Por José Segura*
Hay que quedarse desamparado para que el duende acuda
Federico García Lorca
Ayer no es hoy. Atiendo por eso la poesía de Miguel Collado, poeta que por más de cuatro décadas peregrina la aventura del amor como si cumpliera una penitencia abnegadamente, no como espectador furtivo, sino como protagonista de primera fila.
Hallo en este quinto poemario de Collado un conjunto de versos de tinte romántico que van de lo breve a lo brevísimo, penetrando la fortaleza de estar solo. También la debilidad y la preocupación de estar solo. De vez en cuando —y en algunos versos iniciales— palpo una voz adolescente creciendo siempre a raíz o persiguiendo el rastro y la sombra de una mujer más o menos adulta. En otros —los más— el poeta amador anda más despacio, sin dejar de abanicar el aire hecho viento a su paso. Pero éste no vuelve. Y a más andar, mayor es la distancia que va quedando atrás. No es posible regresar al punto de partida ni recuperar el tiempo ido. Si pudiera, el poeta volaría fuera de sí. Sin embargo, lo hace al revés. Rema a contracorriente. ¡Cuán difícil es andar a contraviento! Más aún, a pesar de la tempestad de los años, no claudica. Por el contrario, se lanza hacia el amor en estampida pasional con todo el peso de la experiencia sensorial de mejores tiempos.
Los versos de Escapada de los dominios de Poseidón son estrechamente lacónicos, fruto de la corriente comunicativa (ultra rápida) del presente, que demanda una escritura concisa, lo cual no es obstáculo para expresar y conservar su valioso significado. No es decir poco con muchas palabras lo que importa, ni decir mucho casi sin lenguaje. Prima, sobre todo, saber decirlo sin caer en contradicción. Esta es la llave del pensamiento y del instante poético. La poesía debe explicarse o develarse por sí sola, sin esfuerzo artificioso de mano y cerebro. De lo contrario, el poeta se verá forzado a componer y recomponer la idea hasta disminuir su esencia, pues de tanto añadir palabras aparentemente esclarecedoras la esencia sustantiva de la idea se pierde. Se fuga. Se vuelve escurridiza. O, lo que es peor, confunde al lector y al oyente que a la sazón se mueven entre la incomprensión y la indecisión, extraviados en el laberinto jugoso del fraseo innecesario de versos frondosos o altisonantes. En fin, construcción carcelera del significado que impide ver y saber lo que le sucede al estado de ánimo y a la conducta sentimental del poeta justo al momento de enfrentar su realidad afectiva.
Hay en este libro una poesía que se arrastra detrás del poeta o, más bien, un poeta que no puede poner distancia entre sí y la poesía, por más que dedique la mayor parte de su tiempo escritural a la investigación literaria y a los menesteres de la prosa. Es un extremo de su vida que le impide zafarse de ella. Creo que la poesía y el poeta se buscan. Se atraen y se necesitan mutuamente.
¿De qué experiencia del pasado se nutre el canto romántico de Escapada de los dominios de Poseidón? ¿De haber vivido el amor más que soñarlo? Tal vez. Pero ya es otoño. El cuerpo lo sabe y lo siente. La edad pesa. Han pasado muchos años y queda poco tiempo para fiestas amatorias corporales prolongadas como si se estuviese en primavera. Inyectarle aliento al presente es una proeza. Pero ayer no es hoy. ¡Ay, que no se asome la melancolía al espacio donde ronda el amor! Que la pasión romántica no se detenga ante la penumbra vaga de la ley biológica, aunque se torne cada vez más densa con la proximidad de la edad tardía.
En conclusión, leo y releo el poemario Escapada de los dominios de Poseidón y cada vez me luce más interesante. Sobre todo por la brevedad y el modo de abordar el poema. Creo que se adecúa al momento actual, en que la comunicación ultra rápida ha revolucionado la vida en diferentes avenidas. La más revolucionada es la escritura. Gracias al mensaje textual se comunica lo esencial como un cuentagotas de medicina letal.
La gente opta por leer lo brevemente breve. Si es sustancioso, mejor la reacción. ¿A qué andar con barroquismo en un mundo que apenas quiere conversar entre sí? En la noche oscura del entendimiento colectivo el relámpago es mejor linterna que la luz del quinqué.
Eso es lo que creo del quinto poemario del escritor Miguel Collado.
*Crítico literario, poeta y educador dominicano radicado en los Estados Unidos