Hay soledades hirientes,
como filosos cuchillos cortando la espera.
Soledades hay en cada angustia
aposentada en el alma desesperanzada,
desnuda de sueño;
soledades como lágrimas congeladas
en el tiempo, en el olvido de la nada.
Nos transitan, a veces, devorantes soledades
o por la ausencia de un suspiro de amor
o de un «te quiero» que se ha ido.
Ardsley, Westchester, New York
Julio 10 de 2010
2:51 a.m.