No cabe la menor duda que China es una potencia económica, las cifras así lo atestiguan. Es la primera potencia mundial desde el punto de vista del tamaño del PIB, medido por el Poder de Paridad Adquisitivo, con US$25,238,563 millones, también lo es desde la perspectiva del comercio, con una participación que ronda el 41.0% del total importado y exportado en el planeta y, en adición, China lidera en el mundo el ranking de ser el mayor inversionista en activos, con un cifra que supera US$206,600 millones.
Ante un país inmenso cualquier otro podría verse pequeño, principalmente si lo es realmente. República Dominicana, desde esa óptica es una muestra; sin embargo, podría, basado en relaciones amistosas, de cooperación, de tiempo, estrategia, operatividad y paciencia, obtener beneficios, al revertir la impotencia que caracteriza los vínculos totalmente desiguales entre naciones, como son el de China y República Dominicana.
Un proverbio chino dice: “Si eres paciente en un momento de ira, escaparás a cien días de tristeza”, la cita viene a propósito de la parte cultural dominicana, caracterizada por la premura sobreponiéndose a la espera y resultados de corto plazo obnubilando los de mediano y largo plazo; entonces la moraleja, en las nuevas relaciones dominico-china, debemos apostar a la obtención de resultados para después, no para hoy, tampoco para mañana; si es que se implementan las acciones que se correspondan con las estrategias.
Conforme a las primeras informaciones dadas a conocer por el gobierno de República Dominicana, el país firmó acuerdos y memorandos de entendimiento con China sobre diversas áreas; en el caso del plano económico, pueden identificarse y resumirse en las siguientes:
Acuerdo de cooperación de la aviación civil, los memorandos entre el Ministerio de Hacienda y el Banco de Desarrollo de China, con el Banco de Importación y Exportación de China y el de facilidades en exportación de tabaco, sobre medidas para cumplir regulaciones sanitarias y fitosanitarias.
Al firmarse cada uno de los memorándum entre China y República Dominicana, los dos gobiernos establecen sus intereses y deseos de emprender líneas de acción, a las que se le debe prestar atención por aquello del proverbio antes citado, referente a la paciencia; pues puede explicar al menos los casos de Cuba, Costa Rica y Panamá, países que estableciendo relaciones diplomáticas y comerciales con China primero que nosotros, han tenido que esperar para ver algunos resultados.
Para el caso cubano, con relaciones establecidas con China por más de 55 años, fue en el 2003 cuando a Cuba se le declaró destino turístico, siendo el primero en América Latina, y aunque la tasa de crecimiento de turistas provenientes del país asiático ha aumentado cercano al 21.0% anual, al cierre del 2017, la cantidad total que ingresaron a la isla ronda los 51 mil; mientras que, el primer vuelo directo entre ambas naciones se produjo en diciembre de 2015.
En el caso costarricense, estableció sus relaciones con China en junio de 2007, hace algo más de una década y siendo ese país centroamericano el mayor exportador de piña del mundo, le tomó entre 5 y 6 años para que la nación asiática le aprobara los permisos fitosanitarios y su principal producto pudiera ser parte de las opciones alimentarias de los consumidores chinos.
Panamá, de relaciones diplomáticas y comerciales con China de mucho menor tiempo, un año y unos meses, le tomó próximo a 10 meses ser aceptado como destino turístico en el renglón de grupos; lo que le permitirá al país istmeño que una cantidad determinada de empresas puedan vender paquetes de viajes a grupos de turistas chinos, con la condición que los turistas lleguen con su guía traductor.
Los tres casos antes señalados podrían a primera vista resultar triviales y hasta pensarse que la espera ha sido porque ellos han sido los primeros; pero resulta que los requisitos exigidos por China para cada producto que ellos importan son muy específicos, como es el caso de la piña costarricense; mientras que, lo invertido por China en el extranjero en materia de inversión directa y de cartera está alineado a su estrategia de beneficio en función a la proporcionalidad de las partes, particularmente en inversión directa.
Para República Dominicana, el país asiático es clave respecto a nuestras relaciones comerciales con el resto del mundo; tanto es así, que muy probablemente el tamaño de la relación comercial bilateral debe situarse cercano a los US$2,600 millones, partiendo de los datos del Banco Central o menos si corresponde a los que maneja el Centro de Exportación e Inversión de República Dominicana (CEI-RD), que alcanza los US$1,875 millones.
Al margen de las ventajas competitivas que puedan tener entre sí cada uno de los países de América Latina que han establecido relaciones con China, respecto a la capacidad para ofertarle bienes y servicios al gigante asiático y del mundo, lo cierto es que, para República Dominicana, áreas clave como el turismo, el tabaco –dado la firma de memorándum para este rubro– y eventuales oportunidades de inversión en el sector energético y de infraestructura vial, estas dos últimas para los chinos solo serán de interés si se alinea estratégica y presupuestariamente al proyecto más grande de la historia, el Cinturón y la Ruta de la Seda.
Por el lado del turismo, a diciembre de 2017 República Dominicana recibió un total de 6,881,883 turistas, de los cuales solo 5,103 provinieron de China; si recordamos la experiencia cubana –luego de 15 años de ser declarado destino turístico y dos años de tener vuelo directo entre La Habana y Pekín– y ponderamos que para el año pasado ingresaron alrededor de 50 mil turistas, ha de suponer que al país le esperan varios años para poder alcanzar una cifra similar, la que en todo caso representaría solo el 0.7%, asumiendo el dato del total de turistas que ingresó a República Dominicana.
Como el sector turismo es uno de los más competitivos de la economía nacional, el tema de su potencial para el mercado emisor chino, habría que examinarlo desde la perspectiva de su perfil y examinar si nuestra oferta se corresponde; de hecho, se disponen de estudios que tienen definido los distintos perfiles de los turistas chinos, algunos de los cuales la oferta criolla los puede suplir; mientras otros no.
Entonces, con una potencia económica como China y ante ausencia por un lado e insuficiencia por otro de nuestra capacidad como país; apelaría al proverbio de la paciencia, al tiempo que instrumentaría de inmediato los acuerdos y memorandos firmados, una de las formas para que la espera sea menos prolongada y los dominicanos podamos ver no en el corto plazo, tampoco en el largo plazo, sino en el mediano plazo, los resultados deseados de la nueva relación entre un país potente y otro con niveles de impotencia, evitando así que la tristeza nos invada en forma de quejas.