El espejo es un adecuado instrumento para ver las cosas en forma reflejada. Con relación al tema de la tasa de cambio para cualquier economía con régimen de libre flotación, tomando como ejemplo la situación actual de Argentina, en cuanto al significado de lo que es una imagen proyectada en situaciones similares y si las cosas son abordadas de igual manera a como lo han hecho en ese país suramericano, dominicana podría encarar un escenario equivalente.
Hemos observado que en Argentina están atravesando por un agitado clima cambiario que para algunos, particularmente del sector gubernamental, es visto como algo estrictamente coyuntural y que muy pronto será considerado como parte de la historia; ya que solo se trata de una situación de liquidez de divisa y no de solvencia. Pero para otros no es así en lo absoluto, dado que al acudir al Fondo Monetario Internacional en procura del auxilio de no menos de 30 mil millones de dólares; se ha constituido en la señal inequívoca de que los problemas son mucho mayores que los indicados.
Pero resulta que la coyuntura al comprender un periodo de tiempo intermedio entre lo puntual y larga duración, atribuirle al alza cambiaria argentina un hecho meramente momentáneo, es un error de apreciación para el diagnóstico, que al no ser correcto, suma otras causales. En este caso de las del tipo de transparencia comunicacional; pues la depreciación del peso argentino no es un fenómeno puntual que acontece solamente en mayo; ni siquiera en el binomio abril/mayo, ya que al menos data de cinco meses: enero/mayo de 2018.
En lo que va del año, la depreciación monetaria nacional nominal respecto al dólar estadounidense se sitúa en un 26.0 %, al pasar el precio de 18.41 a 23.26 pesos argentinos vs el dólar norteamericano; y de un 16.0 % del 11 de abril al 11 de mayo, conforme a los datos que se pueden observar y calcular en la página web del Banco Central de Argentina: indicativo evidente que no es un problema puntual, sino coyuntural, por su duración de tiempo intermedio.
Ante el comportamiento cambiario en Argentina, el Banco Central ha realizado varias intervenciones de operación de mercado abierto, inyectándoles dólares de sus reservas internacionales, contribuyendo a su disminución; al pasar durante el último mes de US$ 61,840 millones a US$ 57,016 millones, para una caída del orden del 7.8 % y desde enero, que era de US$ 63,906 millones, equivalente a una baja de 10.8 %. La autoridad monetaria argentina ha vendido más de US$ 8 mil millones y elevó a 40.0 % su tasa de interés, con el objetivo de neutralizar la volatilidad cambiaria y aun no ha logrado devolverle tranquilidad al mercado.
Por la situación, las autoridades acudieron al Banco de Basilea para tomar prestados US$ 2 mil millones y tratar de neutralizar parcialmente la merma de las reservas internacionales, clave para la estabilidad cambiaria y para preservar los niveles de confianza en la moneda local.
Una combinación de causales ha provocado la crisis cambiaria argentina, que amenaza la recuperación que venía presentado su economía medida por el PIB; entre las que pueden destacarse la imposición del 5.0 % sobre las tenencias extranjeras de Letras del Banco Central (LEBAC), que unidas al alza de la tasa de interés de la Reserva Federal, ha provocado salida de capitales con presión en el tipo de cambio, el stop que le puso el Congreso al proyecto tarifario; en procura de desmontar subsidios a servicios públicos básicos, como parte del desmonte al déficit fiscal; a la pérdida de autonomía y credibilidad del Banco Central, cuando éste disminuyó la meta de inflación para el 2018, a petición del gobierno central; y la caída de las exportaciones en 10.0 %, durante el primer cuatrimestre del presente año.
En adición al prontuario de razones de la situación financiera argentina, se agrega el crecimiento de su deuda externa; la que se ha elevado en 28.6 % del 2016 a diciembre de 2017, al pasar de US$ 181,170 millones a US$ 232,952 millones; y las señales de lo que va del 2018 apuntan a la continuación de su expansión.
En la presente semana, se han generado grandes expectativas y preocupaciones en forma simultánea, tanto en los inversores como en el público en general; ante el vencimiento de una buena cartera de las LEBACS y algunos pronósticos indican previsiblemente falta de liquidez para cumplir con ese compromiso financiero por parte del organismo emisor. De acontecer eso, los tenedores de ese instrumento financiero podrían decidir convertirlo en dólares, situación que complicaría aun más el tema cambiario y sus derivadas.
La experiencia sobre la situación coyuntural cambiaria argentina debe ser aleccionadora para los dominicanos, pese a la distancia geográfica que nos separa. Pues en el plano local, en ocasiones escuchamos algunas voces promoviendo dejar deslizar el dólar y por otro lado, se cuestiona al Banco Central por las intervenciones de ley que realiza cuando el mercado cambiario lo ha requerido; además de poner en duda las cifras arrojadas de la tasa de inflación y en otro ámbito, el tema fiscal ha sido pospuesto el inicio de la discusión de un pacto para corregir distorsiones y procurar el espacio fiscal requerido por las finanzas públicas nacionales.
Por lo tanto, la recomendación es cuidar el Esquema de Metas de Inflación del Banco Central de la República Dominicana y su cumplimiento estricto; evitar promover iniciativas legislativas parciales a problemas de naturaleza estructurales, cuando el enfoque debe ser integral, evitar también contaminar la credibilidad de las políticas públicas y detener el aumento de la deuda publica ocasionada por el déficit financiero del presupuesto nacional. Esas deben ser las normas nacionales que imperen. Las debemos proteger, si es que queremos continuar disfrutando de una estabilidad macroeconómica.
Entonces: Hacedores de políticas públicas, agentes económicos, público en general y opinadores, debemos estar apercibidos de los riesgos que implican situaciones similares a las argentinas, a fin de evitar caer en crisis cambiarias que impacten negativamente en la línea del crecimiento, la pobreza y estabilidad que se ha podido construir en la economía dominicana durante al menos la última década.