Cada 7 de febrero es un recordatorio de la deuda que como hijos de la Iglesia Católica tenemos con el Beato Papa Pío IX.

El papado en duración más largo de la historia. 31 años y medio.

De una familia muy acomodada e importante preparación académica, así como de profunda espiritualidad, en un principio quiso hacer la diferencia.

Se mostró abierto al diálogo y a la actualización de la Iglesia, pero le pagaron con desprecio, aprovechamiento e incluso atentando contra su persona en reiteradas ocasiones, incluso queriendo tirar su cadáver al río.

De ahí, que ante los reiterados ataques, contestaciones y expropiaciones, toma una postura radical, la de sus antecesores inmediatos, para preservar a la Iglesia Romana.

Le debemos el Dogma de la Inmaculada Concepción de María del 8 de Diciembre del 1854, el patronazgo universal de San José sobre toda la Iglesia, la oficialización de la celebración del Sagrado Corazón de Jesús, el Concilio Ecuménico Vaticano I con sus dogmas de la fe y la razón, y la Primacía e Infabilifad Papal, entre tantos bienes más.

Termina sus días con una grave y dolorosísima enfermedad que incluso degeneró su apariencia física.

Su herencia espiritual y pastoral mantiene en pie a la familia católica.