Svitlana Dukhovych – Vatican News
«La guerra siempre causa graves daños al medio ambiente y a la riqueza cultural de los pueblos» (Laudato si’, 57). La trágica demostración de la veracidad de estas palabras de la encíclica Laudato si’ del Papa Francisco está teniendo lugar en Ucrania, donde la población y el medio ambiente están sufriendo debido a la invasión del ejército ruso, que comenzó hace exactamente tres meses.
El enfrentamiento diario con la pérdida de tantas vidas y el sufrimiento sin precedentes pareciera no dejar espacio para otras preocupaciones, como las del medio ambiente; en cambio, en la guerra entendemos más que nunca el valor de las cosas básicas, y una de ellas es tener un lugar sano, al menos no enfermo, donde vivir.
Un aire irrespirable
«La guerra destruye la flora y la fauna, destruye las viviendas, amenaza la salud y la vida humana, el bienestar de las generaciones actuales y futuras», afirma el jefe de la Oficina de Medio Ambiente de la Iglesia greco-católica ucraniana, el profesor Volodymyr Sheremeta, en una entrevista con Vatican News.
Entre los daños más graves al medio ambiente, señaló la contaminación química del aire, el agua y el suelo debido a los bombardeos y al uso de equipos militares, los gases de escape, los combustibles y los lubricantes que se liberan en el medio ambiente, los miles de vehículos quemados y desmantelados.
«Los militares rusos atacan tanto infraestructuras militares como objetivos civiles», señala el profesor Sheremeta. «En particular, los depósitos de petróleo y las instalaciones industriales se ven afectados y esto provoca incendios, que a su vez causan una mayor contaminación del medio ambiente».
La triste reminiscencia de Chernóbil
El responsable de la Oficina de Medio Ambiente añadió que 900 áreas naturales protegidas se han visto afectadas desde el inicio del conflicto, lo que supone un tercio del total del país. Incluso los territorios de la Red Esmeralda (una red ecológica que ayuda a proteger la biodiversidad en Europa) están amenazados de destrucción. La gravedad de los riesgos medioambientales va más allá del territorio de Ucrania.
«El mundo entero recuerda las graves consecuencias socio-ambientales y el peligro para millones de personas debido a la radiación tras la explosión del reactor nuclear de Chernóbil en 1986», afirma Volodymyr Sheremeta, recordando que ya el primer día de esta guerra la central nuclear de Chernóbil fue ocupada por los militares rusos, que luego la abandonaron a finales de marzo.
La mayor central nuclear de Europa, situada en Enerhodar (cerca de Zaporizhia), fue alcanzada por la artillería rusa y sigue bajo su control. Hoy en día, en Ucrania hay cuatro centrales nucleares con 15 reactores activos, cada uno de los cuales, en esta guerra, podría convertirse en un objetivo potencial del agresor y suponer una grave amenaza para el medio ambiente y la vida de millones de personas no sólo en Ucrania, sino también en Europa y en todo el mundo», añade Sheremeta.
Plantación de muerte: las minas
Otro grave problema ecológico que permanecerá durante décadas, según el jefe de la Oficina de Medio Ambiente de la Iglesia greco-católica ucraniana, son las minas diseminadas por amplias zonas del país. Todos los días se informa de personas que mueren o resultan heridas como consecuencia de la explosión de una mina, especialmente los agricultores que van al campo con maquinaria para trabajar la tierra.
«Podemos ver por nosotros mismos», añade el profesor Sheremeta, «cómo la guerra destruye no sólo vidas humanas, sino que también provoca el dolor y el sufrimiento de toda la Creación, con las numerosas consecuencias medioambientales a largo plazo para la propia vida humana y el bien común».
Proteger y preservar la creación de Dios
Volodymyr Sheremeta dijo también que, a pesar de la guerra, la Oficina de Medio Ambiente, situada en el oeste de Ucrania, seguía cumpliendo su misión: proteger y preservar la creación de Dios, de la que el propio hombre es parte integrante.
«Nuestro servicio siempre ha sido muy antropocéntrico», explica, «centrado no tanto en la superación de los retos ambientales externos o los síntomas de las enfermedades ambientales del planeta, sino en la persona que puede convertirse en la causa principal o incluso en la víctima de los problemas ambientales».
«Plantar el árbol de la paz»
La Oficina para el Medio Ambiente de la Iglesia greco-católica ucraniana tiene una persona de contacto en cada eparquía: son los sacerdotes los que tienen la tarea especial de rezar, predicar y poner en marcha iniciativas para el cuidado de la Creación. Entre las iniciativas puestas en marcha está «Plantar el árbol de la paz», que se lanzó hace ocho años al comienzo de la guerra en el este de Ucrania, y que se ha retomado, en la medida de lo posible, este año.
El proyecto incluye los tradicionales campamentos de verano para niños y jóvenes que, a través de la oración, juegos educativos y presentaciones multimedia, aprenden los fundamentos de la enseñanza cristiana sobre el cuidado de la Creación. «Este año también tenemos previsto involucrar a nuestros huéspedes en estos campamentos de verano: niños y jóvenes que han tenido que huir de las partes más afectadas por la guerra», concluye el profesor Sheremeta al final.
Fuente: https://www.vaticannews.va