En el país nipón conviven tradición y modernidad, pero la primera puede encontrarse actualmente en peligro de extinción
Cuando observamos cómo los japoneses fabrican con delicadeza pequeñas grullas (algunas del tamaño de una uña) con papel, sus origami, nos sorprende la minuciosidad con la que lo hacen. Como su teatro ‘kabuki’, tranquilo y quizá ‘soso’ para los occidentales, y a su modo, la exponente más popular en los últimos meses: Marie Kondo, esa asistente que todos querríamos tener en casa para doblar con mimo nuestra ropa.
Quizá la cultura japonesa se nos antoje extraña en muchas ocasiones. Se trata, al fin y al cabo, de un país que en tan solo 20 años (desde los 60 a los 80) consiguió un milagro económico nunca antes visto, lo que ha marcado una sociedad llena de contrastes. Entre la majestuosidad de los edificios de sus megalópolis (Tokio es la ciudad más grande del mundo) sumergen sus ciudadanos, callados, tranquilos, circunspectos.
El trabajo perfecto
Pero, ¿por qué los habitantes del país del sol naciente parecen tan minuciosos y detallistas en todo lo que hacen? A menudo se los describe de esta manera: existen pasamanos para personas de distintas alturas y los ‘tuppers’ donde guardan la comida parecen tan bien hechas que podrían ser colecciones de museos. Todo esto puede relacionarse con el término ‘shokunin’.
Los japoneses son tan minuciosos quizá por los recursos limitados de su isla que, además, se ha mantenido aislada durante siglos
Se define como ‘artesano’ en español, aunque encierra mucho más que eso. Para los aprendices no significa exclusivamente tener habilidades, también actitud y conciencia social de ser los mejores en su trabajo para el bienestar general de la sociedad. Hemos mencionado en otras ocasiones que los asiáticos, frente a los occidentales, comparten rasgos colectivistas: priorizan a los demás y participan en comportamientos que benefician al grupo. Algo así como los escandinavos, que tienen grabada su ‘Ley de Jante‘, con la que se retrata negativamente la vanidad. Nosotros nos guiamos por el individualismo, ellos, sin embargo, debido a su herencia budista se centran en el precepto de ‘gaman’: piensa en los demás antes que en ti mismo.
Probablemente el ‘shokunin’ más famoso en la actualidad es Jiro Ono, maestro del sushi de 94 años que tiene su propio documental: ‘Jiro sueña con Sushi’, del estadounidense David Gelb. El chef es propietario de Sukiyabashi Jiro, un restaurante localizado cerca de la estación de metro de Ginza (Tokio). Es considerado el mejor artesano vivo del sushi y justamente busca la perfección a través de la comida. «La parte más importante de hacer sushi es crear un equilibrio entre el arroz y el pescado, si no están en completa armonía no tendrá buen sabor», cuenta, mostrando con ello una parte de la idiosincrasia japonesa, para Jiro es tan importante la disciplina como la creatividad. La máxima simplicidad lleva a la pureza, asegura.
Peligro de extinción
El problema es que Ono tiene una edad avanzada (ya se considera patrimonio japonés), como muchos otros ‘shokunin’, lo que en la actualidad preocupa al país, pues existe la creencia de que en muchos casos no hay nadie para reemplazarlos, particularmente en las comunidades rurales afectadas por la despoblación. Si Japón envejece y la automatización se generaliza, ¿podrá la generación más joven proteger a estos artesanos?
En realidad la automatización y la desaparición de trabajos en el futuro es un problema a nivel global. El informe ‘El futuro de los trabajos 2018’ (‘The Future of Jobs 2018’) ya pronosticaba que algunos empleos ‘de cuello blanco’ (cajeros de banca, contables, secretarios) desaparecerán de aquí a unos años. Es algo natural, pues en la historia del ser humano ya han desaparecido multitud de otros trabajos, pero aun así, algunos ‘shokunin’ parecen querer luchar contra ello, por lo menos durante un tiempo. ¿Cómo? Renovando lo viejo para hacerlo nuevo y, ya de paso, convertirlo en un arte.
Los artesanos tradicionalmente eran hombres (por ahora no hay equivalentes femeninos), y los jóvenes prefieren estudiar y tener titulaciones
Así lo cuenta en ‘BBC‘ Yuya Hasegawa, un ‘shokunin’ de tan solo 35 años que se dedica a un oficio perdido en el tiempo: el limpiabotas. «Hace 15 años, cuando comencé a salir a la calle, los abrillantadores de trabajos eran hombres mayores, por lo que ser joven ya me diferenciaba», explica. «Soy dueño de un negocio y tengo aprendices (una comunidad de jóvenes de entre 20 y 40 años). Se necesita fuerza física para esto y energía, no tiene sentido simplemente limpiar los zapatos, es comprender la situación en la que el cliente los usará, el trabajo que hará, su tipo de ropa». De nuevo, trata tu oficio como un arte y se acerca al trabajo meticulosamente.
Algunos expertos quieren dar una explicación a esta minuciosidad hablando de los recursos limitados que tiene la isla la cual, además, se mantuvo aislada de manera autoimpuesta durante mucho tiempo (concretamente desde 1639 hasta 1854). Incluso si la materia prima no es la mejor, ellos intentarán hacerlo perfecto. A pesar de excepciones como la de Hasegawa, el oficio de ‘shokunin’ se está perdiendo. Los jóvenes buscan más títulos profesionales y, además, se da un problema imperante de las sociedades orientales: el machismo. El sistema de los artesanos ha involucrado tradicionalmente a padres e hijos, dejando a un lado a las mujeres (sin ir más lejos muchos restaurantes de sushi de alta gama de Japón no las contratan porque no consideran que puedan ser chefs), por lo que no hay equivalentes femeninos, por ahora.
Fuente: El Confidencial.com