Los adolescentes y adultos jóvenes recurren a Snapchat, TikTok y otras aplicaciones de redes sociales para comprar Percocet, Xanax y otras píldoras. Según la policía, la gran mayoría de esos fármacos están mezclados con dosis mortales de fentanilo.
Poco después de que Kade Webb, de 20 años, colapsara y falleciera en el baño de un supermercado Safeway en Roseville, California, en diciembre, los oficiales de policía tomaron su teléfono y comenzaron a revisar sus redes sociales. Y encontraron lo que temían.
Ante el inminente nacimiento de su primer bebé, Webb, un tablista de nieve y monopatinador, se sentía decaído por sus escasas finanzas debido a la pandemia y compró Percocet, un opiáceo controlado, a través de un distribuidor en Snapchat. Pero la píldora estaba mezclada con una cantidad letal de fentanilo.
La muerte de este joven fue una de las casi 108.000 muertes por drogas registradas en Estados Unidos durante el año pasado (al parecer es un récord, según cifras preliminares que publicaron este mes los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades, o CDC por su sigla en inglés). Las autoridades policiales dicen que una proporción alarmante de estas muertes ocurrieron como la de Webb: con píldoras de contrabando adicionadas con fentanilo que adolescentes y adultos jóvenes compraron en las redes sociales.
“Las redes sociales son casi la única manera en que consiguen las píldoras”, dijo Morgan Gire, fiscal del condado Placer en California, donde 40 personas murieron por intoxicación con fentanilo el año pasado. Gire presentó cargos contra un hombre de 20 años acusado de ser el traficante de Webb; el susodicho se declaró como no culpable. “Ahora mismo, alrededor del 90 por ciento de las píldoras que le compras a un traficante en las redes sociales tienen fentanilo”, sostuvo Gire.
Estas circunstancias han provocado lo siguiente:
Las sobredosis ahora son la causa principal de las muertes evitables entre las personas de 18 a 45 años, más que el suicidio, los accidentes vehiculares y la violencia por armas de fuego, según datos federales.
Aunque en Estados Unidos el uso experimental de drogas por parte de los adolescentes ha estado decayendo desde 2010, las muertes por fentanilo en este grupo etario se han disparado: de 253 en 2019 a 884 en 2021, según un estudio reciente en la revista JAMA.
Así como en los años ochenta y noventa los narcotraficantes aprovecharon los buscapersonas y los teléfonos desechables para manejar sus negocios de manera encubierta, los vendedores actuales usan medios más modernos como las redes sociales y las aplicaciones de mensajería con configuraciones de privacidad como mensajes encriptados o que desaparecen. Por lo general, los traficantes y los compradores jóvenes se encuentran en las redes sociales y luego pasan a escribirse directamente.
Esas plataformas han sido un puente fácil y rápido durante la pandemia de coronavirus, cuando aumentó la demanda ilegal por medicamentos controlados, tanto por parte de los clientes ansiosos y aburridos como de los que ya batallaban con la adicción y no pudieron asistir a los grupos de apoyo presenciales.
El suministro de píldoras contaminadas, prensadas sin cuidado por los cárteles mexicanos con productos químicos procedentes de China e India, aumentó de manera proporcional. El fentanilo, más rápido y barato de producir que la heroína y 50 veces más potente, es un componente altamente adictivo. El año pasado, la Administración Federal de Control de Drogas (DEA, por su sigla en inglés) incautó 20,4 millones de pastillas falsificadas lo cual, según los expertos, representa una pequeña fracción de las producidas. Sus científicos afirman que aproximadamente 4 de cada 10 pastillas contienen dosis letales de fentanilo.
El resultado es que nuevas oleadas de clientes se están volviendo adictos, afirmó Nora Volkow, directora del Instituto Nacional sobre el Abuso de las Drogas. “Cuando metes fentanilo en pastillas que se venden como benzodiazepinas o medicamento para el dolor, estás llegando a un grupo nuevo de clientes que no tendrías si les vendieras fentanilo en polvo”.
En un lapso de dos meses en el otoño, la DEA identificó 76 casos de narcotraficantes que se anunciaban con emojis y palabras en código en plataformas de comercio electrónico y aplicaciones de redes sociales. En su campaña de concientización para el público llamada “Una pastilla puede matar”, la agencia incluyó un apartado nuevo: un póster titulado “Código emoji de drogas: decodificado”, con imágenes de símbolos que representan drogas.
“Hay vendedores de drogas en todas las redes sociales importantes, es decir Instagram, Facebook, Twitter, Snapchat, Pinterest, TikTok y plataformas emergentes como Discord y Telegram”, dijo Tim Mackey, profesor en la Universidad de California, campus San Diego, quien dirige una empresa emergente financiada con fondos federales que desarrolló un software de inteligencia artificial para detectar la venta por internet de drogas ilícitas. “Es un problema de todo un ecosistema: mientras tu hijo esté en una de esas plataformas, va a existir la posibilidad de que esté expuesto a narcotraficantes”.
Alrededor de la 1:30 a. m. del 15 de agosto de 2020, Zachariah Plunk, de 17 años, una estrella de fútbol americano en su secundaria de Mesa, Arizona, se puso en contacto con un distribuidor a través de Snapchat para comprar un Percocet.
Como revelan las imágenes de la cámara de seguridad de la casa de la familia, el traficante dejó las drogas alrededor de las 3:00 a. m. y Zach salió, se tragó una pastilla y cayó en la acera. A las 5:00 a. m., un vecino de 15 años lo encontró muerto.
Para Wendy Plunk, la madre de Zach, la facilidad con la que los traficantes pueden evadir la detección es particularmente devastadora. El hombre que le vendió a su hijo la píldora fatal sigue en Snapchat, dijo, y agregó: “Vigilo al tipo. Cada vez que lo expulsan, cambia un poco su nombre y vuelve a ingresar con la misma imagen”.
En enero, padres de niños de hasta 13 años que habían muerto por esas pastillas protestaban frente a la sede de Snap, la empresa matriz de Snapchat, en Santa Monica, California, con letreros en los que acusaban a la compañía de ser cómplice del asesinato de sus hijos. Una manifestante que habló fue Laura Berman, terapeuta de relaciones y anfitriona de un programa de televisión. En febrero de 2021, Sam, su hijo de 16 años, compró lo que él pensaba que era Xanax mediante un contacto en Snapchat, lo ingirió y murió en su casa por intoxicación con fentanilo.
Ante el aluvión de críticas por parte de las autoridades policiales y los padres afligidos, las plataformas de las redes sociales han intensificado la vigilancia en sus sitios, cerrando las cuentas de traficantes y redirigiendo a quienes buscan drogas a los servicios de adicción.
El lunes de la semana pasada, el Ad Council anunció una amplia campaña que se pondrá en marcha este verano, financiada por tres empresas tecnológicas —Snap, Meta y Google—, para alertar a los adolescentes y jóvenes sobre los peligros del fentanilo. Se espera que plataformas de redes sociales como Twitter, TikTok, Twitch y Reddit promocionen esas advertencias.
Snap y Meta, la empresa matriz de Instagram y Facebook, informan que están interrumpiendo cada vez más transacciones de drogas. Snap dijo que, de julio a diciembre del año pasado, había tomado medidas sobre 144.000 cuentas relacionadas con las drogasen Estados Unidos. Esa cifra no incluye el 88 por ciento del contenido relacionado con las drogas que fue detectado con carácter preventivo por el software de inteligencia artificial, encargado de monitorear los términos que podrían indicar transacciones de drogas.
Ahora cuando los usuarios de Snapchat buscan “fenta”, “xanax” u otros términos relacionados a las drogas, los resultados se bloquean y se les dirige a un canal de video en la aplicación con contenido creado por grupos sin fines de lucro y los CDCD sobre “fentapills”, los peligros de lo que se vende supuestamente como OxyContin, Percocet, Xanax y Adderall.
Según el último informe de normas de la comunidad de Facebook, la empresa había tomado medidas en todo el mundo sobre 4 millones de intercambios relacionados con las drogas durante el cuarto trimestre de 2021. Instagram intervino en 1,2 millones, cifras que reflejan tanto las alertas de los usuarios como de la tecnología de detección preventiva.
En Instagram, una búsqueda reciente de Percocet activó una advertencia automática y una notificación para ofrecer ayuda. Pero también arrojó resultados numerosos, incluida una cuenta que publicó fotos de las pastillas e información de contacto, con números de teléfono en las aplicaciones de mensajería encriptada Wickr y WhatsApp.
Y cuando las empresas eliminan a los distribuidores de sus plataformas, muchos vendedores simplemente se pasan a otra red social.
“Cada mes, detectamos unas 10.000 cuentas nuevas relacionadas con drogas”, dijo Mackey, cuya empresa de software detecta el tráfico ilícito de drogas en línea en colaboración con organizaciones públicas y privadas.
La mayoría de las personas que compran drogas no las buscarán por su nombre, dijo. Pueden usar una etiqueta con una celebridad asociada con la sustancia que les interesa. Los traficantes buscan a sus clientes en los comentarios, participando en las conversaciones que las personas que buscan alivio para sus dolores tienen en línea.
Durante la pandemia, el consumo de drogas ha aumentado a medida que la salud mental entre los adolescentes y adultos jóvenes se ha deteriorado, según muestran los estudios. Los jóvenes no son muy dados a la heroína, no solo por su carácter adictivo sino también porque son reticentes a usar jeringas, cuentan los expertos en el comportamiento de los adolescentes. Las pastillas, con el consentimiento falso de la autoridad médica, les parecen más seguras. Además, para su generación, los medicamentos recetados —para la ansiedad, la depresión y la concentración— se han vuelto algo normal
“Para cuando llegan a la universidad, todos sus amigos tienen medicamentos controlados en la mochila; están acostumbrados a compartirse pastillas”, dijo Ed Ternan. “Los narcotraficantes lo saben”. En mayo de 2020, su hijo de 22 años, Charlie, a tres semanas de graduarse de la universidad, compró para el dolor de espalda lo que él pensaba que era un Percocet de un comprador que contactó en Snapchat. Treinta minutos después de ingerirla, Charlie Ternan, de 1,87 metros de alto y con un peso de 106 kilogramos, murió por intoxicación con fentanilo.
En vez de demandar a Snap por homicidio culposo, Ternan y su esposa, Mary, le pidieron a la compañía que intensificara el monitoreo.
“Les dije: ‘Si los niños estuvieran comprando Percocet real en Snapchat, no se estarían muriendo. Ustedes deben tratar este problema al mismo nivel que el tráfico sexual de niños’”, dijo Ternan.
La familia Ternan fundó Song for Charlie, una de las muchas organizaciones de familias que han perdido a sus hijos por el fentanilo. Ed Ternan se ha reunido con autoridades federales y ha conectado a Snapchat con expertos en el área digital y de tratamientos por adicción a las drogas. Su grupo crea contenido de advertencia para TikTok y Snapchat.
Las reglas en la guerra contra las drogas cambiaron, explicó Ternan, y añadió: “Ahora se trata de química y distribución en las redes sociales y encriptamiento. Necesitamos otro tipo de lineamientos generales, un enfoque más colaborativo entre las grandes empresas tecnológicas y el gobierno”.
Con el objeto de perfeccionar los mensajes de prevención, Snap encargó a Morning Consult, una empresa de investigación de mercados digitales, que realizara una encuesta sobre el conocimiento de las drogas. Los resultados, obtenidos a partir de una muestra aleatoria de 1449 usuarios de Snapchat de entre 13 y 24 años, ponen de manifiesto la vulnerabilidad de estas personas al uso indebido de medicamentos controlados. Los encuestados afirmaron sentirse abrumados, ansiosos y deprimidos, pero también temerosos del estigma en torno a los problemas de salud mental. La razón principal para recurrir a las pastillas ilícitas fue “enfrentar el estrés”, comentaron.
Pero solo la mitad de todos los encuestados, y el 27 por ciento de los adolescentes, sabían que el fentanilo podía encontrarse en las píldoras de contrabando. Cuando se les pidió que calificaran el peligro que conllevan ciertas drogas, casi dos tercios calificaron la heroína y luego la cocaína como “extremadamente peligrosas”, pero apenas un tercio colocó el fentanilo en esa categoría. En general, el 23 por ciento ni siquiera sabía lo suficiente sobre el fentanilo como para clasificar su nivel de peligro, incluido el 35 por ciento de los adolescentes.
Esa ignorancia es lo que hizo que Wendy Thomas, una maestra suplente de tercer grado de Sanford, Carolina del Norte, usara su dolor por la muerte de su hijo en 2020 —debido a un Percocet falsificado— para informar a los adolescentes. Con su organización sin fines de lucro, Matthew’s Voice, ha escrito currículos de clases de salud sobre el fentanilo para estudiantes de primer año de secundaria y alumnos de séptimo grado que actualmente están bajo revisión final en un gran distrito escolar de Carolina del Norte.
También motiva a padres angustiados como Elizabeth Dillender, quien es la madre de Kade Webb y la abuela de su hija recién nacida, Indigo Kade. “No soy tan ingenua como para pensar que las redes sociales van a desaparecer”, dijo. “Tenemos que trabajar en conjunto con las redes sociales para correr la voz entre estos niños”.
Dillender llevó su campaña a Spotify, donde tiene un pódcast de concientización sobre el fentanilo, y a plataformas de redes sociales como TikTok y Facebook.
Recientemente presentó a Laura Didier, otra madre de la ciudad natal de Webb, Rocklin, California. Un año antes de la muerte de Webb, el exesposo de Didier encontró a su hijo de 17 años, Zach, en su habitación desplomado sin vida sobre el teclado de su computadora. En Snapchat, Zach le compró a un traficante una píldora que pensó que era un Percocet.
“Piensas que, si hay un problema, verás señales de alerta como calificaciones bajas o cambios en sus actitudes y amigos”, reflexionó Didier recientemente. “Pero ese es un pensamiento antiguo sobre el comportamiento de las drogas. Esto puede suceder de manera tan rápida que no puede predecirse. Simplemente no quiero que las familias sean complacientes y piensen: ‘Eso no nos puede pasar a nosotros’”.
Para remarcar la importancia de ese mensaje, al menos una red de reducción de daños, el Proyecto de Prevención de Sobredosis de Opioides de Santa Clara, en California, ha estado impulsando una etiqueta en redes sociales, que también es un oscura advertencia: #ExpectFentanyl.
Fuente: nytimes.com