«¡Los que van a pagar en dólares por aquí!», gritaban militares y policías a una multitud de conductores que esperaba turno en una gasolinera en Caracas. La confusión reinaba entre largas filas y quejas este lunes, día en que Venezuela estrena nuevas tarifas dolarizadas.
Ante una severa escasez de combustible en un país donde prácticamente era regalado, el gobierno socialista de Nicolás Maduro aumentó a 50 centavos de dólar el litro de gasolina de 95 octanos. Mantuvo a la vez un alto subsidio con una tarifa en bolívares equivalente a 2,5 centavos de dólar, pero solo válida con límites de consumo -120 litros mensuales para automóviles y 60 para motocicletas- previo registro.
A primera hora, largas colas serpenteaban en estaciones de servicio caraqueñas.
Luego de escuchar por radio que había bombas abiertas tras semanas de cierre, Antony Moreno, repartidor de sushi de 27 años, se alistó para cargar el tanque de su moto. Encontró interminables filas y problemas de conectividad en los sistemas de pago con tarjetas de débito, vitales en Venezuela por la falta de efectivo.
«Otra cosa más que dañaron», dice Antony, molesto con el gobierno, tras recorrer varias estaciones sin poder abastecerse.
Caracas se había mantenido a salvo de la escasez de gasolina, crónica desde hace años en el interior del país, pero el desabastecimiento estalló durante la cuarentena declarada en marzo por la pandemia de COVID-19. Las nuevas tarifas coinciden con una flexibilización del confinamiento en sectores como la banca.
Confrontado por esa sequía, que expertos atribuyen a corrupción y decisiones erráticas en la estatal petrolera PDVSA, y cercado por sanciones de Estados Unidos, el gobierno abrió la «compuerta» a «importadores privados» para la venta de gasolina a precios dolarizados, sin informar quiénes son o si hubo licitaciones para elegirlos.
Antes del incremento, con tarifas rezagadas por la inflación y la constante depreciación del bolívar, con lo que cuesta un huevo podía comprarse la carga de casi 11.000 camiones cisterna cargados con gasolina de alto octanaje.
El ministro de Petróleo, Tareck El Aissami, consideró exitosa la primera jornada con nuevas tarifas. «No se ha presentado ningún incidente», dijo a finales de la tarde en una declaración transmitida por la televisión estatal.
Temprano, Asdrúbal Chávez, presidente de PDVSA, había dicho que 90% de las 1.568 gasolineras del país estaba «despechando combustible», con 200 autorizadas para cobros en dólares. La AFP, no obstante, constató que numerosas estaciones de Caracas permanecían cerradas cerca del mediodía.
– «30 litros nada más» –
En las bombas que hacían cobros en divisas, había filas separadas para pagos en dólares y en bolívares. El despacho dolarizado era más fluido.
Para adquirir gasolina subsidiada, los conductores, que en ese caso tienen días asignados por número de placa, deben colocar un dedo en un dispositivo que capta huellas digitales y confirma si están registrados en una plataforma digital creada por el gobierno para acceder a beneficios sociales. La oposición califica el procedimiento como un «mecanismo de control social».
En una surtidora de Petare, barriada popular de Caracas de unos 900.000 habitantes, Oswaldo Torrealba, paramédico de 56 años, esperaba llenar el tanque de 150 litros de su vieja ambulancia.
Tocó la puerta en tres gasolineras. «Me echaron 30 litros nada más», lamenta.
En una estación de servicio en el este de Caracas, Orlando Mujica quitaba con un trapo el polvo adherido a los dispensadores. Desde el 17 de marzo, un día después de decretarse la cuarentena, estaba cerrada por no recibir combustible.
Está «contento» de volver, dice, luego de dos meses sin trabajo. «Gracias a Dios y a Irán», remarca refiriéndose a la llegada a Venezuela de cinco buques iraníes con gasolina.
En una de las estaciones, miembros de colectivos -grupos chavistas que la oposición acusa de estar armados- protestaban ante militares por el «trato preferencial» a quienes pagaban en dólares.
– «Discriminación» –
Sin saber cómo sería el despacho, Etna Gómez, de 51 años, llegó a la gasolinera en la madrugada con la esperanza de llenar el tanque de 40 litros de su auto. Por delante tenía más de 100 vehículos.
Siente «discriminación» por la exigencia de registro para acceder al subsidio.
Con las tarifas dolarizadas, requeriría 20 dólares, lujo impagable para muchos en un país con un salario mínimo de unos cuatro dólares mensuales.
Después de pagar en días anteriores hasta tres dólares por litro en el mercado negro generado por la escasez, Luis Yagual, vendedor de frutas de 29 años, se arrima a la fila sin ocultar su malestar.
«Venezuela producía gasolina, ¿qué la hicieron?», pregunta.
Fuente: AFP