Para hacer frente al problema, la Armada ya está trabajando en aumentar el grado de experiencia de sus equipos de mantenimiento en los escuadrones de cazas de ataque
Washington, 29 abr (EFE).- Desde hace semanas una creciente preocupación se ha instalado en los pasillos del Pentágono tras ver cómo, a lo largo de los últimos meses, las aeronaves de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos parecen caer como moscas, una tendencia que ha experimentado un repunte del 38 % en apenas un lustro.
A pesar de que el discurso oficial del Departamento de Defensa es que “siempre que se pilotan máquinas complejas ocurren accidentes”, tal y como defendió recientemente el teniente general Kenneth McKenzie, director del Estado Mayor Conjunto de EEUU, el reguero de titulares sobre accidentes indica otra cosa.
Dos pilotos fallecidos el pasado 14 de marzo durante un vuelo de entrenamiento, siete militares muertos apenas un día después al precipitarse un helicóptero en Irak durante un vuelo rutinario, un piloto de los acrobáticos Thunderbirds que no sobrevivió al accidente que sufrió su nave el 4 de abril… son sólo algunos de los últimos ejemplos de esta tendencia.
Finalmente, el hecho de que el mando militar estadounidense para África (Africom) suspendiera unas maniobras en Djibuti, “en respuesta a dos incidentes aéreos separados”, sumado a una investigación realizada por el medio especializado “Military Times” han acabado por poner de manifiesto la gravedad de la situación.
De acuerdo con dicha pesquisa, cuya validez ha sido reconocida por el Pentágono, desde el año 2013 se han registrado cerca de 5.500 incidentes en aeronaves militares tripuladas, en los que perdieron la vida 133 miembros de las Fuerzas Armadas, lo que supone un incremento de casi el 40 % con respecto a 2012.
El repunte de este tipo de problemas afecta, principalmente, a los incidentes de clase “C”, que son aquellos que apenas suponen daños por entre 50.000 y 500.000 dólares o alguna lesión que conlleve una baja laboral temporal, aseguraron a Efe dos fuentes del Departamento de Defensa.
Curiosamente, la rama militar menos afectada por este incremento generalizado son las Fuerzas Aéreas, mientras que el Ejército de Tierra, la Armada y la Infantería de Marina son los que más están sufriendo esta tendencia.
“En cualquier caso, por supuesto que estamos preocupados, puesto que si existe una tendencia alcista de percances nos inquieta que esto pueda ir a peor”, comentó a Efe Erika Yepsen, portavoz de las Fuerzas Aéreas.
Según datos del Ejército del Aire, no obstante, sólo en lo que llevamos de 2018 han fallecido en accidentes 9 pilotos, una cifra significativamente superior a los 3 muertos del año pasado e, incluso, a los 7 decesos registrados a lo largo de 2016.
Según apuntan algunos expertos, el hecho de que esta alarmante espiral comenzara en 2012 no es en absoluto casual.
Ese fue el año en que comenzó a aplicarse lo que en el Pentágono califican de “secuestro presupuestario”, consistente en que la partida de Defensa se reduciría anualmente de manera automática.
Esta fue una medida propuesta por el entonces presidente, Barack Obama (2009-2017), acuciado por la grave crisis económica que afrontaba el país en esos años, y que contó con el respaldo del Congreso.
Este sistemático recorte ha llevado a las Fuerzas Armadas a tener que reducir el gasto en mantenimiento y en horas de entrenamiento, lo que tiene un efecto directo en el rendimiento tanto de los pilotos como de las aeronaves.
Para hacer frente al problema, la Armada ya está trabajando en aumentar el grado de experiencia de sus equipos de mantenimiento en los escuadrones de cazas de ataque y duplicará el tiempo de formación de los mismos, que pasará a ser de cuatro años, explicó a Efe el comandante Ron Flanders, portavoz de la Marina.
“Estamos preocupados, ciertamente. Existe un cierto sentido de urgencia”, reconoció Flanders.
Hace tiempo que el Departamento de Defensa venía reclamando la necesidad de un aumento presupuestario para hacer frente al deterioro del material y a la falta de preparación de las tropas.
A finales del mes de marzo el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, firmó unos presupuestos federales que incluían una partida de 716.000 millones de dólares para Defensa, un montante muy superior a los 582.000 aprobados por Obama para el ejercicio inmediatamente anterior.
“No podemos ‘reparar’ esta situación. De hecho, vamos a tener que comprar equipos que, en algunos casos, simplemente hemos agotado y debemos desprendernos de ellos porque no pueden ser reparados”, reconoció a mediados de abril el secretario de Defensa, James Mattis, en una audiencia del Congreso.
Sólo el tiempo dirá si el reciente impulso presupuestario sirve para poner fin a esta preocupante tendencia. En el Pentágono así lo esperan. EFE