Por: Haivanjoe NG Cortiñas
Un tema recurrente a nivel de los distintos medios de comunicación es el de la deuda pública, ya sea en la perspectiva de justificarla, por entender que países en vías de desarrollo tienen insuficiencia de ahorro doméstico y requieren del ahorro externo, que las tasas de interés son atractivas, que los ingresos corrientes no cubren los fondos para financiar el presupuesto de la nación, etc., o criticarla, en al menos los aspectos, del límite del endeudamiento que lo hace insostenible, o que es un nicho de corrupción.
¿Entonces, es la deuda pública un común denominador de países subdesarrollados y corruptos? Entiendo que no. Naciones ricas, desarrolladas y con muy bajos niveles o nula corrupción se endeudan, así como también las de mediano y bajo desarrollo. Dinamarca y Nueva Zelandia ocupan el primer lugar en el ranking mundial de transparencia y sus deudas per cápita se sitúan en US$24 mil y US$14 mil, respectivamente; mientras que, economías desarrolladas pertenecientes al grupo de los 7, como Japón, presenta una deuda por cada ciudadano de US$86 mil, la más alta del mundo, pese a ocupar el lugar 20 entre los 176 países donde se mide la transparencia, Estados Unidos, la economía más desarrollada de la tierra registra una deuda por persona de US$43 mil, e Italia de US$41 mil, y Costa Rica en segundo lugar de deuda por persona en Latinoamérica con US$7,200.
En contraposición, la República Democrática del Congo, país con bajo nivel de desarrollo, registra una deuda per cápita US$91, Cambodia y Zimbawe tienen una deuda por persona de US$400, donde la pobreza es un común denominador, y más cerca de nuestro territorio, Paraguay con US$900; sin embargo, Puerto Rico, territorio de los Estados Unidos, registra una de US$28 mil.
En América Latina, los países más desarrollados también presentan magnitudes de endeudamiento del sector público, no financiero muy superior al de la República Dominicana, Brasil es el caso más significativo, al liderar el ranking de la deuda como ratio del PIB con 71.0%, le sigue Argentina con 58.0%, luego naciones menos desarrolladas como Honduras, ocupa un tercer lugar con 47.0%; mientras, entre los más bajos están Paraguay con 20.0%, en segundo lugar Chile y Perú con 21.0%, Dominicana se coloca en un término medio con 37.0%.
Los pasivos latinoamericanos, visto desde la perspectiva de la deuda per cápita, muestra el nivel más elevado en Uruguay con US$10,500, seguido por Costa Rica con US$7,200 y en un tercer lugar Argentina con US$6,300; en contraposición al de Paraguay y Nicaragua con US$900 y US$1,000 respectivamente, la República Dominicana se sitúa en un punto medio con alrededor de US$3,000.
Al cruzar los indicadores deuda y PIB, ambos en per cápita, se aprecian hallazgos interesantes. Uruguay es la nación con deuda por persona más alto, como ya se indicó más arriba; sin embargo, muestra el PIB por habitante más elevado de la región latinoamericana con US$15,864, en cambio, Panamá que presenta una deuda per cápita media y posee un PIB per cápita, el segundo más alto de América Latina, significativamente superior, al situarse cada uno en US$5,500 y US$13,515.
Argentina es un país que pese a presentar uno de los niveles más alto de deuda, tanto como porcentaje de su PIB, como el pasivo per cápita de US$6,200, ocupa el cuarto nivel con el mayor PIB por persona de US$12,425. Otra nación que presenta una situación ventajosa desde esta perspectiva es Chile, que registra una deuda por persona relativamente baja, con US$2,200, en contraposición a su nivel de PIB per cápita, el tercero en la región con US$12,910.
En situación media se encuentra la República Dominicana, con US$7,112 de PIB per cápita y US$3,000 de deuda por habitante, México exhibe un panorama similar con US$3,900 de deuda por persona y un PIB per cápita de US$8,700.
La moraleja, con tan solo citar los países mencionados, se puede afirmar que la deuda está presente en todos los lugares, no es un pecado, es un recurso que complementa los recursos en países con bajo nivel de ahorro, o que bien es aprovechado en el sentido de utilizar el dinero/capital del otro por razones estrictamente de estrategia financiera o monetaria de una política económica.
¿El panorama descrito acomoda la justificación a la interrogante de quién y cuándo pagar la deuda?
Ante la socorrida versión no económica que presenta la deuda como algo casi pecaminoso, en la acepción de afirmar la supuesta irresponsabilidad de los gobiernos dominicanos al endeudar al país recayendo en la presente y futuras generaciones, dramatizando el tema al decir que lo niños en gestación deben lo que no han tomado prestado, he abordado ese aspecto en conferencias, artículos, entrevistas y libros, explicando que el endeudamiento responsable, aquel se destina al gasto de capital, es conveniente y beneficioso para la economía dominicana, habida cuenta que en la racionalidad de la inversión en obras de larga vida útil, como las de infraestructura, han sido utilizadas por distintas generaciones.
Un buen ejemplo de lo afirmado es el puente Duarte, construido en la época de la tiranía de Trujillo y aún brinda facilidades de comunicación terrestre; si una obra como esa se construye con recursos financieros solo del presente, estaría penalizando a esa generación en cuanto asumir su costo; cuando lo racional es que se redistribuya entre varias generaciones, siendo esta la respuesta a cuándo pagarla.
La misma lógica debe aplicarse a cualquier obra que se construya, sea la planta eléctrica Punta Catalina, o el Metro de Santo Domingo, de reciente construcción.
En cuanto a quién debe pagarla, una economía que ha demostrado crecer en forma continua desde 2005 hasta la fecha y que su ingreso per cápita se ha elevado de US$2,617 en 2004 a US$7,112 en 2016, es razonable pensar que el costo de la deuda que necesita contraer la economía nacional se redistribuya en aquellos que también las utilizarán y no cargar el peso de la inversión presente solo a la generación de ahora.
La deuda pública es como una navaja de doble filo, sirve para complementar insuficiencia de ahorro, cubrir déficit y posibilita implementar políticas anti cíclicas, justo eso es lo que han hecho los gobiernos dominicanos, permitiendo por esa vía que el PIB crezca, disminuya el desempleo o al menos lo detenga, al tiempo de contribuir a la estabilidad de precios; pero también asumir pasivos en forma irresponsable podría atentar contra la estabilidad, eso hasta ahora no ha ocurrido.