Divididos, motivados como nunca pero más atemorizados que entusiasmados, los estadounidenses acudirán hoy en masa a las urnas para emitir su veredicto sobre los cuatro años de presidencia de Donald Trump, que ha levantado una valla de seguridad adicional alrededor de la Casa Blanca en previsión de lo que pueda ocurrir desde hoy.
¿Avalarán o repudiarán los americanos el balance de su mandato, su gestión de la economía en plena recesión, su estilo divisivo y provocador, deprimente para sus detractores pero muy efectivo a ojos de sus seguidores, que creen que EE.UU. es hoy más respetado en el mundo? ¿Cómo valorarán su gestión de una pandemia que se ha cobrado 230.000 vidas en EE.UU. y que ha renunciado a contener, a la espera de una vacuna? No será un juicio que los votantes emitan a la ligera.
Con casi 100 millones de papeletas depositadas por anticipado, cuando en el 2016 votaron 138 millones de personas, el país va camino de registrar la mayor participación electoral en un siglo, de alrededor del 65%, según cálculos del US Election Project. Esta vez –y no solo porque lo diga la prensa– los votantes sienten que estas elecciones son históricas, trascendentales para sus vidas y para definir el futuro de su país durante generaciones.
“Estamos devolviendo el poder al pueblo”, “somos un movimiento, un pueblo, una familia”, “un voto a Biden es un voto a ceder el control del gobierno a los globalistas, los comunistas, la hipócrita izquierda ricachona que quiere censurarnos, cancelarnos y castigarnos”, dijo ayer Trump en Fayetteville (Carolina del Norte). Vaticina que hoy habrá “una ola roja”, el color del partido conservador, barrerá EE.UU., pero hace unos días, cerca de las tres de la madrugada, estaba tuiteando consignas electorales y ataques a sus rivales políticos.
Los pasos de Trump, incombustible a los 74 años después de contraer la Covid-19, casi se cruzaron con los Biden ayer en su maratón de mítines para pelear votos hasta el último minuto en varias ciudades de en Pensilvania, el estado más codiciado estas elecciones, junto con Michigan y Wisconsin. “Esta es una batalla por el alma de este país”, insiste el candidato demócrata, de 77 años, fiel a su mensaje con el que se lanzó con casi todos los elementos en contra a la carrera presidencial.
El alegato final de la campaña de Biden incluye ataques a la gran debilidad del presidente, su gestión de la pandemia: “Lo cierto es que para vencer al virus, primero tenemos que vencer a Trump, ¡él es el virus!”.
Anteanoche su público en Florida le animó a despedir a Anthony Fauci, la máxima autoridad en epidemiología del país. Trump sugirió que lo hará después de las elecciones. Biden recogió la promesa al vuelo: “Tengo una idea mejor. Elegidme a mí, así contrataré al doctor Fauci y despediremos a Donald Trump!”, propuso en Ohio, otro de los estados, junto con Carolina del Norte y Georgia, que los demócratas creen que pueden arrebatar a los republicanos, lo que le abriría nuevas rutas hacia la Casa Blanca.
Fuente: La Vanguardia