Cuando el perfil de la deuda pública dominicana estaba dominado por el financiamiento con los organismos multilaterales, caracterizado por períodos de gracia, tasas de interés blanda y plazos para el pago del capital con un horizonte prolongado, la carga fiscal de la deuda no se generó de inmediato, al tiempo de no ser significativa (1999:16.6% del PIB), porque el servicio de la deuda no tenía que honrarse en el corto plazo. Hoy día, que el perfil lo dominan acreedores privados y que la fuente de financiamiento son básicamente bonistas particulares e institucionales, ambos profesionales, los compromisos financieros se generan de inmediato, al menos en la parte de los intereses y, además, que el saldo de los pasivos son cada vez de mayores montos -para diciembre de 1999 era de US$ 3,660.9 millones (16.6 % del PIB) y a septiembre de 2024 fue de US$ 57,359 millones (46.1 % del PIB y RD$ 3.44 billones)-, para un aumento nominal equivalente a US$ 53,698.1 millones en 25 años, sugiriendo un crecimiento anual de US$ 2,148 millones.
El tema del endeudamiento público es desafiante por los compromisos financieros que se derivan, por la conducta de los políticos, que han visto el financiamiento/deuda presupuestaria como tabla de salvación, en particular, luego de la inauguración de la primera emisión de bonos soberanos en el 2001, al darse cuenta de que no están atados a los requisitos establecidos por los organismos de financiamiento multilateral y, que por el contrario, estructurada y colocada la emisión de bonos en el mercado, el dinero líquido está en manos del gobierno de turno, que lo consigna en el proyecto de ingresos y gasto público anual y, también, entre economistas, que asesoran a los gobiernos diciéndole que mientras el flujo neto de ingresos por préstamos frente al pago del servicio de la deuda esté a su favor, no hay mucho de qué preocuparse.
Recientemente el país se enfrascó en la discusión de la reforma fiscal presentada por el gobierno, al margen de si es o no necesaria, una cosa fue evidente, el rechazo generalizado por parte de la población, que llevó al gobierno a tener que retirarla del Congreso de la República, la otra, menos conocida y entendida, es que la reforma en nada atacaba el déficit fiscal, porque se mantenía en torno al 3.0 % del PIB y por consiguiente tenía un efecto neutro en el ataque sobre el referido déficit, al endeudamiento progresivo que exhibe el sector público no financiero y mantenía la presión del servicio de la deuda en ritmo ascendente.
La presión del servicio de la deuda pública (pago de intereses) sobre el gasto público total se ha comportado en forma creciente a lo largo de los últimos 25 años, para el 1999 era de un 2.51 % del gasto total, colocándose luego a un 20.1 %, también del gasto público total para el 2025. Este indicador es revelador del movimiento ascendente del endeudamiento dominicano y de las obligaciones financieras que se contraen, que obliga a sus finanzas públicas a ser manejada con una mayor rigidez y restándole posibilidad a la mano gubernamental para atender obras de infraestructura para el bien común y gastos focales a los más vulnerados.
Como resultado de los déficits fiscales acumulados ascendentes a RD$ 827,160 millones y del apetito gubernamental para gastar más, desde septiembre de 2020 hasta septiembre de 2024, el gobierno central ha recibido y manejado por concepto de deuda pública interna y externa el mayor de los montos en la historia económica dominicana, un total de RD$ 1,360,674,923,464 millones (que se lee: un billón trescientos sesenta mil seiscientos setenta y cuatro millones novecientos veintitrés mil cuatrocientos sesenta y cuatro pesos), que promedia unos RD$ 340,168,730,866 al año (trescientos cuarenta mil ciento sesenta y ocho millones setecientos treinta mil ochocientos sesenta y seis pesos), equivalente a un 4.6 % del PIB nominal del 2024 y del actual presupuesto un 24.0 % del gasto total.
Convertido a dólares estadounidenses, el monto total del endeudamiento del sector público no financiero equivale a 23,999 millones para el periodo septiembre 2020 a septiembre de 2024, representando un promedio anual de 5,994,652,620 millones. Escrito en pocas palabras, el gobierno le ha ingresado por préstamos durante 4 años, casi RD$ 340 mil millones al año o su equivalente de casi también US$ 6 mil millones anuales.
Pero como Milton Friedman popularizó la expresión de que no hay almuerzo gratis, la danza de los miles de millones de pesos y dólares tomados prestados por los gobiernos, especialmente en los últimos 4 años, por ser el de mayor monto, tampoco podía salirle gratis a la economía dominicana y menos aún a los contribuyentes, al tener que pagar a través del servicio de la deuda, un monto para el periodo septiembre 2020/septiembre 2024, que asciende a RD$ 865,647 millones o su equivalente a US$ 14,918 millones, para promediar RD$ 216,412 millones anuales (US$ 3,729 millones).
Al compararse los ingresos fiscales por endeudamiento frente al pago de la deuda, resulta en un flujo neto durante el lapso de tiempo indicado precedentemente, que alcanza los US$ 9,081 millones (RD$ 505,753 millones), balance que crea la ilusión financiera de que endeudarse resulta conveniente, pero es lo contrario, termina siendo una trampa para el espacio fiscal, ante la rigidez presupuestaria que le impone cumplir con los pasivos y la reducción de los recursos para atender las obligaciones públicas. El manejo presupuestario con vocación deficitaria que permite que los gastos en forma recurrente superen a los ingresos, provoca continuos déficits fiscales y estos a su vez mayores niveles de endeudamiento, haciendo que el servicio de la deuda se constituya en una carga creciente e ineludible.
La carga creciente del pago de los intereses de la deuda pública se ha dimensionado a niveles preocupantes para el manejo del presupuesto nacional, al pasar de un 2.5 % del gasto total en el 1999 a un 20.1 % para el próximo año 2025, aumentando de esa manera el gasto corriente y siendo este el precio del almuerzo. Como es de esperarse, el achicamiento del espacio fiscal provoca una menor dotación de recursos para el gasto de capital, haciendo que el papel del gasto público como uno de los motores del crecimiento económico pierda capacidad de expansión, de manera tal, que esa situación desincentiva o frena la inversión privada, elevando los riesgos macroeconómicos de origen fiscal.
Como los almuerzos no son gratis, tampoco lo es la deuda pública, por lo que, no sería aconsejable celebrar lo del flujo neto entre los ingresos por endeudamiento y gastos por pago de la deuda pública, ante la evidencia de que el pago de los pasivos públicos crea más deuda y mayor servicio de la deuda, generando el saldo que hoy tiene la economía dominicana, que alcanza los US$ 57,596 millones, por la vía del sector público no financiero y la del pago de intereses que se sitúa para el 2024 en US$ 3,377 millones.