El tamaño y crecimiento de todas las economías del mundo es medido por el denominado Producto Interno Bruto (PIB); en el caso dominicano, dos documentos contienen lo que prevé será el tamaño de la economía, el programa monetario del Banco Central y el proyecto de ingresos y ley de gastos públicos anual de la nación, que es valorado tanto a precio corriente, que contiene la inflación del periodo, como constante, cuando se le descuenta la influencia del comportamiento de los precios sobre la producción de bienes y servicios finales.
Con el tiempo el país ha avanzado en materia de la cuantificación del PIB, pues no solo lo proyecta para el año siguiente; sino que también lo reestima si es necesario, hacia el alza o la baja, cuando la economía está en curso y acontecen factores incidentales internos o externos no previstos o ambos a la vez, que lo afecten.
Naturalmente, la expansión del PIB no debe ser un fin en sí de la política económica pública; sino un medio para que los países menos favorecidos logren acercarse al desarrollo. El comportamiento d PIB podría conectarse con mayores niveles de empleo; así como, mejor y mayor distribución de ingreso monetario, expresiones de la calidad del crecimiento económico.
Para 2017 el PIB dominicano fue pronosticado con un crecimiento de 5.5% y a mediado del mismo año fue reestimado en 4.75%; mientras que el nivel de desempeño registrado por la economía en forma acumulada a agosto ha sido de 4.0%.
De conformidad al enfoque del gasto en la medición del PIB, las exportaciones del país aumentaron en 5.9% en el primer semestre, lo que evidencia que explique en forma importante el crecimiento alcanzado de 4.0% del PIB en los primeros ocho meses del año.
Por su lado, la variable consumo interno que mide la demanda nacional, medida por las operaciones del ITBIS, mostró un tímido comportamiento al registrar un movimiento creciente del orden de 0.67% a agosto de 2017; lo que permitiría asociar poca o nula participación en la contribución de la motorización del aumento del PIB en los niveles esperados de 5.5%, o el reestimado de 4.75%.
En la misma línea del enfoque del gasto, la Formación Bruta de Capital (FBC), propiciadora del movimiento de la inversión, equivalente a decir, del aumento de los bienes de capital, decreció en 6.9% a agosto de 2017; al tiempo que las importaciones mostraron un pobre desempeño durante el primer semestre, al situarse en 0.6% de aumento, sugiriendo ambas variables la ausencia de relación con el registro de crecimiento del PIB de 4.0%.
Lo descrito en el comportamiento de las variables examinadas muestran con altos niveles de certeza que los factores internos motorizadores de la economía no han estado presentes, al menos durante los primeros 6 y 8 meses del año en curso.
Fuera del enfoque del gasto, una variable ha considerar que presumiblemente influye en el comportamiento de la demanda interna y por la tanto del consumo, es la de la inflación, misma que a septiembre de 2017 se situó en 2.42%; cuando para el mismo periodo anterior alcanzó 0.35%, esto es, 2.07% menos de incremento de precios; lo que podría asociarse a que el PIB creciera menos de lo esperado.
No obstante al panorama descrito, un crecimiento del PIB de 4.0% no es para nada despreciable, pues ha crecido más que la tasa de aumento de la población y acontece en un clima de estabilidad cambiaria, tasas de interés, confianza y un desempeño de la tasa de inflación dentro del marco de su meta de 2017.
De todos modos, al PIB haber crecido ligeramente por debajo de su potencial, que es de 4.5% en la economía dominicana, debe ser un indicador de alerta para auscultar en el tipo de política económica focal que favorezca detener la desaceleración de la economía, tanto por el lado de lo estimado, como por el registrado en periodos anteriores, especialmente ante una coyuntura donde prevalece un entorno económico internacional estable, auspiciador de crecimiento.
La preocupación de un crecimiento inferior a lo esperado de la economía, adquiere aún más relevancia por las consecuencias que podría tener a nivel de los riesgos que se asocian cuando se produce ese escenario, tanto por el lado de la sostenibilidad de la deuda pública, como por la generación de ingresos tributarios, de empleos; así como una mayor y mejor distribución del ingreso monetario.