Santo Domingo, Distrito Nacional.- El tema del régimen cambiario puede ser abordado al menos desde dos perspectivas, la cualitativa y cuantitativa. Acerca de la primera, una manera de hacerlo es a partir de dos posiciones que recoge la literatura económica, la que promueve la libertad de elegir, de orientación clásica, base de la flotación cambiaria libre, que encuentra sustento en su fase originaria en Adam Smith, por aquello de que el “máximo nivel de bienestar social se genera cuando cada individuo, de manera egoísta, persigue su bienestar personal y su suma genera el bienestar colectivo”.
La otra posición, la flotación cambiaria con cooperación, que encuentra fundamento teórico en la tesis de John Nash, acerca de la teoría de los juegos, la que señala que “una sociedad maximiza su nivel de bienestar cuando cada uno de sus ciudadanos accionan a favor de su propio nivel de bienestar; pero también sin perder de vista el punto de vista de los demás integrantes del grupo”.
Apréciese que lo que distingue uno del otro enfoque, es que mientras en el primero la acción de cada persona tiene como factor el egoísmo, en el segundo, el factor es la cooperación.
Desde principio de 2012 el Banco Central asumió el esquema de meta de inflación, esa meta hace más necesario que la autoridad monetaria acuda a todos los recursos instrumentales de que dispone a fin de alcanzar bajos niveles de inflación; razón que explica la posición legal asumida cuando las condiciones coyunturales del mercado cambiario invitan a inyectar, los dólares que se requieren; conducta que debe verse como una cooperación a determinadas situaciones cambiarias y no como un factor contaminante.
Como un ejercicio de aplicación, soporte y entendimiento de la importancia de un régimen de flotación con cooperación para la estabilidad económica, la teoría de juegos puede ayudar a ese propósito, bajo el caso clásico del modelo de conflictos: El dilema del prisionero, que supone la búsqueda del éxito, máxima rentabilidad, bienestar, etc. de manera estratégica, basado en las decisiones individuales; pero tomando en cuenta la de los demás.
Conforme al enunciado clásico de El dilema del prisionero, su relato es como sigue: “La policía arresta a dos sospechosos, pero no existen suficientes pruebas para condenarlos. Se cree que han participado en el robo de un banco, delito penado con diez años de cárcel. Tan sólo puede culparles de un cargo menor, tenencia ilícita de armas, cuyo castigo es de solo un año. Detenidos y encerrados en celdas separadas de forma que no pueden comunicarse entre sí, la policía les visita de forma independiente ofreciéndoles el mismo trato.
Si uno confiesa y su cómplice no, el cómplice será condenado a la pena total, diez años, y el que confiesa será liberado. Si uno calla y el cómplice confiesa, éste será quien salga libre y el primero recibirá una pena de diez años. Si ambos confiesan, los dos serán condenados a seis años. Si ambos lo niegan, tan solo podrán encerrarlos durante un año por cargo menor.”
La moraleja de El dilema del prisionero, radica en que si ambos decidiesen cooperar entre sí, permaneciendo en silencio, a partir de la decisión individual, pero tomando en cuenta la del otro, serían condenados a la menor de las penas.
Al trasladar “El dilema del prisionero” como “El dilema cambiario”, en el que existe la posibilidad de dos tipos de régimen de mercado, el totalmente libre y el libre con cooperación de la autoridad monetaria, el ejercicio se describiría así: Los demandantes aspiran obtener dólares en tiempo oportuno y a precio razonable en un mercado totalmente libre; sin embargo, dado que los intereses de los demandantes de dólares son disimiles, van desde necesidades reales de sus operaciones, hasta sus expectativas y riesgos, pasando también por el poder que le da su capacidad, su primera acción es demandar los dólares que necesita en forma individual, sin importar que sea simultáneo o no, partiendo que el resto hará lo propio; de esa manera la presión sobre el tipo de cambio refleja la realidad del mercado.
La segunda acción, una parte de los demandantes de dólares adquiere más dólares de los que necesita, solo por el tema de determinadas expectativas; mientras que la otra parte no lo hace, dado su menor capacidad, provocando la primera parte una mayor alza en la cotización y volatilidad de la divisa; en el tercer caso, todos los demandantes de dólares acuden al mercado en forma simultánea a comprar dólares más allá de sus requerimientos, unos con más poder que otros, haciendo que las entidades que lo ofertan administren su disponibilidad, “distribuyéndolos” de manera discrecional a favor de los más poderosos, esa conducta delata su accionar egoísta, comprarlos sin importar las consecuencias, como la de una mayor escasez coyuntural del dólar y el alza de su cotización, con sus efectos multiplicadores negativos hacia el resto de la economía, atentando contra la estabilidad.
La moraleja de El dilema cambiario, si los demandantes de dólar en la racionalidad de la cooperación, dada por tomar en consideración la actitud del otro o por el auxilio de la autoridad monetaria en la compra y venta de dólares, como tenedor y proveedor de divisas legal, se reduciría el riesgo de la volatilidad o insuficiencia momentánea de la divisa y aportaría en la dirección de la estabilidad, expansión de la economía y el beneficio de todos.
El mito de la depreciación
Bajo la sombrilla de las conductas descritas en los dilemas presentados, diversos sectores económicos, especialmente los ubicados en los exportadores y determinados hacedores de opinión económica, han planteado la conveniencia de un régimen de mercado de flotación totalmente libre, como forma de fijar el “verdadero precio del tipo de cambio” con el supuesto fin de hacer más competitivas las exportaciones nacionales y hacerlas crecer.
Sobre esa posición, la evidencia cuantitativa dominicana, e incluso la de muchos otros países que no tienen capacidad económica, militar, política, geográfica, de productos estratégicos para incidir en la formación de precios internacionales, muestran que no es cierto que favoreciendo mayores niveles de depreciación cambiaria se fomenten las exportaciones.
La anterior aseveración se fundamenta en que una parte importante de los productos que dominicana exporta, como el Oro, que representa el 91.0% del total del sector minero y el 13.0% del total general de las exportaciones; así como el Guineo y Cacao que representan el 74.0% de las exportaciones de origen agropecuaria, sus precios son determinados en los mercados de futuro y commodities, y en esos tipos de mercados intervienen un conjunto de factores ajenos a la conducción de la política económica que pueda diseñar la República Dominicana.
Por otro lado, permitir un deslizamiento del tipo de cambio, amparado en un régimen de flotación totalmente libre, sin la cooperación del Banco Central, no necesariamente hace más competitivas nuestras exportaciones, dado que habría que examinar el país de destino de las exportaciones, en cuanto a que si esa nación promueve de igual manera una depreciación, como es lógico suponer, las importaciones de esos países también se encarecerían, al igual que el nuestro, haciéndolas menos demandadas.
En la misma línea de razonamiento, el comportamiento de las exportaciones durante los últimos once años; así como también el nivel de depreciación o apreciación del tipo de cambio, permite ponerlo aprueba. Respecto a las exportaciones, sólo los años 2008-2009 y 2015 no mostraron crecimiento durante el periodo 2006-16, el resto de los años el desempeño fue positivo, destacándose el 2010 y 2011 con tasas de crecimiento de 24.4% y 22.7%, respectivamente; en promedio anual, el crecimiento fue de 4.9%.
Con relación al tipo de cambio, la depreciación más alta fue en el 2006 con 9.7% y la más baja en el 2016 con 2.3%; mientras sólo en el 2007 el peso dominicano se apreció en 0.3%; en promedio anual, la depreciación del peso dominicano alcanzó 3,9%.
Al asociar el nivel de depreciación con el comportamiento de las exportaciones, se puede observar que los años de mayor tasa de crecimiento, 2010/11, no fue acompañada con las tasas de depreciación más alta; por el contrario, el tipo de cambio fue de los más bajos en toda la serie histórica; e incluso, el tercer año de mejor desempeño de las exportaciones que fue el 2007, el tipo de cambio se apreció, corroborando lo expresado en este examen que, economías como la dominicana no tienen capacidad para incidir en los precios de los productos de exportación.
En línea con lo anterior, también aconteció en los años 2008 y 2009, cuando las exportaciones decayeron en 5.7% y 18.7%, respectivamente, mientras se registraban niveles de depreciación por encima del promedio del periodo, en magnitudes de 4.1 y 4.2%, parecida situación también aconteció en 2015, con caídas de las exportaciones de 5.1% y depreciación de 3.4%.
Otro argumento expuesto por los defensores de una mayor depreciación de la moneda nacional y de no aceptación de la cooperación del Banco Central, son las inyecciones de dólares que distorsionan el mercado; cuando acontece que lo cierto es que de conformidad con el volumen neto de los dólares que se transaron en el mercado cambiario dominicano durante el 2016 ascendió a US$21,235 millones, la participación de las inyecciones apenas alcanzó el 0.0009% del total, participación que puede ser tipificada de insignificante dentro del mercado cambiario.
Referencia: Haivanjoe Ng Cortiñas