(AFP).-Las negociaciones sobre la futura relación posbrexit entre el Reino Unido y la Unión Europea (UE) iniciaron este lunes en Bruselas en un clima tenso y bajo la presión del tiempo, que imponen la prudencia sobre las posibilidades de llegar a un acuerdo.
A primera hora de la tarde, la reunión entre el negociador europeo, Michel Barnier, y su par británico, David Frost, en la sede de la Comisión Europea dio el pistoletazo de salida a las discusiones que deben conducir a un acuerdo para finales de año.
Tras la publicación la semana pasada de los mandatos de negociación de Londres y Bruselas, que ya dejaron relucir sus líneas rojas y sus profundas diferencias, la cuestión ahora es saber si es posible llegar a un terreno de entendimiento.
Si no hay acuerdo, las consecuencias económicas serán importantes tanto para el Reino Unido como para el continente tras el final del período de transición el 31 de diciembre, tras décadas de estrechas relaciones económicas y comerciales.
El gobierno británico de Boris Johnson fijó junio como plazo para realizar un primer balance de las negociaciones y amenazó con cerrar la puerta a partir de entonces si las discusiones se estancaban.
«En cualquier negociación, siempre hay un poco de pose. Cada parte quiere presentar su posición lo más fuerte posible», explica Fabien Zuleeg, del European Policy Centre (EPC).
Para una fuente europea, la posición de Johnson es «un mensaje político destinado a su opinión pública en caso de que se pase mal». «Pero sería irresponsable cerrar la puerta entonces, cuando se puede discutir hasta finales de año», agregó.
Las negociaciones se organizan en torno a diez grupos temáticos (comercio, transporte, energía, condiciones de competencia, pesca, cooperación judicial, etc.) y tendrán lugar entre Londres y Bruselas, alternativamente, cada dos o tres semanas.
– «No hay plan B» –
Visto el corto período de negociación, las discusiones se centrarán en tres puntos, los más sensibles que auguran acaloradas discusiones: acuerdo de libre comercio y condiciones de competencia, solución de diferendos y pesca.
La UE no está dispuesta a regalar el acceso de su mercado de 440 millones de consumidores, advirtiendo que el acuerdo no será a «cualquier precio».
El acceso de los británicos a este mercado con condiciones de «cero cuotas, cero aranceles», como propone la UE, estará condicionado al respeto de las normas europeas de trabajo, medio ambiente, fiscalidad y ayudas de Estado, para evitar la competencia desleal de su ex socio.
Londres, que reivindica su libertad comercial tras el divorcio, reitera su rechazo a alinearse con las reglas europeas, pese a los temores del bloque sobre una eventual rebaja de los estándares actuales en estas áreas.
Los británicos rechazan también que el Tribunal de Justicia de la UE desempeñe un papel en la resolución de los diferendos entre ambos, como quieren los europeos.
La pesca es otro de los asuntos sensibles en la negociación. La UE, pero sobre todo algunos países como Francia, quieren que sus flotas sigan accediendo a las ricas aguas británicas, por lo que piden «un acceso recíproco» a Londres.
La UE ya ha advertido que sin acuerdo sobre la pesca no habrá un acuerdo comercial global entre ambos.
«Si Londres se mantiene en su línea, no puede haber acuerdo. El Brexit siempre fue una cuestión política, ideológica, pero no económica», apunta Zuleeg, que duda sobre el alcance de la presión de los ambientes económicos sobre Johnson.
Una fuente europea considera posible un eventual acuerdo, si sus condiciones no aparecen como «un ‘diktat'» europeo. «Solo hay un plan A y no hay un plan B», ya que los británicos rechazan cualquier prórroga de las negociaciones, advierte.