Resulta de interés por lo incidental que fue el pasado 2020, acercarnos a entrelazar distintas variables que tienen que ver con la actividad productiva dominicana, como son la tasa de política monetaria, la de interés bancario, la inflación y, el tipo de cambio, que la literatura económica le reconoce vasos comunicantes, en la relación causal o asociativa.
Un punto de partida interesante para el entramado, es reconocer que desde hace más de una década el país hace uso de las metas explícitas en los distintitos precios de la economía, tales como la inflación, el valor del dólar, además, la base monetaria y el balance presupuestario, lo que ha permitido una conducción de la política monetaria y fiscal más previsible, favoreciendo el accionar de los agentes económicos y los consumidores.
Con las metas explicitas, la autoridad monetaria maneja su caja de herramientas, consciente de que está en capacidad de influir en el nivel de liquidez y de precios, estos a su vez sobre el desempeño de la economía real y lo hace por medio de mecanismos de transmisión, siendo el más utilizado la tasa de interés monetaria, la que se ha potenciado desde que se asumió el esquema de metas de inflación a principio de 2012. Las metas explícitas procuran anclar las expectativas de los agentes económicos y público en general.
En la concepción teórica e incluso con mucha evidencia empírica internacional y local, dan cuenta del alto nivel de efectividad del efecto transmisión de la variación en la tasa de política monetaria sobre las tasas de interés, la tasa de inflación y también, sobre la demanda agregada de la economía.
La tasa de interés de política monetaria fijada tradicionalmente por el Banco Central en forma mensual, proporciona señales al mercado de las condiciones económicas prevalecientes y las previsiones del muy corto plazo. Esta opinión, evalúa el efecto transmisión de la referida tasa sobre las tasas de interés del mercado bancario de 2020, tanto en su magnitud, como en su velocidad, considerando también, otras variables incidentales.
La economía dominicana, al menos en los últimos 16 años, no ha tenido una tasa de política monetaria tan reducida como la establecida el 16 de marzo de 2020, cuando el Banco Central la redujo en 100 puntos básicos, al pasarla de 4.50 % a un 3.50 % anual y se mantuvo unos 6 meses hasta que dispuso para septiembre una nueva reducción de 50 puntos básicos, llevándola desde entonces hasta febrero de 2021 a 3.0 %.
La razón de la reducción en la referida tasa se debió a la incertidumbre y primeras señales de contracción económica en la economía mundial a causa del COVID-19. Antes de la crisis sanitaria, la tasa de interés activa bancaria y de cambio mostraban una fuerte estabilidad, la primera con 2 años en torno al 12.5 % promedio ponderado y la segunda, con una depreciación anual en 2019 en torno al 5.0 %.
El objetivo de bajar la tasa monetaria es el de recuperar la economía o mitigar su caída, ante la contracción de la demanda (en torno al 11.0 %), que provocó inflación negativa durante febrero a mayo, luego también, la caída de la economía -que se inició en marzo con un -9.4 % y a -29.8 % en abril-, para continuar en números negativos hasta cerrar el año, aunque cada vez menos intensa, obligando al aumento de la base monetaria restringida desde marzo hasta finalizar el 2020 a un 14.0 % sobre la franja mayor de la proyección del programa monetario, a fin de dar liquidez y dinamizar la demanda.
Al parecer, lo procurado con la reducción de la tasa de interés monetaria no se logró, dado que, la economía de 2020 terminó con una caída de -6.7 %, pese a que las tres últimas revisiones proyectaban -junio, agosto y noviembre-, un 0.0 %, -4.0 % y -6.0 %, respectivamente.
Durante los primeros tres meses de 2020, la tasa de interés activa promedio ponderada mostró una tendencia hacia el alza, al pasar de 10.8 % a 13.3 %. Como respuesta a la invitación a la baja que le realizó la tasa de referencia monetaria que se colocó en 3.50 % en marzo, la indicada tasa activa se redujo en abril a 10.4 %, para cerrar en diciembre en 9.8 %, mostrando una disminución de un 3.5 puntos porcentuales, respecto al nivel más alto que fue en marzo, con un 13.3 %.
En cuanto al impacto sobre los 6 plazos en que se otorgan los préstamos, que van desde 90 días a más de 5 años, el plazo más favorecido con reducción de tasa fue el de 2 a 5 años, con una baja por diferencia de tasas de un 6.23 %, seguido de la de más de 5 años con un 3.78 %. Con efecto neutro resultó el de a 90 días, con una diminución de un 0.66 %.
Por su lado, la tasa de interés pasiva reaccionó también a la baja, al pasar de su nivel más alto en febrero con 6.28 % a 3.10 % a diciembre, para una caída de un 3.18 % por diferencia de tasa. La disminución en la misma, así como el tiempo de respuesta ante la baja en la tasa monetaria fue inmediata.
En términos de plazo, el de 31 a 60 días resultó el más afectado con la reducción de la tasa, con una perdida de 4.65 % en la tasa de interés, calculado a partir de la fecha del recorte en la tasa de interés monetaria.
Para agravar el escenario contra los ahorristas en moneda nacional, la tasa de interés real derivó en negatividad, en una magnitud de alrededor de -0.84 %, al situarse la tasa de inflación en un valor por encima de la tasa de interés nominal pasiva anual, una mala forma de pérdida de valor, tanto para el ahorro nacional, como para el desafío de la política monetaria.
La evidencia encontrada en la reacción de las tasas de interés bancaria en magnitud y velocidad frente a la monetaria en 2020, indica que el efecto traspaso se logró con rapidez y la ligera diferencia en el tiempo de respuesta en la tasa activa y la pasiva, podría atribuírsele al tema de sacar beneficios en la intermediación financiera de parte de la banca.
Al entorno de la inflación y la tasa de interés, el escenario de 2020 se complicó por la elevada depreciación de la moneda de un 10.1 % en el mercado spot, superando la meta explícita situada en un 4.5 %. Quedaría por valorarse si una mayor dolarización incidió en el efecto traspaso en las tasas.
Le queda al ámbito monetario un gran dilema, subir o mantener la tasa de política monetaria en el futuro cercano, no sin antes ponderar la situación de la presión inflacionaria importada, que luce aumentar en este comienzo de 2021. En el corto plazo me quedo con la política monetaria expansiva.