Parlamentarios demócratas y republicanos anunciaron un acuerdo de principio para evitar un nuevo «cierre» del gobierno en Estados Unidos, mientras que el presidente Donald Trump exaltó los supuestos beneficios que tendría su muro en un discurso en la ciudad de El Paso, fronteriza con México.
El compromiso alcanzado el lunes prevé 1.300 millones de dólares para construir unos 90 km de nuevas barreras en la frontera con México, lejos de los requisitos iniciales de la Casa Blanca. Todavía deberá ser votado por el Congreso y aprobado por la presidencia.
«Hemos llegado a un acuerdo», dijo a la CNN el senador Richard Shelby, uno de los principales negociadores republicanos, después de una reunión.
Debilitado por la pérdida del control de la Cámara de Representantes en noviembre y su retirada a fines de enero de la lucha que tuvo con los demócratas en materia de inmigración, Trump aún exige la liberación de unos 5.000 millones de dólares para la construcción de un polémico muro.
Esta medida para luchar contra la inmigración ilegal proveniente de América Central es una promesa de campaña del mandatario, quien insistió el lunes por la noche en El Paso que los muros ayudan a «salvar vidas».
«Necesitamos un muro (…) y queremos construirlo rápido», dijo Trump.
El presidente permaneció evasivo ante una posible salida del punto muerto en el Congreso. «Dijeron que se han logrado avances. (…) Probablemente tengamos buenas noticias, pero quién sabe», agregó entonces.
Después de 35 días de parálisis, un récord en la historia de Estados Unidos, Trump finalmente cedió a finales de enero, firmando una ley para pagar los salarios de unos 800.000 empleados federales.
Pero el respiro fue solo temporal, y el nuevo plazo fue fijado para el 15 de febrero.
Por varias semanas, la Casa Blanca ha amenazado con declarar una emergencia excepcional para liberar los fondos necesarios sin pasar por el Congreso.
La Ley de Emergencias Nacionales, de 1976, autoriza al presidente de Estados Unidos a invocar una «urgencia» nacional para activar poderes extraordinarios.
Consciente de que esa iniciativa, que no recoge unanimidad entre sus partidarios, desencadenaría una feroz batalla político-legal, Trump ha evitado hasta el momento dar ese paso.
Con un ojo en la elección presidencial de 2020, donde pretende buscar un segundo mandato, el presidente aprovechó el mitin en El Paso para criticar a Beto O’Rourke, estrella en ascenso del Partido Demócrata que celebró otra manifestación no muy lejos de allí.
El exlegislador, que en noviembre estuvo a punto de arrebatarle al republicano Ted Cruz la banca en el Senado por Texas y que prometió decidir sobre sus posibles ambiciones presidenciales para fines de febrero, pidió que «las mentiras y el odio» se encuentren «con la verdad y la visión positiva, ambiciosa incluso, para el futuro de la frontera mexicano-estadounidense».
La manifestación, organizada por varias oenegés, tuvo como objetivo denunciar «la obsesión de Trump con el muro fronterizo y el prisma deformante con el que describe la vida en El Paso».
La semana pasada, en su discurso anual ante el Congreso, el mandatario citó la ciudad como ejemplo. «Tenía una tasa extremadamente alta de delitos violentos y era considerada una de las ciudades más peligrosas del país», dijo. «Desde que se colocó una barrera poderosa, El Paso se ha convertido en una de las ciudades más seguras del país», aseguró el presidente.
Sus argumentos no agradaron a todos sus habitantes
Esta descripción de esta ciudad texana ubicada a más de 3.000 kilómetros de Washington no resiste, sin embargo, el análisis de cifras.
La barrera que allí existe se construyó en 2008/2009. Pero en los últimos 30 años, el pico de delincuencia se registró a mediados de la década de 1990, con una disminución de alrededor de un tercio de los crímenes violentos entre 1993 y 2006.
«El Paso es una de las comunidades más seguras de Estados Unidos, y desde mucho antes de que se construyera el muro», dijo la legisladora demócrata Veronica Escobar, quien cree que el presidente estadounidense debe pedir disculpas a los habitantes. «Esa desinformación hace daño», agregó.
A lo largo de su discurso en El Paso, Trump volvió a intensificar los ataques contra la prensa.
«Los llamados verificadores de datos se encuentran entre las personas más deshonestas en los medios», lanzó ante una multitud de sombreros rojos de la campaña «Make America Great Again».
Fuente: Afp.com