Por VIANCO MARTÍNEZ
Entrevista a Jennifer Rosner, escritora estadounidense
Se quedaron sin mundo y tuvieron que rehacerlo con pedazos de ausencias y con el tufo de la tristeza envolviéndoles la vida. Y ahora, ochenta años después, Jennifer Rosner, escritora estadounidense, puso en una novela –Un canto al silencio –The Yellow Bird Sings en su título original- (Roca Editorial 2021), las historias que le contaron los sobrevivientes.
El Holocausto, uno de los grandes agravios de la historia, no es su tema. Su tema es el amor y, sobre todo, la conexión de una madre y una hija –Rozá y Shira-. La madre quería salvarla y para eso lo hizo todo, hasta entregar su cuerpo como un requisito silencioso requerido por su salvador.
Su salvador-violador se llamaba Henrik, un ángel de la guarda terrible y contradictorio que puso a prueba la naturaleza humana. “Ninguno de mis personajes es sencillo. Henrik viola a Rozá y, al mismo tiempo, le trae papas y calcetines y las esconde a ella y a Shira con gran riesgo”, dice Rosner.
Su mundo se derribó y se llevó su casa, su familia y su violín. Todo. Menos la esperanza de vivir. A ellas las salvó la música y la capacidad de callar para no ser escuchadas y denunciadas por los vecinos, en los días en que los criminales nazis intercambiaban un judío por un saco de azúcar.
“Hay brutalidad y devastación por todas partes, pero al final este horror pudo ser derribado por el amor, por el arte de una persona, por el reconocimiento de la belleza en el mundo. Quizás la imaginación nos permite sobrevivir incluso en lo peor que pueda venir”, expresa la autora.
El Holocausto sucedió hace unos ochenta años y, mal contados, dejó más de once millones de muertos -según el Holocausto Memorial Museum-, la mayoría judíos.
A Rosner le tomó diez años preparar su novela. Fue a Polonia y a Israel a mirar de cerca las geografías donde imaginó su historia, y, lo más importante, habló con aquellos “niños escondidos” que sobrevivieron por la astucia de sus padres y familiares para ponerlos fuera de la mirada de los perseguidores nazi.
Con un lenguaje musical, la autora cuenta la lucha de una madre por salvar a su hija del Holocausto y reflexiona sobre el papel de la música y la creatividad en la lucha por sobrevivir al horror de aquellos días
“Viajé a Polonia y a Tel Aviv. Encontré un excelente guía polaco que leyó mi manuscrito con anticipación y planeó un viaje, llevándome a los escenarios de mi historia. Me llevó a una zona de tierras de cultivo donde había graneros muy parecidos al que concibo en mi novela. (¡ver foto!). Allí pude ver lo cerca que estaban los vecinos, lo difícil que sería esconder a alguien en su granero.”
“También me llevó a un convento donde habían escondido niños judíos. Pude caminar por los senderos de piedra, oler la sopa de hongos, ver el área dividida donde se construyó una pared falsa.”
“Fuimos a un bosque virgen donde acampaban los partisanos. Planeé a propósito mi viaje en invierno e intenté cavar una madriguera en la nieve profunda. ¡Quería saber cómo sería para mi personaje intentar sobrevivir en el bosque!”
Jennifer Rosner tiene la música en la sangre y una sonrisa que invita a sonreír. Su padre era violinista y cada día se ponía a tocar su instrumento, y esa imagen la ayudó a construir los personajes más musicales de su historia.
“Cuando era niña -rememora- me sentaba en la pequeña alfombra junto al fuego, escuchando a mi padre tocar. Vi su mano temblar con vibrato, y pude sentir la emoción en su música. (…) Cuando mi padre agonizaba, quise quedarme con su violín para poder llevar conmigo la huella de su composición musical.”
Los ojos de Jennifer Rosner inventaron un color, que es parecido al que deja la lluvia que va de paso por los trigales, y su mirada, según consta en su novela, tiene la virtud de detenerse en los detalles. Y así, con esa mirada particular que tiene para las cosas pequeñas, escribe sus historias.
Ella considera que los escritores son como alfareros preocupados profundamente por la forma y la estructura de su trabajo y que hacen con la palabra jarrones frágiles y delicados. “Me esfuerzo por lograr el equilibro y la belleza con las palabras”, dice.
Rosner ha publicado If a tree falls: A Family’s Quest to Hear and Be Heard (Si cae un árbol: La búsqueda de una familia para escuchar y ser escuchada),The feminist Press al CUNY, mayo 2010, Nueva York; una autobiografía familiar que tiene que ver con una larga tradición de sordera heredada en su familia; y The mitten string, Random House, 2014, Nueva York, un libro infantil.
Un canto al silencio, su tercer libro y primera novela, nació con el pan debajo del brazo. Traducido a veintitrés idiomas, ha cruzado los siete mares y ha llegado a lugares insospechados.
Esta historia lo tiene todo: el miedo y la lucha; la esperanza y los dolores del tiempo; también la nostalgia de la ausencia y la tristeza de la música que no pudo ser.
Jennifer Rosner tiene una amabilidad a prueba de lejanías. Se puede estar acabando el mundo y ella siempre está dispuesta a responder preguntas y a contar su historia, y la historia de sus historias. La invité a conversar sobre su libro, como si la estuviera invitando a bailar, y ella me concedió esta pieza. Y fue así, con esa amabilidad acorazada, que accedió a esta entrevista con alguien situado al otro lado del mar, que lo único que había hecho era leer su último libro, mirarlo y admirarlo; un libro, según ella, hecho para ayudar a entender la tristeza del mundo y para que la esperanza nunca deje de esperar.
Rosner ha impartido clases en la Universidad de Stanford (en California) y en Mount Holyoke College (en Massachusetts), así como en el Care Center en Holyoke Massachusetts, como parte del Curso Clemente de Humanidades de Bard College. Es devota de Shakespeare y por sus manos ha pasado mucha poesía, clásica y contemporánea, y eso le ha ayudado a definir una geografía altamente poética en sus formas de expresión y le ha dado elegancia a sus narraciones y descripciones. Y eso queda de manifiesto desde las primeras páginas del libro, convirtiéndola en una prosa de paso fino:
“La música contribuye a que se abran las flores. Cuando abundan las margaritas, el pájaro hace una guirnalda con ellas para que la niñita se la ponga en la cabeza, como la corona de una princesa, aunque nadie pueda verla” (pág.11).
Usted da cuenta de aquella “niña escondida” y de otras que entrevistó para preparar su novela. ¿Qué impresiones le dejaron esas personas, que vinieron de un dolor profundo y de una de las grandes tragedias de la humanidad?
La entrevisté a ella y a muchos más que de niños estuvieron escondidos durante la guerra. Cada uno tenía historias llenas de ingenio, resiliencia y también tremendas dificultades y trauma emocional. Las circunstancias de su escondite variaron.
Un niño se escondió en el ático de una escuela, silencioso y quieto, mientras los niños jugaban afuera, en el patio de la escuela. Estaba con su madre, tíos y tías, y aprendió a leer mientras se escondía allí. Otra, una niña, se escondió a plena vista en la granja de un vecino. Llevaba una cruz y rezaba para que nadie la denunciara. Otro fue puesto sobre la pared de un gueto en una maleta. Algunos estaban con sus padres, otros fueron “apartados”.
Lo más doloroso fue la separación de los padres y familiares. Incluso cuando hablé con ellos, setenta y cinco años después del hecho, ese dolor -y, a veces, el sentimiento de rechazo, de ser regalado -aunque fue por seguridad- para que pudieran vivir- estaba visceralmente presente.
Todas las personas con las que hablé reconstruyeron vidas llenas de belleza, llenas de (nueva) familia (hijos y nietos) y amor; sin embargo, el dolor nunca cedió.
Me sentí honrada de que confiaran en mí sus verdades, sus emociones más profundas, a pesar de lo difícil que fue desenterrarlo todo de nuevo. Es esta emoción, el anhelo (a menudo insatisfecho) lo que traté de infundir en mi novela.
Un detalle más: el niño escondido en el desván de la escuela me dijo que su madre lo ayudó a estudiar con un viejo atlas que encontró allí. Ella le preguntó acerca de las rutas de viaje («¿Cómo llegarías de Varsovia a Odessa?»). Ella también le enseñó a leer. Cuando me habló, describió su tiempo con ella como «envuelto en amor», lo que creo que es el mayor testimonio de su madre, ya que debe haber estado consumida en todo momento por el miedo.
¿Qué libros tuvo que leer y a qué documentación tuvo que acceder para formarse una idea clara de las historias que quería contar en este libro?
Leí tantos libros: memorias, libros académicos, testimonios. También visité exposiciones en los museos del Holocausto: USHMM (Washington DC) y Yad Vashem (Jerusalén) y Polin (Varsovia).
El libro Atlas of the Holocaust fue particularmente útil para comprender las fronteras cambiantes durante los años de la guerra.
Hay entrevistas en línea de sobrevivientes del Holocausto -incluidos músicos-, relatos escritos por monjas, partisanos judíos que sobrevivieron en el bosque. Todos estos fueron muy informativos. Aquí hay una lista de mi sitio web: http://jennifer-rosner.com/the-yellow-bird-sings-novel-research-resources.html.
Pero las entrevistas en persona fueron más importantes para comprender las circunstancias emocionalmente.
¿Usted fue a los escenarios de sus historias o se limitó a mirarlos con los ojos de alma y a través de testimonios?
De hecho, viajé a Polonia y a Tel Aviv. Encontré un excelente guía polaco que leyó mi borrador del manuscrito con anticipación y planeó un viaje, llevándome a los escenarios de mi novela. Me llevó a una zona de tierras de cultivo donde había graneros, muy parecidos al que concibo en mi novela. (¡ver foto!). Allí pude ver lo cerca que estaban los vecinos, lo difícil que sería esconder a alguien en su granero.
También me llevó a un convento donde se habían escondido niños judíos. Pude caminar por los senderos de piedra, oler la sopa de hongos, ver el área dividida donde se construyó una pared falsa. Fuimos a un bosque virgen donde acampaban los partisanos. Planeé a propósito mi viaje en invierno e intenté cavar una madriguera en la nieve profunda. ¡Quería saber cómo sería para mi personaje intentar sobrevivir en el bosque!
Mi guía me dio grandes conocimientos. Por ejemplo, me aconsejó sobre la elección de nombres. Él sugirió a Rozá, aunque originalmente había nombrado al personaje madre Anya, ya que este último tiene una connotación económica que no encajaba tan bien: ¡detalles muy sutiles! Además, consulté con rastreadores forestales y recolectores de hongos.
Lo más importante es que consulté con un violinista de clase magistral, quien me ayudó a entender cómo practicaba y tocaba Shira; qué piezas aprendería y en qué orden. Porque tener una prodigy es diferente a una niña violinista común.
Fui a Tel Aviv para conocer al fabricante de violines Amnon Weinstein, que ha reconstruido violines rescatados del Holocausto. (Los violines se tocan en todo el mundo en un programa llamado Violines de la esperanza). Es asombroso ver estos viejos violines con respaldo de estrellas; escucharlos tocar es recuperar las voces perdidas de sus violinistas originales. También me mostró un violín que no reconstruiría porque encontró cenizas adentro.
Me gustaría decirte por qué elegí el violín como instrumento de Shira. Hay dos razones. Una es que mi padre tocaba el violín todos los días. Me formé como cantante e hicimos música juntos. Estos fueron momentos importantes de conexión a través de los cuales llegué a comprender el poder de la música.
La otra razón es: mis hijas son sordas, y cuando investigué mi árbol genealógico, supe de dos tías abuelas sordas que vivían en el siglo XIX en un pequeño shtetl(villa o pueblo de población judía en Europa Oriental y Europa Central).
Un detalle que aprendí sobre estos parientes sordos es que, cuando tenían hijos, ataban una cuerda de sus muñecas a sus bebés por la noche, para que, si lloraban, sintieran el tirón y se despertaran para cuidarlos. Esta innovación de cuerdas en la oscuridad me impulsó a asignarle un instrumento de cuerda a Shira, una conexión entre ella y su madre, y también su padre y su abuelo.
¿Qué tiempo le tomó este libro y cuáles fueron los momentos más emocionantes y desafiantes?
Desde el primer núcleo de la idea hasta el libro publicado, ¡pasaron diez años! En parte, esto se debió a mis viajes e investigaciones (¡y a la crianza de mis hijas!), Pero también: mientras la novela terminada salta veinte años en el tiempo, en realidad escribí todos los años intermedios. (Tantas páginas aterrizaron en el «piso de la sala de montaje»: Rozá se mudó a Nueva York, tenía una segunda hija con la que tenía problemas para vincularse, etc., etc.)
Finalmente decidí que el corazón de la historia estaba en el granero, y así ¡corté 2/3 de lo que había escrito y amplié los primeros cinco años de la historia!
Una cosa en particular que me encantó de escribir esta novela fue trabajar para hacer que el lenguaje en sí sea musical. También me encantaba inventar las historias de la niña y su pájaro amarillo. Estas historias me permitieron agregar un subtexto emocional a la novela, especialmente cuando estaba confinado al punto de vista de una niña de cinco años.
Algunos personajes de la literatura se han hecho con pedazos de muchas vidas y de muchas historias y circunstancias. ¿Es el caso de Rozá y Shira y de algún otro personaje de su libro?
Creo que un tema principal, el anhelo de conexión, es muy personal para mí. Como hija, quería desesperadamente estar cerca de mi madre, que era esquiva y realmente no me dio un modelo de cómo estar conectada. Como madre, ¡anhelo profundamente estar cerca de mis hijas!
De alguna manera, aprendí la conexión a través de las cuerdas de mis antepasados sordos; esta innovación me enseñó que hay muchas formas de escuchar, de oír.
¿Qué es una verdad entera, qué una verdad a medias, qué una casi verdad y qué una ficción total en su novela?
Entrevisté a muchos “niños ocultos”, pero escribí una historia completamente ficticia. Incluso ficcioné los nombres de las ciudades de Polonia porque no quería que los lectores se centraran en detalles triviales (¡¿a cuántos kilómetros estaba el granero de la taberna ?!) cuando el verdadero corazón de la historia es este vínculo entre una madre y una hija, y el papel de la creatividad y la belleza en la supervivencia humana.
Dicho esto, ciertos detalles de la historia, como el granjero (Henryk) que visita a Rozá en el granero por la noche, provienen de entrevistas y experiencias reales de las que aprendí. Sentí que era importante que se contaran ciertas historias (por ejemplo, que las mujeres cambiaban el sexo por la seguridad de ellas mismas y de sus hijos) y las ramificaciones (cómo se aborta en un granero, se esconde la sangre, etc.), porque con esto es lo que los supervivientes tuvieron que lidiar.
Creo que la música y otras formas de arte (poesía, dibujo, etc.) ayudaron a muchas personas a sobrevivir. También creo que encontrar la belleza en lugares pequeños permitió sobrevivir. Una persona me dijo que, cuando pensó que no podía continuar más, olió el aroma de vainilla de la corteza de los árboles y luego continuó.
¿Por qué tomó la decisión de contar esta historia en novela y no en el género de No Ficción, si lo tenía todo a mano? ¿Qué ventajas le dio novelar esta historia?
Ficcionar la historia me permitió decir una verdad particular -tal vez mi propia verdad- sobre el anhelo de conexión entre una madre y su hijo. Elegí ilustrar esto a través de las cuerdas de la imaginación y la música, y no creo que podría haber logrado la misma potencia específica si hubiera intentado, con veracidad fáctica, contar una historia de no ficción.
Además, cuando escuché las historias de los niños escondidos, pensé que tal vez ellos -o sus hijos o nietos- querrían ser los que las contaran.
A usted, que conoció a las víctimas y a sus descendientes, que escuchó sus historias y que las miró a los ojos ¿Qué huellas le dejó esta historia en términos humanos?
Mencioné en una respuesta anterior que la novela me tomó muchos años escribirla porque me tomé el tiempo para viajar e investigar, y ser madre. Pero también debo mencionar que fue emocionalmente desgarrador y tuve que tomar muchos descansos tanto de la investigación como de la escritura. Me relacioné estrechamente con las personas que entrevisté y las quise mucho, y fue doloroso enterarme de las terribles tragedias y rupturas que sufrieron. Incluso mientras sobrevivieron a la guerra, vivieron con profundas pérdidas.
Además de sus propios viajes, estaba el pensamiento de sus familias perdidas. Algunos se enteraron de que habían matado a familiares; otros esperaron su supervivencia durante años y años, sin descubrir nunca lo que sucedió.
Hubo un hombre con tanto dolor por la separación de su madre -a la edad de tres años- que, incluso en sus setenta años, dijo: “Si me dijeras que estaba en la otra habitación, no entraría allí. Era una caja que no podía soportar abrir.”
Y una mujer me dijo: «Nunca supimos con certeza que mi padre murió, así que existe la posibilidad de que todavía esté vivo.» Sin embargo, en este momento, su edad habría superado los cien años, por lo que era como una esperanza irracional que ella simplemente no podía dejar ir.
¿Tuvo algún escollo emocional mientras manejaba tanta ausencia, tanto desarraigo, tanta muerte y tanto desgarramiento familiar?
Creo que la escena más difícil de escribir fue aquella en la que Shira fue separada de su madre y llevada del granero al convento. Al principio, apenas podía crear la escena, y mi editor decía continuamente, creo que esto necesita más. Lo hice, por supuesto, pero fue muy doloroso imaginar y luego escribir.
¿Cuál de las tres fases del libro -la convivencia en el granero, la búsqueda de la hija y el reencuentro- a usted le tocó más y le causó más reflexiones?
Había tanto que buscaba transmitir: En el granero, la estrecha conexión entre Rozá y Shira. Quería reflexionar: ¿Qué implicaba sobrevivir en un granero, física y emocionalmente, y cómo sería para un padre y un niño pequeño pasar todos esos minutos, horas, días? ¿Cuándo llegaría la imaginación para hacer más llevadera la mera existencia? ¿Cómo obedecería Shira la necesidad de permanecer en silencio, incluso cuando su madre parecía inmovilizada por Henryk, y qué haría con eso, qué leería en el rostro de su madre? ¿Cómo podría la música ayudarlas a ambos a sobrellevar la situación, a escapar, a conectarse y a permanecer conectados incluso cuando estaban separadas?
Cuando se separan, quería que el lector entendiera cuánto anhelo habría y también lo difícil que sería encontrarse, especialmente cuando se cambió el nombre de una niña pequeña y ella no aprendió o no recordaba su apellido, ¡o le hicieron que lo olvidara por el bien de la supervivencia!
Debo mencionar que hubo algunos esfuerzos para realizar un seguimiento de los cambios de nombre (La operadora de Zegota, Irena Sendler, enterró los nombres en frascos en su jardín) para hacer posible el reencuentro. Pero esto era muy peligroso y, por lo general, no había ningún registro en ninguna parte.
Permítanme agregar que también estaba interesada en la noción de identidad, y cómo cambiar algo aparentemente superficial, cómo el nombre de pila de uno, podría desplegar el sentido de uno mismo y disolver por completo el vínculo de uno con la familia.
Entonces, finalmente están en el mismo lugar, la sala de conciertos, y saben que están en presencia de la otra -Shira siente su pájaro en su hombro-; y ante las primeras notas del violín de Shira, Rozá se pone de pie. En cierto sentido, esto se debe al hecho de que nunca dejaron de anhelarse la una a la otra.
Durante todo este tiempo, siempre que Shira tocaba, abría la ventana un poco y esperaba que sus notas viajaran por el aire y de alguna manera fueran escuchadas por su madre. Es el hecho de que sea una prodigio lo que le permite llegar al Carnegie Hall. Pero su madre también ha seguido escuchando, esperando.
¿Qué siente una escritora o escritor cuando a uno de sus libros le salen alas y empieza a volar y a romper las distancias y los idiomas, y a instalarse al otro lado del tiempo?
¡Me ha emocionado tanto que mi novela haya sido traducida y publicada en todo el mundo! ¡Es difícil articular lo significativo que es saber que puedes llegar al corazón y la mente de personas de todas partes! Se siente muy relevante discutir el Holocausto hoy, con todas las divisiones políticas y los odios en todo el mundo.
Todo lo que puedo esperar es que mi historia fomente la empatía por todas las personas, la consideración, un sentido de humanidad común.
Mientras escribía, los niños estaban siendo separados de sus padres en la frontera entre Estados Unidos y México, y yo sabía que el dolor de estas separaciones duraría toda la vida, al igual que los niños ocultos que entrevisté.
¿Qué cambió en su vida luego de escribir y publicarUn canto al silencio,en términos humanos, personales y literarios?
The Yellow Bird SingsUn canto al silencio
¿Usted ha quedado completamente satisfecha con el resultado final?
Si me lo dejaran a mí, probablemente todavía estaría editando. Una crítica que he escuchado es que hay algunos lectores que desearían que el final/reencuentro fuera más explícito -¿un abrazo? ¿Una escena con madre e hija juntas en el futuro?- ¡No incluí esto a propósito!
Shira tenía solo cinco años cuando la separaron de su madre, y pasó años esperando, deseando, añorando a su madre, que no llegó al convento ni al campo de refugiados. Las circunstancias eran emocionalmente tensas y complejas, y habría necesitado una segunda novela para abordarlo de manera completa y justa, a un nivel emocional que era cierto.
Creo que, si tuviera la oportunidad de editar ahora, podría agregar diez páginas antes del concierto, para sumergir completamente al lector en las nuevas vidas de Shira (en Israel) y Rozá (en Nueva York). Pero me pregunto si eso contrarrestaría la sencillez de la historia. Creo que, como un alfarero de cerámica que crea un jarrón delicado, ¡no puedes terminarlo con un labio grueso / gordo!).
¿Para usted un escritor es como un alfarero?
Creo que la mayoría de los escritores (como los alfareros) se preocupan profundamente por la forma y la estructura de su trabajo. Soy una escritora sobria (si fuera alfarera, probablemente buscaría hacer jarrones frágiles y delicados); tal como está, me esfuerzo por lograr el equilibrio y la belleza con las palabras.
Queda un dilema: usted ha escrito sobre el dolor causado por una guerra, un libro que, a pesar de los pesares, lleva un mensaje de esperanza y cuenta la lucha del ser humano por sobrevivir en medio de la devastación de la historia; un libro, en definitiva, sobre un momento en que el amor se tambalea al borde del abismo ¿Qué lecciones morales quiere dejar este libro?
Tienes razón, aquí hay una paradoja. Creo que la novela habla de la complejidad de la condición humana. Ninguno de mis personajes es sencillo. Henryk viola a Rozá y, al mismo tiempo, le trae papas y calcetines y las esconde a ella ya Shira con gran riesgo; además, su relación evoluciona; Krystyna es más justa, pero le niega huevos a Rozá, sospecha lo que está pasando en el establo y está enojada y, al mismo tiempo, el lector se pregunta si ella también se siente aliviada.
Rozá ama profundamente a su hija, pero desea que se vaya, y en el bosque se siente aliviada por poder comer toda la comida que ella misma ha recogido.
Shira quiere estar con su madre, pero se pregunta si irá a un lugar donde no la arruinarán en la oscuridad. La monja Olga es mala, pero también está realmente asustada; una de las niñas acosadoras ha sido abandonada por sus padres, y así sucesivamente. Es necesario que haya un silencio absoluto a veces, por lo que la música llena la cabeza de una niña e incluso es cantada en voz alta, aunque sea por un pájaro imaginario.
Hay brutalidad y devastación por todas partes, pero al final, este horror pudo ser derribado por el amor, por el arte de una persona, por el reconocimiento de la belleza en el mundo. Quizás la imaginación nos permita sobrevivir incluso a lo peor que pueda venir.
¿Puede describirme, como si lo escribiera para una novela, la imagen de su padre tocando el violín, deshilachando sus notas y entregándolas al viento: su padre y su música, su padre y su tiempo, su padre y sus recuerdos?
Al crecer, nuestra sala de estar era una sala de música, con un piano lleno de partituras, y el violín y el atril de mi padre encaramados a su lado. Mi padre tocaba piezas clásicas; también compuso su propia música, inquietante y triste. Las notas lo conectaban con su familia y sus raíces judías en Hungría, Checoslovaquia y Galizia.
En nuestra casa, había una chimenea al otro lado de la sala de estar. Cuando era niña, me sentaba en la pequeña alfombra junto al fuego, escuchando a mi padre tocar. Vi su mano temblar con vibrato, y pude sentir la emoción en su música.
¿Todavía suena en su alma el violín de su padre?
Visité a un luthier en Tel Aviv que reconstruye violines rescatados de la época del Holocausto. En su taller, observando los violines en varias etapas de reparación, llegué a comprender que los violinistas desgastan sus instrumentos de formas muy particulares (teniendo que ver con la presión que ejercen sobre las cuerdas, la forma de sus dedos, etc., etc.)
Una vez que el violinista se ha ido y se toca su instrumento, se puede recuperar la «voz» de ese violinista perdido. Por eso, cuando mi padre agonizaba, quise quedarme con su violín, para poder llevar conmigo la huella de su composición musical.
Margaret Atwood dice que para escribir poesía hay que dejarse llevar, y eso huele a vaivén de la música. ¿Eso también es válido para la novela?
Mi escritura de ficción es más fuerte cuando puedo, tanto como sea posible, caer en un lugar que es emocional, sensorial y rítmico. Encontrar palabras puede ser como encontrar notas, y creo que la musicalidad del lenguaje es tan importante como el significado de las palabras.
¿Cuál es la música que más se le parece a la música del silencio?
Para mí -quizás porque nuestras hijas nacieron sordas-, el silencio se ha relacionado con el anhelo, especialmente con el anhelo de conexión. Considero que el segundo movimiento del Concierto para dos violines en re menor de Bach es la pieza musical más evocadora para expresar esto.
Su pregunta me hace querer compartir también la cita que guardo pegada en mi escritorio:
“A veces, ningún trozo de cuerda es lo suficientemente largo para decir las cosas que hay que decir. En tales casos, todo lo que la cuerda puede hacer, sea cual sea su forma, es llevar a cabo el silencio de una persona».
Estas palabras provienen de la escritora Nicole Krauss, en su espectacular novela La historia del amor.
Toni Morrison dijo: «Para una mujer es difícil decir soy escritora». Y Margaret Atwood: «En muchos países las mujeres tienen más dificultades para publicar sus obras». ¿La mujer que escribe es diferente del hombre que escribe? ¿Qué realidades marcan esa diferencia?
A menudo, escuchamos de escritores masculinos famosos que se encierran en sus oficinas para escribir, sus esposas preparan su café y comidas y, por supuesto, cuidan a los niños. Muy raramente, ¡escuchamos de mujeres escritoras en ese escenario!
Los desequilibrios de género afectan a las mujeres en todas las actividades artísticas (y también en la búsqueda de otras trayectorias profesionales), y es una pérdida para todos cuando las voces importantes no pueden encontrar expresión o ser escuchadas.
Antes de escribir, y antes de tener hijos, fui profesora de filosofía; esa profesión estaba extremadamente dominada por los hombres, con importantes perspectivas y sensibilidades que faltaban en el campo y la literatura. Creo que ha habido mejoras, tanto en el ámbito académico como en el editorial, pero aún queda un largo camino por recorrer.
Cuando mis hijas eran pequeñas escribía «en los huecos», cuando dormían la siesta o en la escuela, o bien tarde en la noche, cuando dormían. Mi esposo siempre ha sido un padre activo, pero durante muchos años su carrera requirió muchos viajes, y yo era el padre estable «hogareño».
No tuve mucho tiempo de escritura constante, ¡razón por la cual The Yellow Bird Sings tardó mucho en escribir! Pero dicho esto, también me siento agradecida y afortunada de haber tenido el tiempo para pasar con mis hijas en crecimiento.
¿Para una mujer qué es lo más difícil de escribir un libro?
Creo que el sexismo sistémico ha llevado a muchas mujeres a devaluar sus pensamientos, percepciones e impulsos creativos, por lo que les falta la confianza para escribir en primer lugar o para continuar, si han sido lo suficientemente valientes para empezar.
Por supuesto, como se insinuó anteriormente, la dinámica familiar y la dinámica laboral han impedido que las mujeres tengan el tiempo y la oportunidad de escribir. “El dinero y una habitación propia” pueden ser esenciales, pero también, las mujeres deben creer que sus perspectivas, sensibilidades y sufrimientos son importantes y que vale la pena compartir con el mundo. En relación con la confianza, necesitan una perseverancia sin fin.
El mundo editorial puede ser muy difícil de penetrar. Honestamente, es difícil entender por qué algunos libros se publican mientras que otros trabajos asombrosos no se leen, quedan en cajones o archivos de computadora, para nunca ver la luz del día.
El sesgo de género, así como el sesgo racial y socioeconómico, ha sido un problema constante. Creo que el cambio está en marcha, pero de nuevo, el ritmo es trágicamente lento.
¿Qué ha sido lo más hermoso de escribir esta novela?
Escribir Un canto al silencio fue un proceso muy emotivo debido al tema, las conexiones que hice con niños ocultos, el tiempo que pasé inmerso en la música, viajando a Polonia y Tel Aviv, y la forma en que la historia en sí presentó mis verdades personales sobre el anhelo y el amor.
Escribir me enseña mucho. Cuando comencé a escribir mis memorias, If A Tree Falls (Si un árbol cae), pensé que estaba escribiendo una historia sobre si mis hijas escucharían, pero a medida que continuaba con el proyecto me di cuenta de que realmente estaba lidiando con la pregunta de si yo las escucharía a ellas. Escribir puede ser revelador de las maneras más significativas, y me siento muy afortunada de poder pasar mi tiempo de esta manera.
¿Cómo vieron su novela los “niños escondidos” que entrevistó y cuáles fueron sus sentimientos después de leerla?
Envié copias impresas a todos los niños ocultos que entrevisté, ¡y todos se sintieron muy complacidos! Si bien mi historia es ficticia, está profundamente informada por los detalles y las emociones que compartieron conmigo, y tuve el honor de acercarme a cada uno de ellos.
De los muchos eventos que he realizado desde la publicación de la novela, mi favorito absoluto fue con uno de los niños escondidos, ¡que es un químico ganador del Premio Nobel y escritor! El hecho de que le encantara mi novela me hizo sentir increíblemente orgullosa y feliz.
¿Para usted la literatura es una urgencia?
Me mueve escribir todos los días. Creo que parte de este impulso es la autoexpresión y parte es el deseo de resaltar y compartir aspectos de la condición humana.
¿Es cierto que escribir hace a las personas más libres?
Acceder a sentimientos y pensamientos profundos (y a menudo enterrados) a través del desarrollo de personajes y de historias, en mi opinión, brinda libertad al escritor y también al lector, quien luego absorbe las experiencias de alguien diferente, pero con la verdad de lo común.
Los libros son un susurro al oído de la humanidad. ¿Qué quieren susurrar sus libros -los que ya ha escrito y los que aún le quedan por escribir- y cómo quiere que sean entendidos por la posteridad?
Mis susurros tratan sobre la conexión y la intimidad, cómo nos conocemos y nos escuchamos a pesar de las distancias o diferencias y la separación de nosotros mismos.
¿Qué importancia han tenido sus lecturas en su formación de escritora, y qué autores -de su país o el extranjero, de hoy o de antes, clásicos o contemporáneos- van en su alma cuando se sienta a escribir?
Estoy completamente de acuerdo en que la escritura se nutre de la lectura, y diferentes libros me han influido mucho en diferentes momentos de mi vida. Shakespeare, entre ellos. Creo que es simplemente extraordinario su uso de imágenes y poesía.
¡Homero también es una influencia duradera! Borges y Gabriel García Márquez me han inspirado. También Toni Morrison. Me ha conmovido el trabajo de Jonathan Safran Foer Everything is Illuminated (Todo está iluminado) y también el trabajo de Nicole Krauss y tantos otros.
Hay un nuevo libro, How Much of These Hills Is Gold (Cuánto oro esconden estas colinas), de C Pam Zhang, que recientemente he encontrado muy inspirador (lírico y poético). Y otro de mis favoritos recientes es Song of Achilles (La canción de Aquiles), de Madeline Miller: es increíblemente hermoso.
Uno de mis libros favoritos de todos los tiempos es Toda la luz que no podemos ver de Anthony Doerr. Estudio la manera en que escribe las oraciones en sus textos.
¿Ha pasado mucha poesía por sus manos?
Amo mucho la poesía. La leo a menudo. Mis dos hijas también escriben poesía. Un libro de poesía que he valorado profundamente es Deaf Republic (República Sordaen su versión en español) de Ilya Kaminsky.
Y hay un poema de Martín Espada, que espero que le guste tanto como a mí: Alabanza: In Praise of Local 100 (Alabanza al local 100).
La filosofía, la literatura y las historias
¿Usted que ha impartido clases de filosofía cree que esta puede ir de la mano de la literatura sin crear desacuerdos estéticos y ocupar el mismo lugar en el territorio del conocimiento? ¿Qué le muestra el conocimiento filosófico que el conocimiento literario no le muestra?
Si bien creo que la filosofía (analítica), como disciplina académica, procede de una manera muy diferente a la literatura (ya que está muy basada en la lógica, es estricta y restringida), creo que la literatura puede informar en gran medida nuestras intuiciones filosóficas, aportando experiencia, aspectos emocionales y morales, mientras que el pensamiento filosófico puede aportar profundidad de razonamiento y precisión a la literatura.
No creo que estén reñidos, pero pueden arrojarse nueva luz el uno al otro. Ambas disciplinas llevan a pensar en los aspectos más profundos de la humanidad y la condición de estar vivo.
Creo que mi educación en filosofía ha cimentado mi vida como escritora creativa, porque estoy capacitada para buscar las preguntas debajo de las historias que estoy escribiendo. No siempre las encuentro al principio, pero luego las encuentro, así que empiezo a perfeccionar las ideas intelectuales que sustentan las historias que estoy tratando de contar.
¿Qué ventajas aportaron los personajes secundarios al conjunto de la historia? ¿El pájaro amarillo imaginario es también un personaje?
A través de varias relaciones secundarias pude agregar profundidad a mis personajes principales y a la narrativa en general.
Yo trato al pájaro amarillo como un personaje de mi novela. A través de él, pude aportar un subtexto a la historia, así como agregar emoción y complejidad, lo cual (cuando escribía desde el punto de vista de Shira cuando era joven) fue muy útil.
Otros personajes me permitieron mostrar una variedad de humanidad en circunstancias extremas. Kristyna es un personaje complejo: es justa y, sin embargo, le niega los huevos a Rozá. Se siente sospechosa, pero posiblemente un poco aliviada, por lo que percibe que sucede en el granero, etc., etc.
Tenía la intención de que todos mis personajes fueran complejos: el lector finalmente se entera de que una de las niñas más malas del convento tiene padres en la ciudad, pero allí está en una institución. La monja, que es dura también, lleva un gran miedo.
Quizás la hermana en el bosque que corre hacia los soldados para salvar a Chana y Rozá es una de las más desinteresadas. Pan Skryzypczak, uno de mis personajes secundarios favoritos: probablemente sabe que Shira es judía y le trae una música arraigada particular.
Leí en alguna parte que usted tiene raíces Asquenazí, que son descendientes de las comunidades judías medievales que se asentaron siglos atrás en Europa Central. ¿Puede decirme algo sobre esa ascendencia y sobre el apellido Rosner?
Hay muchos, muchos Rosner que se perdieron en el Holocausto y estamos conectados. Honro a los de mi nombre en cada museo del Holocausto al que viajo (siempre, el nombre se repite en las paredes conmemorativas).
Personalmente, siento una reacción celular a las noticias antisemitas; una reacción de miedo y malestar, como si tuviera que huir o esconderme, como sé que hicieron mis familiares, tratando de sobrevivir.
¿Hacia dónde quiere que vaya su carrera literaria y qué le queda por escribir?
Los personajes de mi historia son robados de acuerdo con diferentes nociones adultas de dónde pertenecen. Los niños judíos son robados «de vuelta» de entornos cristianos al judaísmo; un niño judío (diferente) es robado «hacia» el cristianismo (para que sea salvo); un niño polaco es robado en un programa de germanización.
Creo que estas historias tienen una resonancia especial para mí porque, cuando nuestros hijos fueron diagnosticados como sordos, hubo personas que nos instaron a dárselos a la comunidad sorda, como si nuestros hijos pertenecieran a otro lugar que no fuera nuestro. Sin embargo: somos su hogar.
Los libros son interlocutores del tiempo, y dice Rebecca Solnit que los libros van más lejos que quienes los han escrito. ¿Cree que todos los libros merecen la posteridad?
Creo que escribimos y leemos estos libros tratando de comprender el odio y el mal, y también la bondad y el bien en este mundo; tratando de encontrar la belleza donde sea que esté, y el significado de todo lo que ha sucedido y sigue sucediendo.
Además, creo que escribimos y leemos para conectarnos con los demás, para compartir sentimientos con los demás, para crecer y ser más grandes en nuestras mentes y en nuestros corazones. Creo que los libros que nos ayudan a hacer esto, sin importar el tema particular, merecen la posteridad.
¿Qué significa para usted el acto, el simple hecho de sentarse a escribir?
Cuando me siento a escribir, trato de aprender lo que está enterrado dentro de mí, con ganas de salir. A veces se trata del pasado y la memoria; a veces, se trata del presente o del futuro. Casi siempre tiene una carga emocional y es material que no conocía bien o no entendía antes de que apareciera en la página.
¿Debe un escritor ser siempre un idealista?
No lo sé, pero lo que tengo claro es que los narradores pueden llevar a los lectores a los sueños y fantasías de otros, a sus miedos y anhelos. Las historias pueden llevar a los lectores a dejar de creer y entrar en mundos mágicos, y esto nos enriquece. Podemos imaginar nuevos mundos.
Fuente: acento.com.do