfechos.

Pero en el catálogo de excepciones necesariamente tiene que aparecer el nombre de la autora de los poemarios Preludios sentimentales, Acordes y Transparencias: poemas. Es la crítica de la época y los galardones obtenidos por ella en certámenes literarios nacionales y regionales lo que nos merece mayor atención. Detalles en torno a esa crítica y a esas premiaciones aparecen en la cronología bio-bibliográfica que sobre su vida y obra presentamos más adelante.

Pero antes, debemos referirnos a un hecho de trascendencia bibliográfica indiscutible: la sorprendente aparición de su novela inédita Ojos entreabiertos, cuya edición, auspiciada en 1992 por la Biblioteca Nacional, estuvo a cargo nuestro. Los originales dormían, desde 1940, en el viejo baúl de una sobrina de su autora, quien, debido al interés y al entusiasmo mostrados por nosotros -para ella inexplicables-, nos los entregó, esperanzada en que haríamos todo lo posible porque esa novela viera la luz pública.

Ojos entreabietos tiene un triple valor: literario, histórico y documental. En el primer aspecto hay que resaltar la calidad de la obra y el dominio que demuestra tener la autora del oficio de narrar, presentando personajes y tipos bien definidos, y radiografiando en forma convincente los problemas sicológicos y emocionales de la adolescencia.

El valor histórico-documental de la novela también es innegable. Con ella, Livia Veloz adquiere derecho a pertenecer al exiguo grupo de pioneras en la novelística dominicana: Amelia Francasci, Virginia Elena Ortea, Jesusa Alfan Galván y Abigail Mejía Soliere completan el distinguido quinteto.

La historia narrada en Ojos entreabiertos se desarrolla en la ciudad de Santo Domingo entre la primera y tercera décadas del Siglo XX. Paralelamente a los juveniles conflictos sentimentales que se van sucediendo en el discurrir de las múltiples y bien delineadas historias personales que la autora hilvana, vamos viendo, como en una película en blanco y negro, escenas de la vida cotidiana del Santo domingo del ayer.

Ahora bien, tomando en cuenta que la novela fue escrita entre 1939 y 1940, podemos afirmar que Livia Veloz integra -junto a Tulio Manuel Cestero (La ciudad romántica, 1911), Andrés Francisco Requena (Los enemigos de la tierra, 1936) y Carlos Federico Pérez (Juan, mientras la ciudad crecía, 1960) el primer grupo de novelistas que en la literatura dominicana tratan el tema urbano en escenario dominicano. Otra atrevida afirmación: es la primera novelista criolla en hacerlo.

Con esa novela obtiene Livia Veloz, en diciembre de 1940, una mención especial en el Concurso Nacional organizado por el Ateneo Dominicano para seleccionar la mejor novela dominicana inédita que representaría al país en el Concurso de Novelas Inéditas Latino-Americanas auspiciado, en forma conjunta, por Farrar and Rinehart, de New Yoik, y Redbock Magazine y Nicholson and Watson, de Londres. El Jurado estuvo integrado por Abigail Mejía, Carlos Sánchez y M. A. Patín Maceo.

Cronología

1892, Septiembre 11. Nace en la ciudad de Santo Domingo, República Dominicana. Juan Pablo Veloz es su padre y Adelina Echavarría es su madre.

1928, Es incluida en la antología literaria Nuestras mejores poetisas (Santo Domingo: Roques Román Hnos. Editores), de Rafael Emilio Sanabia, junto a Salomé Ureña de Henríquez, Josefa Antonia Perdomo, Altagracia Saviñón, Martha Maria Lamarche y otras.

1929, Publica su primer libro de poesía: Preludios sentimentales (Santo Domingo: Imprenta La Cuna de América), prologado por el poeta y antólogo Rafael Emilio Sanabia, quien pronostica:

PRELUDIOS SENTIMENTALES no dará la verdadera medida de la potencialidad de su numen poético; pero en sus páginas, sencillas y armoniosas, el lector encontrará el rico caudal de emociones que preludian ya la consagración de su futura labor literaria.

La obra es bien recibida por la crítica. A. Felino Vicioso V. opina, en un artículo publicado en el Listín Diario, que en todas las poesías de Preludios sentimentales 

campean, de un modo maestro, en grato consorcio, la sutileza del asunto con la exquisitez de la palabra y el color suave de las imágenes con que suele vestir los contornos de sus ideas magistrales y sublimes, dándonos el atractivo de la insaciable contemplación y el imborrable recuerdo que nos dan las ricas joyas deslumbrantes de sus símiles, con sus matices y cambiantes.

1931, mayo 14. Livia Veloz integra el grupo de mujeres fundadoras de la Acción Feminista Dominicana, institución que, bajo el liderazgo de Abigail Mejía de Fernández, su primera presidenta, surge con el propósito de «trabajar por los derechos de la mujer dominicana”.

1931. Con su soneto «El arroz» obtiene una mención honorífica en el Concurso Literario del Arroz organizado por la Cámara de Comercio de Azua. El lema utilizado por Livia Veloz en el certamen es: «El crédito agrícola como redención del agricultor dominicano». Su pieza poética galardonada recibe comentarios favorables de la prensa nacional y su lectura en Azua le sumó admiradores en la comunidad sureña. En un artículo titulado «La fiesta del arroz en Azua», A. Ortiz Marchena confiesa:

Y ya que Azua había tenido la fortuna de recibir como huésped, para prestigiar el esplendor y el encanto de esa fiesta, a la culta y distinguida poetisa Livia Veloz, el que suscribe hizo breve presentación al público de la dama gentil, porque sabía que la más sugestiva de las presentaciones la haría ella misma con su porte distinguido y con el milagro de su alma, de su belleza y de su arte. Y efectivamente, fue así: la voz de Livia se dejó oír, encantadora y dulce, recitando su hermoso soneto «Al arroz»… Todo fue allí rumor de admiración y de entusiasmo para aplaudir y agasajar a la inspirada poetisa capitaleña.

1932, enero 3. Publica su cuento «El retorno» en La Cuna de América, revista literaria editada en la ciudad de Santo Domingo entre 1903 y 1924. Es un interesante texto en el que queda evidenciado su talento como narradora. Livia Veloz cuenta la historia de un amante infame (Ricardo) que, en forma accidental y trágica, muere a manos de su propio hijo (Alfredo), al que procreó con su amada (Eulalia), a la que abandonó dejándola embarazada- cuando aún era una ingenua adolescente hacía ya veinticinco años. Es sorprendente e impactante el modo en que la autora cierra el cuento:

No bien llegó a hurtadillas a cruzar el corredor, forcejeando muy levemente la ventanilla que daba al lecho de Eulalia, cuando se estremeció toda la estancia a estrépito y resplandor de un sólo disparo. Desesperada, y llena de angustia indescriptible, Eulalia, frente a su hijo Alfredo, que mostraba aún entre su mano la pistola vindicadora, apenas pudo exclamar:

¿Qué has hecho, hijo mío?
En tanto que Alfredo sólo repuso:
-Madre, he matado el ladrón

1932, septiembre 17. Gana el primer premio del Concurso Literario celebrado en San Pedro de Macorís con motivo del cincuentenario de la erección en provincia de la Sultana de Este. Obtiene dicho galardón con su soneto doble titulado «Gastón y Rafael Deligne», que es un homenaje a los dos destacados poetas dominicanos. Este soneto aparece en su poemario Acordes.

1934, abril. Pronuncia un discurso en el Teatro Independencia en el mitin organizado por la Acción Feminista Dominicana. Ferviente -pero no fanatizada- defensora de los derechos de la mujer, Livia Veloz declara: «Luchamos no para superar al hombre, sino para igualarnos a él. Compañera, siempre; esclava, jamás¡»

1934, agosto 20. En una velada-concierto organizada en la ciudad de Santo Domingo por el Club Nosotras, Livia Veloz se destaca al recitar su poema «Las ruinas de San Francisco», también recogido en Acordes. En una reseña del evento que apareció al día siguiente en el Listín Diario se dice lo que sigue:

La señorita Livia Veloz, poetisa laureada, recitó la hermosísima poesía «Las ruinas de San Francisco»; poesía delicadísima en que ella, en un exquisito y romántico motivo, ve como en un viejo ventanal de las ruinas de San Francisco, va a posarse, de tarde en tarde, una paloma blanca, como un espíritu de una dama gentil de aquella época, que recreara su mirada o espera su amor junto al viejo ventanal. No es precisamente este lenguaje dulce, sonoro y romántico de los versos que nos dio anoche Livia; pero es sí la esencia de cuanto ella nos recitó divinamente; y para que fuera más emotiva la estrofa galante y gentil, seguidamente el grupo de la Orquesta Sinfónica ejecutó la Serenata. De Julio Alberto Hernández, y por una dualidad de sentimentalismo y de espiritualidad, vimos, cómo la última estrofa de la poesía de Livia que se llevaba la noche como un eco hasta el cielo, se devolvió, galante, para confundirse en la deliciosa armonía de esta Serenata, escrita por Julio Alberto Hernández… Y se juntaron la estrofa y la nota y llevaron al alma  de la concurrencia una divina e intensa emoción. Un breve intermedio, después de ruidosos aplausos,  para Livia Veloz y para Julio Alberto Hernández.

1936. Publica Acordes (Santo Domingo: Imprenta P. A. Gómez), su segundo libro de poesía, el cual incluye el soneto dedicado a los hermanos Deligne. Como su poemario anterior, éste es criticado favorablemente. Era la poetisa del momento y en cualquier escenario de la vida cultural del país recibía entusiastas muestras de admiración y simpatía.

1936, septiembre 24. Federico Henríquez y Carvajal dirige a Livia Veloz una interesante carta en la que opina sobre el poemario Acordes. Dicha misiva aparece en la página literaria del Listín Diario. Entre otras cosas el insigne crítico dice:

Son versos sencillos, ingenuos, como de un alma inmergida en un lago de ensueños, anhelos e ilusiones. Fugaces acordes son tus poemas. Acordes de melodías, no de complejas armonías, en los cuales, como en el madrigal de Urbina, la flora de los besos se deshoja en suspiros.

Algunos de tus versos, o la gema montada al aire en algunos de ellos, como en una simbólica sortija, fulguran aún en mi memoria.

[…]

Dejo en estas líneas mi voto de felicitación y de simpatía, cordial como mío, por el puñado de rosas de su Acordes, a la ya celebrada poetisa dominicana.

1938, junio 5. La destacada escritora Abigail Mejía, en su reseña bibliográfica «Libros del año 1937 y del 1936», publicada en el Listín Diaro, pondera la obra poética de Livia Veloz, comparándola, en calidad, con la de Martha María Lamarche. Ella afirma:

Después de aquel Cauce hondo (Editorial Roger, S. Juan, P. R 1935, 75 páginas) sobre el que tantas delicadezas vertieron las manos liliales de Martha María Lamarche, al estrujar su tímido corazón teresiano a los pies del amo, no nos llega nada mejor que Livia Veloz, quien, con seguro paso y firme mano, pulsa de nuevo el clavicordio rubeniano, tras sus primitivos Preludios sentimentales (Sto. Dgo., 1932), el sentimiento ya no enseña ni divaga buscando a tientas la expresión prontamente lograda en el asonante tan maleable o en el verso blanco, aunque también se eleva a las perfectas armonías del soneto (Véase “Ruego”, “El Poema de las Cuatro Letras” o los sonetos a los dos Deligne, los que señalan la madurez de una robusta musa en plenitud de ofrenda. El de Livia  y el de Martha son los dos libros mejores de versos femeniles que se hayan publicado en más de una década en nuestra tierra.

1939. Da a la luz pública el primer volumen de su obra didáctica Libro Dominicano de Lectura, a la que el reputado crítico Pedro René Cointín Aybar se refiere, en la sección «La Serenata Literaria» del diario La Opinión, en los siguientes términos:

Este esfuerzo realizado  tan patrióticamente por Livia Veloz induce a pensar en la posibilidad cercana de la dominicanización del texto escolar, pésele a ciertos prejuicios externados alguna vez en la prensa.

[…]

El libro de Livia Veloz se distingue de los similares extranjeros en que, en vez de ser una especie de antología o de selección de trozos de lecturas, es una obra escrita completamente por ella, desde el título hasta el punto final. Se advierte una gran sencillez de estilo y un concepto dominicanista puro en todas sus páginas. Se dispone, en una palabra, la inteligencia del niño a pensar y sentir, a querer y a respetar la Patria.

[…] aplaudo, y aplaudiré siempre, la dedicación y el esfuerzo de los autores como Livia Veloz, quienes disponen amor y tiempo, conocimientos y esperanzas al servicio de la Patria.

Se convierte en obra de texto escolar para el segundo curso de la enseñanza primaria. De la quinta edición (Santo Domingo; Librería Dominicana, 1964. Pág.125) citamos el siguiente poema infantil:

LAS MARIPOSAS

Verdes, rojas y amarillas
las inquietas mariposas
mueven sus lindas alitas
y pasan volando airosas.
En el jardín se detienen
y besan las frescas flores,
entonces parecen ellas
rosas de muchos colores.
Cuando vuelven a volar,
quisiera correr tras ellas,
pero yo no tengo alas
cual las mariposas bellas.

1939. En virtud de la Resolución No. 11-39 sobre recomendación de obras de texto el Consejo Nacional de Educación, en su interés por incentivar la producción de libros escolares de autores dominicanos, recomienda para la enseñanza primaria unas seis obras didácticas y el Libro Dominicano de Lectura, de Livia Veloz, es una de ellas.

1939, marzo 17. Es integrante del grupo de mujeres artistas e intelectuales fundadoras de la Agrupación Cultural ÁBSIDE. Quien dirige este nuevo empuje del movimiento feminista es la poetisa Martha María Lamarche.

[1940]. Obtiene el segundo premio en poesía en el Concurso Literario organizado por el Ateneo Dominicano. El jurado lo integraban Arturo Muro Logroño, Juan Tomás Mejía y Juan Bosch, quien era el Presidente de la Sección de Literatura y Periodismo de dicha entidad cultural.

1940, diciembre 15. Gana una mención especial con su novela La más chiquita* en el Concurso organizado por el Ateneo Dominicano para seleccionar la mejor novela dominicana inédita que representaría al país en el citado Concurso de Novelas Inéditas Latino-Americanas. El fallo del Jurado Nacional, hace mención de la novela con las siguientes palabras:

Entre las demás novelas, no exentas de méritos, son dignas de citarse, especialmente la intitulada LA MAS CHIQUITA, de ambiente criollo también, y en la cual hay algunas páginas conmovedoras, llenas de colorido…

1941. Publica el segundo volumen de su Libro Dominicano de Lectura, el cual sería declarado texto para el Tercer Curso de la Enseñanza Primaria y cuya quinta edición aparecería en 1959 (Ciudad Trujillo: Librería Dominicana. 201 p.). Como el primero, está escrito en prosa ―narraciones y diálogos didácticos― y en verso. Transcribimos uno de los textos poéticos:

CANCIÓN DE LA LLUVIA

La lluvia canta
la lluvia llora,
la lluvia ríe
murmuradora.
 
Las plantas sienten
Estremecidas,
Cómo en la lluvia
Les llega envuelta
Blanda caricia.
Y allá en la cumbre
de la palmera,
los pajaritos
pían contentos,
cuando la madre
abre sus alas
y los protege.
 
Cuando la lluvia
cansada, cesa,
El sol entonces
Se despereza,
Y poco a poco
Llega contento,
Y desde el cielo,
Por entre nubes
Blancas y negras,
Abre los ojos
Y se ilumina
Toda la tierra.

¡Qué limpio tiene
el sol su rostro
después que llueve!

(Pp.103-104)

1943, Pedro René Contín Aybar la incluye en su Antología poética dominicana (Santiago de los Caballeros: Editorial El Diario). Además de ella, aparecen en esta selección: Salomé Ureña de Henríquez, Altagracia Saviñón, Amada Nivar de Pittaluga, Delia Weber, Concha Benítez de Valera, María Lamarche y Carmen Natalia. Contín Aybar opina que “Livia Veloz es intérprete de la dulce poesía del hogar, de las emociones calmas y suaves”.

1944, Ve la luz pública el tercer volumen de su Libro Dominicano de Lectura.

1844, Nuevamente aparece en una antología de Rafael Emilio Sanabia: Nuestra poesía (Santiago de los Caballeros: La Información). La acompañan en esta selección Salomé Ureña de Henríquez, Josefa Antonia Perdomo, Altagracia Saviñón, Martha María Lamarche, Carmen Natalia y dieciséis poetisas más.

1945. Max Henríquez Ureña, en su obra Panorama histórico de la literatura dominicana (Río de Janeiro: Campanhia Brasileira de Artes Gráficas. P. 195), opina así de Livia Veloz: Con Livia Veloz puede decirse que tuvo su punto de partida un nuevo florecimiento de la poesía femenina, con entonación de vanguardia muchas veces.

1963. «Espero que tanto las autoridades escolares como los maestros y los padres de familia reciban con beneplácito esta nueva obra, encaminada, al igual que las anteriores, a contribuir con la escuela dominicana, al engrandecimiento de la Patria.» Son palabras de Livia Veloz tomadas de la presentación del cuarto volumen de la serie titulada Libro Dominicano de Lectura (Santo Domingo: Librería Dominicana. 269 p.). Está dirigido al quinto curso del nivel primario, Hoy llamado nivel básico. Tierno y musical nos parece el poema que a continuación citamos:

LA LUNA ME DIJO ADIOS

La luna me dijo adiós
con su carita de plata,
cuando su luz descendía
desde el cielo hasta la playa.

Yo la miré sonreída
y le dije entusiasmada:
adiós, querida lunita,
¿por qué te vas tan temprano?

Ella quedó silenciosa
Pero seguía mirándome;
y poco a poco se iba
ocultando entre los árboles
Entonces pensé: la luna
Parece que está cansada
y por eso va a dormir
esta noche muy temprano.

La luna me dijo adiós
con su carita de plata,
y yo le dije: adiós, luna
y se oscureció la playa.

1964, Agosto. El Jurado de la Secretaría de Estado de Educación, Bellas Artes y Cultos, correspondiente a prosa didáctica, concede a Livia Veloz el Premio Nacional de Didáctica «Salomé Ureña» por el cuarto volumen de su Libro Dominicano de Lectura (Santo Domingo: Librería Dominicana, 1963. Vol. 4: 269 p. Para el Quinto Curso, Enseñanza Primaria).

1971. La Escuela Nueva, de Madrid (España), edita el tercer y último libro de poesía de Livia Veloz: Transparencias: poemas.

1975. Recibe una mención honorífica en el Concurso Nacional de Literatura de la Secretaria de Estado de Educación, Bellas Artes y Cultos (SEEBAC) por su Historia del feminismo en la República Dominicana (inédita).

1977. Publica su libro galardonado Historia del feminismo en la República Dominicana (Santo Domingo: Acción Feminista Dominicana), el cual dedica «a la memoria de las mujeres de la Independencia y de la restauración de la República, verdaderas feministas y patriotas que […] pusieron en alto el nombre de la fémina dominicana en las luchas por la libertad de la Patria».

1980, marzo 21. Muere en la misma ciudad que la vio nacer.

POSTUMAMENTE

1981. En la Antología de la literatura dominicana (Santo Domingo: Instituto Tecnológico de Santo Domingo. Tomo 1: Poesía) figuran dos textos poéticos de Livia  Veloz: «Mi soledad» y «¡Silencio!». Con Pedro Henríquez Ureña, Altagracia Saviñón, Ricardo Pérez Alfonseca, Valentín Giró, Osvaldo Bazil y Federico Bermúdez, entre otros, comparte la sección reservada, en esta antología, a los poetas y a las poetisas de tendencia modernista.

1982. En «Poesía Femenina en la República dominicana» (Historia de la cultura dominicana. Santo Domingo: Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña. Tomo Cuarto: pág. 7) Mariano Lebrón Saviñón hace honrosa mención de Livia Veloz:

[…] Livia Veloz, la cantora del recato hogareño  y las dulces emociones. Su canto es sencillo; su voz, tiernamente melodiosa: salmodia para el amante ausente, para el hijo que espera, para la patria que arrulla. Y, sobre todo, canta al optimismo y la esperanza.

1986. «Esta notable poetisa […] se distinguió como cultivadora del verso clásico, aunque, a ratos, dio a sus composiciones un acento vanguardista.» Es una valoración justa y acertada hecha por el historiador literario Néstor Contín Aybar en el Tomo IV de su Historia de la literatura Dominicana  (San Pedro de Macorís: Universidad Central del Este. Pág.36)).

1988. La crítica y antóloga Daisy Cocco de Filippis incluye en su Sin otro profeta que su canto: Antología de poesía escrita por mujeres (Santo Domingo: Editora Taller, págs. 59-60) el hermoso y tierno poema «Alfonsina Storni», tomado del libro Transparencias:

Como era una estrella refulgente, clara,
en la alta noche se miró en el mar;
él, aprisiónala en su seno inmenso,
y al llegar el alba, la dejó escapar.
 
Hizo postrer lecho de la blanda orilla,
y tranquila y yerta se tendió a soñar;
entre sueños dijo, misteriosamente:
“Calla, no hagas ruido, no te quejes tanto,
incesante mar.
 
No turbes, te ruego, esta paz eterna
que manso me diste,
trajeada de espumas,
cual si fuera un velo de brillante tul;
y no me despiertes, que mi dulce sueño
es como tu oleaje:
armonioso y bello, sugerente, azul».

(Fragmento)

1990. En su Haz de Luces (Santo Domingo: CIPAF, 1990. 143 p.) Julio Jaime Julia ―que estudió a fondo su pensamiento― nos ofrece una biografía de Livia Veloz en la que destaca Y valora sus méritos como intelectual:

Gustaba de los temas filosóficos, con derivaciones a lo romántico… Le agradaba el modernismo en poesía, sin desligarse del inmenso patrimonio de los clásicos, ni arrojarse en brazos del extremismo literario.

Ella sabía  que la tónica clasicista perdurará al través de todos los movimientos innovadores en las revoluciones de escuelas y en los complejos dramas del pensamiento. Consideraba el arte en sus varias manifestaciones  sensibles,  el  motivo existencial la suprema razón de ser de la criatura humana. La belleza para ella no era función decorativa de la vida, sino génesis forzosa en la biología del habitante terrestre.

Para su individualidad inquisitiva el arte es la esencia que embriaga los sentimientos embarcándolos en una aventura por el océano de los sueños. ( Pp.136-137).

1992, octubre. El poeta y crítico literario Cándido Gerón, en su Diccionario de autores dominicanos (Santo Domingo: Editora Alfa & Omega, 1992. 395 p.), considera a Livia Veloz como una «Poetisa notable» y reafirma lo que otros ya han dicho: que “Su vida transcurrió en medio de una afanosa actividad intelectual» (p. 340).

1997, junio. «Ojos entreabiertos, de Livia Veloz: un retablo realista y psicológico en la novelísta dominicana» (Santo Domingo: Ediciones CEDIBIL, 1997.16 p. Col. «Calímaco»; Vol.VIII. Serie «Opusculito»; 2) es un enjundioso ensayo en el que el crítico y profesor universitario Odalís G. Pérez ahonda en la trama argumental de la novela de Livia Veloz y profundiza en el análisis estructural de la obra y en el modo en que la autora utiliza los recursos propios del género:

Para Livia Veloz novelar es una actividad del espíritu y la visión atardecida, donde el escritor, mediante los recuerdos, le dice a la contemporaneidad los hechos acontecidos  en  un  espacio  epocal importante para la vida cultural, moral, educativa o personal (pág. 5). En algunos momentos de la novela nos parece asistir a un escenario modernista donde el tiempo narrativo es un tiempo de la ensoñación proyectado desde el yo (ético y anti-tético de la narración (p. 13).

2000, julio. Livia Veloz es una de las autoras biografiadas por Franklin Gutiérrez en su diccionario biográfico Evas terrenales: biobibliografías de 150 autoras dominicanas (Santo Domingo: Comisión Permanente de la Feria del Libro, 2000. Pp. 182-183). Se refiere Gutiérrez a la «intensa labor [desarrollada por ella] en defensa de los derechos civiles y políticos de la mujer dominicana» y a los galardones obtenidos en certámenes literarios.

2013, abril. La presente cronología bioliteraria aparece en nuestra obra En torno a la literatura dominicana (Apuntes literarios, bibliográficos y culturales), editada en este año por el Banco Central de la República Dominicana. Puede ser leída en las páginas 158-175.

Finalmente, se impone una pregunta: ¿merece Livia Veloz ser revalorizada y puesta en valor tanto su obra literaria o como su labor pedagógica? Consideramos que sí: hace tiempo que debió haberse hecho. Los ministerios de Cultura y de Educación deberían asumir esa tarea. Incluso debería ser una de las figuras a homenajear en la feria internacional del libro de Santo Domingo organizada por el primero de esos ministerios. No basta con que una de las calles del sector La Castellana de la ciudad de Santo Domingo lleve su nombre. Su obra literaria debería ser reeditada y difundida.

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*Conforme a la confesión que le hiciera Livia Veloz a su sobrina Miriam SantanaVda. de Bosom, Ojos entreabiertos fue la obra con la que la autora obtuvo el galardón, pero bajo el título de La más chiquita. Esa versión nos fue confirmada por el humanista Marcio Veloz Maggiolo, quien nos dijo, con la emoción de tener los originales de la novela entre sus manos: «Tía Livia fue quien me enseñó a leer.»