Un clima de miedo atenaza el movimiento #MeToo en Egipto. La detención de testigos de un caso de violación amenaza con hacer descarrilar los esfuerzos por frenar la violencia sexual en el país.
Los hechos se remontan a 2014. Un grupo de hombres ricos e influyentes, algunos de ellos acusados en casos similares, son sospechosos de haber drogado y violado a una joven en el hotel cinco estrellas Fairmont, en El Cairo, y de haber difundido videos sobre la agresión.
En ese momento se ignoró el caso, pero resurgió a finales de julio en las redes sociales, gracias a un «momento #metoo» en el país. Y, el 4 de agosto, la presunta víctima presentó una denuncia contra nueve personas, todos ellos hijos de empresarios adinerados.
Cinco han sido detenidos: dos en El Cairo y tres en Líbano, que fueron entregados esta semana a las autoridades egipcias. Los otros cuatro se han fugado. Están en Inglaterra y en Estados Unidos, afirma bajo anonimato una militante feminista que está en relación con la mujer que puso la denuncia y con los testigos.
– «Atentar contra la moral» –
Pero el caso ha dado un giro de 180 grados.
El Consejo Nacional de las Mujeres (NCW, que supuestamente defiende los derechos de la mujer) animó a testigos a ponerse en contacto con las autoridades, pero cuatro testigos de la acusación y dos de sus conocidos sin vínculo directo con el caso fueron detenidos a finales de agosto.
Se les acusó rápidamente de «atentar contra la moral» e «incitar al libertinaje», según la oenegé Human Right Watch (HRW).
Según la militante entrevistada por la AFP, en ciertos casos se les obligó a someterse a «pruebas de virginidad» y a exámenes anales.
Poco a poco se propaga un clima de miedo. Los abogados de la defensa guardan silencio.
En un país que encarcela a personas que tienen influencia en las redes sociales por «incitación al libertinaje», las autoridades judiciales presionan a los testigos, denuncia HRW.
Algunos fueron «puestos en aislamiento» y «presionados para que cambiaran sus declaraciones», prosigue la oenegé, que habló con activistas próximos al caso.
«Que un caso (…) con pruebas tangibles se transforme en un caso donde los culpables se convierten en víctimas y donde se acusa a los testigos es (…) aterrador», se alarma la activista feminista y profesora de la universidad de El Cairo Hoda al Sada.
No es la primera vez que un caso de este tipo recibe este trato judicial en Egipto.
En abril, la ‘influencer’ Mena Abdel-Aziz fue detenida tras haber publicado un video en la plataforma TikTok en la que aparecía con la cara hinchada. Afirmaba haber sido víctima de una violación en grupo.
Las autoridades reconocieron los hechos, pero ordenaron su detención por «inmoralidad». Fue liberada después de una «rehabilitación», según la prensa.
– «Efecto disuasorio» –
En julio el Parlamento aprobó una ley que preserva el anonimato de las personas que presenten una denuncia por agresión sexual, lo que pareció dar la sensación de avance y se vio como una victoria para el movimiento #MeToo egipcio.
El caso Fairmont dio al traste con todas las esperanzas. Algunos testigos, además de tener que lidiar con problemas judiciales, han sido blanco de una campaña mediática con la divulgación en internet de imágenes embarazosas, después de confiscarles sus aparatos electrónicos.
Varios medios prorrégimen también dieron otra versión de la noche en el Fairmont, describiendo una «orgía» en lugar de una violación.
Esta campaña está «completamente promovida por la Seguridad del Estado», afirma la activista anónima.
Venga de donde venga podría tener un «efecto disuasorio» en cuanto a las denuncias de violencia sexual, confirma Rothna Begum, de la división de los derechos de la mujer de HRW.
«Es un escupitajo a la cara de nuestro movimiento», agrega la activista anónima.
Según Sada, «esto conducirá a la desaparición de un movimiento social dinámico (…) y destruirá la credibilidad de las instituciones» como la NCW, acusada de haber arrojado a los testigos a la boca del lobo.
La presidenta de este consejo no ha respondido a las preguntas de la AFP.
En este contexto, el caso de la cuenta de Instagram «Assault Police» («Policía del acoso») es emblemático.
A principios de julio fomentó el resurgimiento del #metoo local, con la publicación de testimonios que acusaban a un exalumno de la Universidad Americana de El Cairo (AUC) de ser un depredador sexual.
Tras haber recibido amenazas, la administradora de «Assault Police» tuvo que suspender la página durante varias semanas. Otra cuenta que denuncia a presuntos violadores, «gangrapistsofCairo» («Los violadores colectivos de El Cairo»), ha cesado su actividad.
Fuente: AFP