Por TOM C. AVENDAÑO
Los primeros sondeosrealizados tras el comienzo de la campaña consolidan el liderazgo del expresidente preso por corrupción
El dominio de Luiz Inácio Lula da Silva sobre el electorado brasileño no sufre a pesar de estar preso por corrupción desde hace cuatro meses. El expresidente y candidato desde la cárcel a las elecciones de octubre goza de un 37% de la intención de voto en la nueva encuesta de Ibope, la primera a escala nacional tras el comienzo de la campaña. Es casi la misma cifra que le otorga otra encuesta, también publicada este lunes, la CNT/MDA.
En el probable caso de que el Tribunal Electoral impida a Lula seguir con su candidatura por estar condenado por la segunda instancia, el nuevo panorama estaría lideado por el agitador ultraderechista Jair Bolsonaro, al cual Ibope da un 20% de la intención de voto (ahora, con Lula en escena, tiene un 18%).
Pasado el segundo puesto, ninguno de los 11 candidatos restantes se acerca al 14%, la cifra mágica que, en el actual panorama, permite pasar al segundo turno. La evangélica Marina Silva, hasta ahora a los talones de Bolsonaro, queda rezagada con un 6%. El gran amigo de los mercados y de las alianzas del centro, Geraldo Alckmin, tiene un 5%, al igual que Ciro Gomes, su rival en el centro. Y Henrique Meirelles, el candidato del actual Gobierno, cae a lo más bajo, con un 1%.
Trasvase de votos
Pero el ajedrez de estas elecciones no se entiende sin un dato signficativo: el 4% de intención de voto que tendría el exalcalde de São Paulo, Fernando Haddad, en caso de que sea él quien asuma el puesto de Lula cuando al expresidente se le impida concurrir. En Brasilia nadie ya que ese trueque vaya a suceder, que hace tiempo que Lula escogió a Haddad y que lo único que queda por ver es cuántos de sus votos logra traspasarle. Este dato, una anémica predicción que sitúa a Haddad por debajo de Bolsonaro, Silva, Gomes y Alckmin, supone una jarra de agua fría para quien confiase en esta estrategia y recuerda hasta qué punto es arriesgado hacer cualquier predicción en una campaña tan incierta como esta.
Esa incertidumbre comienza a reflejarse en los mercados, que alcanzaron el lunes el dólar más alto en dos años: 3,96 reales, inédito desde tiempos del impeachment a Dilma Rousseff en agosto de 2016. El comentario generalizado era que la culpa la tenía el 37,3% que daban las encuestas a Lula, enemigo en el imaginario de muchos economistas de las reformas liberales que necesita el país.
Fuente: El País