Doce años bastaron para perder a su hijo, a quien no ha vuelto a ver desde que el niño tenía un año, y a su madre, quien murió seis años atrás sin tener la posibilidad de decirle adiós, según dice, consumida por la depresión de verlo preso.
Santo Domingo (D.N.), República Dominicana.- A don Luis no lo condenaron a prisión, lo trancaron, y una vez atrapado, botaron la llave de su vida.
En 12 años de ser un fantasma en el caótico sistema penitenciario, lo perdió todo: a su hijo, a quien no ha vuelto a ver desde que el niño tenía un año, y a su madre, quien murió hace seis años sin la posibilidad de decirle adiós. Según dice, la depresión de verlo preso la consumió.
Cuenta que su progenitora era la única que lo visitaba, pero al ver lo mal que se ponía cada vez que iba a La Victoria, decidió pedirle que no lo hiciera más. No la vio de nuevo.
Lo de su madre es el mayor reclamo que hace a Moreno, el ingeniero a quien consideraba una persona muy cercana a él. Fue la misma persona que llamó a la Policía cuando Luis, albañil de oficio, acudió a su casa en Monte Plata, para exigirle el pago de 35 mil pesos que le adeudaba por trabajos de construcción que había hecho.
Ese 12 de agosto del 2009 inició su calvario. Luego de ser trasladado por los oficiales hacia el destacamento, fue enviado a la cárcel La Victoria de donde no salió hasta el pasado lunes 9 de agosto del 2021.
Nunca fue investigado. Nunca se levantó ningún tipo de cargo en su contra ni hubo un expediente.
Para más inri, Luis Peña Valdez, de 55 años, no tiene cédula ni ningún otro documento de identidad. Pero aun así permaneció recluido en la cárcel todos esos años.
“En La Victoria 12 años. Sin pruebas. Sin delito. Sin nada. Solo por el gusto de otra persona. A ese señor yo le prestaba mi dinero para hacerle pagos a los trabajadores, dinero que yo ahorraba trabajando ahí mismo. Yo soy maestro en albañilería. Él me puso un plazo (para el pago), fui. Me dijo: no tengo dinero, Luis deme un chance. Le dije ‘tato’, no hay problema”, narra Luis a Acento.
Continúa: “Cuando le di el plazo, lo que hizo fue que se me escondió. Cuando llegué a la casa la esposa me dice no, él no está aquí. La niña le dice: mami no le esconda a papi a Luis, dile que papi está ahí. La niña desde chiquita está así conmigo. Le dije: si él está ahí, ¿por qué se me esconde? Que salga a hablar conmigo. Así fue que dije. Y de una vez dos policías aparecieron en un motor. Él los llamó desde la habitación. Me metieron al destacamento. Al otro día por la mañana, como a las 9:00, me montan en una guagua y salen conmigo para La Victoria, sin pasar por ningún juzgado”.
Cuenta también que cuando llegaron a La Victoria, los policías que lo trasladaron dijeron que el expediente suyo «llegaría por vía fax» y el sargento de la cárcel les creyó.
“El sargento me mandó para La Planchita y me trancó. Días vienen y días van. Mire, 12 años esperando ese fax”, asegura.
Del ingeniero no sabe ni su verdadero nombre. Solo lo conocía como “Moreno”, y dice que no supo más de él.
“Ese hombre no apareció más. Ni querella, ni denuncia, ni nada. Ese hombre no lo he vuelto a ver más nunca”, afirma.
Encuentro con el nuevo director de Prisiones
Don Luis narra que un día se encontró al nuevo director general de Prisiones, Roberto Hernández Basilio, y le explicó su situación.
Hernández Basilio lo envió ante la jueza itinerante de Ejecución de la Pena de la cárcel de La Victoria, quien inició las gestiones.
“No me hallaron pruebas, no me hallaron fichas, nada. Absolutamente nada. Yo nunca en mi vida había estado ni detenido en un cuartel”, indica.
Un nuevo comienzo para don Luis
Después, el Comité Nacional de los Derechos Humanos supo de su caso e inició el proceso para que fuera liberado.
Unos tres meses más tarde, el Comité pudo conseguir la libertad de don Luis, quien es oriundo de Batey Verde, en Sabana Grande de Boyá, a donde espera volver con la esperanza de iniciar una nueva vida.
Su deseo es poder reintegrarse a las labores de albañil, buscar a su hijo y a otros familiares que tiene en el municipio.
“Haré lo mismo. Como Dios le gustaría que fuera. Como soy. A mí la construcción solo lo dejo el día que yo me muera. A mí me gusta mi trabajo de construcción. Yo no soy ingeniero, ni maestro constructor fino, pero yo le hago cualquier casa a cualquier gente, como la hace cualquier ingeniero”, culmina.
Demanda al Estado
El Comité Nacional de los Derechos Humanos informó este martes que solicitarán al Gobierno indemnizar a don Luis con una casa y otros elementos que necesita, pues ahora mismo “solo tiene la ropa que lleva puesta”.
El presidente del organismo, Manuel María Mercedes, acompañado de dos abogados más que llevan el caso del hombre, dijo que, si su solicitud no es atendida, procederán a demandar al Estado dominicano por los daños ocasionados a don Luis.
También iniciaron las gestiones para dotarlo de una cédula de identidad.
Comité Nacional de Derechos Humanos.
Fuente: acento.com.do