(AFP).-Tras haber sobrevivido junto a sus diez hijos a los combates en el noroeste de Siria, Nasr Ahmad Sultan teme ahora morir de hambre o por la pandemia de coronavirus después de que Rusia y China vetaron prorrogar la ayuda humanitaria a los desplazados sirios.
El viernes, el mandato acordado a la ONU desde 2014 para llevar ayuda a través de la frontera turca expiró pero el Consejo de Seguridad, dividido, no se puso de acuerdo para prorrogar esta ayuda vital para 2,8 millones de personas en la región de Idlib.
Alemania y la Unión Europea lanzaron un último intento para intentar salvar este sistema y organizar un nueva votación este fin de semana.
En un campo de desplazados cerca de la localidad de Maarrat Misrine, en el norte de la región de Idlib, Nasr Ahmad Sultan vive en una modesta tienda sin muebles y dice temer lo peor.
«Hemos abandonado nuestras casas, nuestras tierras y nuestros medios de subsistencia, y ya no tenemos estas ayudas (…) Si se acaban nos expondremos a la hambruna», dice este hombre de 45 años.
Junto a su familia, huyó de su pueblo, en el sur de Idlib, durante una importante ofensiva de las fuerzas del régimen, con el apoyo de Rusia, que empezó en diciembre.
La operación llevó a cerca de un millón de personas a huir de las zonas bombardeadas antes de la entrada en vigor, a principios de marzo, de una tregua acordada entre Rusia y Turquía, que apoya a los grupos hostiles al régimen.
En la región de Idlib, el último gran bastión rebelde del país, viven unos tres millones de habitantes, la mitad desplazados.
La mitad de la región y sus alrededores siguen dominados por el grupo yihadista Hayat Tahrir Al-Cham (la antigua rama siria de Al Qaida) y por facciones rebeldes menos influyentes.
Hasta el viernes la ayuda llegaba a través de dos puentes en la frontera turca: el de Bab Al Salam que lleva a la región de Alepo (que Rusia pide que sea suprimido) y el de Bab Al Hawa, que conecta con la región insurgente de Idleb.
Rusia, que considera que el mecanismo de la ONU es una violación de la soberanía de Siria, su aliado, justifica su posición por el hecho que el 85% de las ayudas pasan por Bab Al Hawa y quiere conservar este único paso fronterizo para entregar ayuda durante un año.
En enero Rusia ya hizo reducir el dispositivo de cuatro a dos puntos de pasos y solo durante seis meses. Hasta entonces la autorización se renovaba cada año.
– «Gran catástrofe» –
El veto ruso-chino coincide con la detección desde el jueves de los tres primeros casos de nuevo coronavirus –todos de personal sanitario– en la región de Idlib, lo que hace temer una crisis alimentaria y sanitaria, sobre todo en caso de ausencia de ayuda.
«Si las medicamentos no llegan hacia los campos estaremos muy mal», dice Nasr Ahmad Sultan. «El coronavirus terminará con nosotros».
«¿Cómo vamos a confinarnos dentro de los campos si la gente no puede satisfacer sus necesidades de alimentación con el fin de la ayuda?», se pregunta por su parte Abdel Salam Mohamad Yousef.
Vendrá «una catástrofe humanitaria (…) porqué la mayoría de desplazados en los campos dependen totalmente de las raciones de alimentos o del pan» que reparte la ONU, dice este padre de diez hijos, de 47 años.
El viernes varias oenegés internacionales condenaron el veto de Moscú y de Pekín a la ayuda transfronteriza, «el único medio de llegar a las familias del noroeste sirio», según Save the Children.
«Si no se restablecen los puestos fronterizos, muchas familias no podrán comer, no recibirán cuidados de salud», dijo Inger Ashing, la directora de la oenegé, y pidió una reunión urgente para autorizar de nuevo la ayuda.