Los malienses votaban el domingo en segunda vuelta para elegir al nuevo parlamento en medio de fuertes medidas de higiene para frenar el coronavirus, que junto a la violencia yihadista y el secuestro del principal opositor al régimen instalaron una atmósfera febril en el país.
«He votado. Es importante pese a la coyuntura. Se necesitan nuevos diputados para consolidar nuestra democracia», dijo a la AFP Moussa Kiakité, en Bamako, la capital, donde los centros de votación abrieron a las 08H00 GMT.
La estudiante Hamchetou Touré declaró a la AFP que había votado en la capital con «mascarilla y respetando las medidas de distancimiento» para prevenir la enfermedad COVID-19 de la que se han declarado 219 casos confirmados y 13 fallecidos.
Había kits sanitarios en el «92,6 de los centros de votación» visitados por Synergie, afirmó en un comunicado esta plataforma de organizaciones que han desplegado observadores.
«El personal electoral llevaba mascarillas en el 87,2% de los centros visitados», afirmó Synergie.
Las autoridades decretaron toque de queda nocturno para frenar la epidemia, el cierre de los colegios y restricciones a la actividad.
Pero la capital de uno de los países más pobres del planeta donde la mayor parte de la población vive al día, los mercados y los transportes colectivos siguen funcionando.
El presidente de Malí, Ibrahim Boubacar Keita, se comprometió con «la aplicación rigurosa de todas las medidas sanitarias y de seguridad necesarias» este domingo electoral.
La votación debía concluir a las 18H00 GMT y los primeros resultados provisionales se esperan a principios de semana.
«En una democracia, no hay nada como la plena legalidad constitucional y el funcionamiento normal de las instituciones», afirmó recientemente el presidente en un mensaje a la nación, con una mascarilla en la cara.
La mayoría de los políticos apoya estos comicios que fueron aplazados varias veces.
Se trata de renovar el parlamento elegido en 2013 y cuyo mandato debía terminar en 2018, e impulsar la aplicación del acuerdo de paz de Argel.
Este último, firmado en 2015 entre los grupos armados independentistas y Bamako, prevé una mayor descentralización a través de una reforma constitucional que debe ser sometida a la Asamblea.
– Violencia yihadista –
Pero ¿cómo motivar a los malienses que ponen en ponen en duda la capacidad de sus dirigentes para sacar al país de la guerra y la pobreza?
El sábado, desconocidos destruyeron material electoral en Gossi, en el sur de la ciudad de Gao (norte), dijo el domingo a la AFP un funcionario local.
La inseguridad, tradicionalmente concentrada en el norte plagado de rebeliones separatistas, se agravó con la llegada de grupos yihadistas a partir de 2012.
Ahora se registran actos violentos prácticamente a diario en el centro y el norte de Mali, pero también en Burkina Faso y Níger.
«En el centro y el norte ¿podrá la población votar libremente? En el centro, los grupos terroristas amenazan» para que no voten, afirma Ibrahima Sangho, jefe de misión de Synergie.
La primera vuelta estuvo marcada por el secuestro de presidentes de colegios electorales, así como por el robo y la destrucción de urnas. En la zona rural de Tombuctú, los yihadistas llevaron a cabo numerosas incursiones de intimidación en motocicletas. «No voten o tendrán que vérselas con nosotros», decían a los habitantes, según un informe interno de la ONU al que tuvo acceso la AFP.
– Posibilidad de fraude –
Unos 1.000 centros de votación, sobre más de 22.000, no abrieron, reconoció el gobierno.
La gran participación que hubo en la primera vuelta en algunas regiones del norte (más del 85% en Kidal respecto a un promedio nacional del 35,6%, con diputados elegidos con el 91% o el 97% de los votos) sugiere «una posibilidad de fraude», estima un diplomático del Sahel. En la capital, la participación fue del 12,9%, un índice usual en Malí, afirma Sangho.
De los 147 escaños, 22 fueron decididos en la primera ronda.
Entre ellos el de Soumala Cissé, el líder de la oposición secuestrado el 25 de marzo. No hay pruebas formales pero las sospechas se centran en el grupo yihadista de Amadou Koufa. Se llevan a cabo negociaciones para su liberación, según su partido.
«Soumala Cissé es un pez gordo que se puede cambiar por otros peces gordos encarcelados», considera Bréma Ely Dicko, sociólogo de la Universidad de Bamako.
Fuente: AFP