Según el autor, si el acceso a los avances tecnológicos se comercializa, quienes tengan el dinero podrían convertirse en una élite que ya no solo sería superior al resto económicamente, sino también biológicamente.

¿Pueden los avances en tecnología, genética e inteligencia artificial llevarnos a un mundo en el que la desigualdad económica se convierta en desigualdad biológica?

Esto es lo que se pregunta en este artículo especialmente escrito para la BBC el profesor del Departamento de Historia de la Universidad Hebrea de Jerusalén, Yuval Noah Harari.

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Los orígenes de la desigualdad entre seres humanos se remontan a hace 30.000 años. Nunca fuimos más iguales que en la época en la que nuestra economía tenía como base la caza y la recolección de recursos naturales.

Esas sociedades carecían de propiedad privada, el antecedente necesario para que existan las diferencias a largo plazo. Pero incluso ellos establecieron jerarquías.

En los siglos XIX y XX, sin embargo, algo cambió. La igualdad se convirtió en un valor dominante en la cultura humana. ¿Por qué?

Por un lado, por el aumento de nuevas ideologías como el humanismo, el liberalismo y el socialismo.

Pero por otro, porque se dieron grandes cambios en la tecnología y la economía, que por supuesto, estaban relacionados a esas nuevas corrientes de pensamiento.

De repente, la élite necesitaba grandes cantidades de gente sana y educada que sirviera como soldados para un ejército de trabajadores en las fábricas.

Los gobiernos no educaron ni vacunaron a las masas por bondad. Necesitaban que fueran útiles.

Soldados altamente cualificados

Pero eso también está cambiando. Hoy en día, a los mejores ejércitos les hacen falta soldados profesionales altamente cualificados que sepan usar artefactos tecnológicos de alto nivel.

Las fábricas, además, cada vez están más automatizadas.

Molécula de ADN.
La ingeniería genética podría permitir realizar mejoras biológicas en los seres humanos modificando su ADN.

Este es un motivo por el que podríamos, en un futuro no muy lejano, ver la creación de una de las sociedades más desiguales que jamás se haya visto en la historia de la humanidad.

Y existen más razones para temer que esto suceda.

Con progresos rápidos en los campos de la biotecnología y de la bioingeniería, podríamos alcanzar un punto en el que, por primera vez en la historia, la desigualdad económica se traduzca en desigualdad biológica.

Hasta ahora, los humanos podíamos controlar elementos ajenos a nosotros: ríos, bosques, animales y plantas. Pero nuestra capacidad sobre lo que ocurre dentro de nuestro cuerpo era limitada. no podíamos manipular mucho nuestros cuerpos y mentes ni burlar la muerte.

Pero puede que eso cambie.

Mejorando al ser humano

Hay dos maneras principales de mejorar a un ser humano. Se puede realizar cambios en su estructura biológica modificando su ADN. O, la forma más radical: combinar partes orgánicas con otras inorgánicas. Por ejemplo, conectando cerebros con computadores.

Los ricos podrían comprar estas mejoras biológicas y volverse literalmente superiores a los demás: con mayor inteligencia, salud y esperanza de vida.

Llegados a este punto, ceder el poder a esta clase mejorada adquiriría sentido. En el pasado, la nobleza intentaba convencer a las masas de que ellos eran superiores al resto y, por lo tanto, debían tener el poder. En el futuro que estoy describiendo, esta superioridad sería real.

Y ya que son mejores, lo lógico sería permitirles tomar las decisiones.

Una imagen en 3D de un robot humanoide armando un rompecabezas de madera.
La inteligencia artificial podría hacer que miles de personas pierdan su empleo e, incluso, que la humanidad pierda su utilidad.

También podríamos darnos con que la inteligencia artificial dejara sin empleo a una multitud de gente de diferentes áreas. Simplemente, dejarían de ser económicamente útiles.

Juntos, estos dos procesos podrían resultar en la división de la humanidad entre una clase muy reducida de superhumanos y otra subclase masiva de personas «inútiles».

Aquí, un ejemplo concreto:

En la industria del transporte existen miles de conductores de camiones, taxis y autobuses. Cada uno controla una pequeña parte del mercado, algo que les da poder político.

Si se organizan a través de sindicatos, pueden convocar huelgas cuando el gobierno haga algo que vaya en contra de sus intereses y bloquear el sistema de transporte por completo.

Pero si dentro de 30 años todos los vehículos son autónomos y carecen de choferes, su control dependería de un algoritmo controlado por una empresa.

Es decir que toda la industria del transporte y ese poder económico y político que antes se repartía entre miles de personas pasaría a las manos de una sola corporación.

Imagen de códigos de computadora.
Quienes controlen los datos y los algoritmos podrían convertirse en una élite de superhumanos.

Y cuando uno pierde importancia económica, el Estado ya no tiene incentivos para invertir en su salud, educación ni bienestar.

Carecer de utilidad es muy peligroso. Nuestro futuro dependería de la voluntad de una pequeña élite. Y esta podría ser buena. Pero en momentos de crisis, como durante una catástrofe climática, resulta más fácil tirar a alguien por la borda.

La tecnología no es determinista.

Otro riesgo aún más incierto

Aún podemos hacer algo al respecto. Pero creo que deberíamos ser conscientes de que estoy describiendo un escenario posible. Si no nos gusta, debemos actuar antes de que sea demasiado tarde.

Hay otra cosa que también podría suceder. A corto plazo, la autoridad podría pasar a una pequeña élite que poseería y controlaría los principales algoritmos y los datos que los alimentan.

A largo plazo, en cambio, esta esta autoridad podría transferirse por completo de personas a algoritmos. Una vez que la inteligencia artificial sea más inteligente que nosotros, toda la humanidad podría perder su utilidad. Y entonces, ¿qué sucedería?

No tenemos la menor idea. Literalmente, no podemos imaginarlo.

¿Cómo podríamos? Estaríamos hablando de una inteligencia incluso mayor de la que la humanidad posee actualmente.

Referencia: BBC Mundo