Sofia Jaliulina se dirigió con rapidez al hospital de Omsk, en Siberia, donde Alexéi Navalni había ingresado en coma. Durante más de 24 horas, hizo «guardia» frente al establecimiento junto a decenas de otros simpatizantes del opositor ruso.
«Comprendí que no podía, que no podría, dormir antes de que acabara esta historia […], antes de que le trasladaran en avión» hacia Berlín, cuenta a la AFP la joven de 22 años.
Principal opositor al Kremlin, Alexéi Navalni, que dirige el Fondo de Lucha contra la Corrupción, que revela la corrupción de las élites, fue ingresado el 20 de agosto en reanimación en un hospital de Omsk, tras haberse sentido mal a bordo de un avión que debía llevarle a Moscú desde Tomsk, en Siberia.
Allí permaneció dos días antes de ser evacuado hacia Alemania, al cabo de un pulso entre el hospital y su familia. En Berlín, los médicos dijeron que habían hallado «signos de envenenamiento», contradiciendo a sus homólogos rusos, a quienes los partidarios de Navalni acusan de haber querido ocultar el crimen.
«Es terrible y da un poco de miedo», continúa Sofia Jaliulina.
«Estar en la oposición es duro, es incluso más duro en las provincias. Pero no creo que [este caso] pueda asustar a la gente común. Los que están en la mira son las figuras principales», añade.
Este ataque, el último de una larga lista contra detractores y enemigos del gobierno, conmocionó en cambio a la opinión pública rusa, pues aunque Alexéi Navalni ya había sido agredido físicamente y encarcelado, su vida nunca había corrido peligro.
– «Esto me motiva» –
Daniil Chebikyn, que organizaba los grupos y el abastecimiento de los manifestantes frente al hospital, es más que un simple partidario.
Con 28 años, este ex militante comunista es uno de los tres empleados en la sede de Alexéi Navalni en Omsk, centro industrial de 1,1 millones de habitantes.
Chebikyn relata registros en casa de sus padres, incautaciones de teléfono o de discos duros, congelación de su cuenta bancaria o detenciones de unas horas para impedirle participar en una protesta.
«Comprendo que este poder es capaz de muchas cosas pero eso no me detiene. Al contrario, esto hasta me motiva», asegura.
Omsk en cambio no es el peor lugar para militar en la oposición, según la opinión general. «En las manifestaciones, nadie pega a la gente como en Moscú. La mayoría de las veces, la policía se comporta bien», constata Sofia Jaliulina.
Abierta en 2017 en una calle muy transitada, señalizada con un inmenso adhesivo, la sede de Alexéi Navalni en Omsk no pasa inadvertida.
Antes de asumir la dirección, Olga Kartavtseva nunca había estado involucrada en política.
«Los riesgos eran claros desde el principio. La posibilidad de ser procesados, las escuchas telefónicas, los registros. Es nuestra realidad, ya ni prestamos atención, es una rutina», cuenta esta psicóloga de formación de 39 años.
– Voto inteligente –
En el país, el acoso judicial y policial se intensificó desde que Navalni promovió su estrategia del «voto inteligente» para eludir la inelegibilidad de sus candidatos.
En cada elección, se trata de apoyar al candidato mejor situado, a menudo comunista, para vencer al designado por el poder.
En 2019, el método demostró su valía, en especial durante las elecciones del Parlamento de Moscú.
En el momento del envenenamiento, Navalni estaba precisamente en Siberia con motivo de su nueva campaña del «voto inteligente», ante los comicios regionales y municipales en septiembre.
El diario Moskovski Komsomolets reveló que el opositor estuvo bajo vigilancia constante de los servicios de seguridad durante su estancia en Tomsk.
Para Olga Kartavtseva, todas estas presiones no impedirán la movilización. Según ella, la juventud, en especial en las provincias, está cada vez más implicada.
«Existe este mito de que las acciones de protesta se dan solo en Moscú y San Petersburgo, ¡pero eso es porque nadie sigue lo que pasa en otros lugares!», explica.
El Kremlin se enfrenta desde principios de julio a un multitudinario movimiento de protesta en Jabárovsk, en el Lejano Oriente ruso.
«En realidad, creo que el activismo es mucho mayor en el interior», estima Kartavtseva.
Fuente: Agencia Francesa de Prensa