Bajas pensiones, precariedad en salud y educación, una desigualdad crónica o la poca empatía de la clase política, son algunas de las causas que reivindican los chilenos en una ola de protestas que se ha convertido en una suerte de catarsis nacional sin final a la vista.
– Pensiones –
«A los abuelos no les alcanza para comer, no les alcanza para sus medicamentos», afirma Francisco Díaz, un vendedor de 24 años.
Las pensiones en promedio están por debajo del sueldo mínimo, que ronda los 400 dólares. En una gran mayoría de los casos los pensionados que tuvieron una vida laboral contínua y completa reciben entre 30 y 40% de su salario, y aquellos que cambiaron de actividad o empleador hasta 10 veces menos.
Los manifestantes se sienten engañados porque cuando el sistema de pensiones fue creado en 1981, durante la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), se estableció que cada afiliado recibiría una jubilación equivalente al 70% de su sueldo.
– Salud –
«(Exigimos) salud digna para todos», dice Gladys Sandoval, una bailarina folclórica de 60 años.
El Sistema Público de Salud funciona con hospitales colapsados, largas listas de espera y escasos especialistas. En tanto, el sistema privado es costoso y discrimina por edad y género, mientras que los precios de los medicamentos figuran entre los más caros de América Latina.
– Educación –
«Educación digna», reclamó también Sandoval.
A consecuencia de las reformas privatizadoras de la dictadura de Pinochet, se redujo a la mitad el aporte público a la educación y se fomentó el ingreso de los privados al sector.
Hasta 2015, cuando entró en vigencia una ley impulsada por el gobierno de la socialista Michelle Bachelet, los chilenos más pobres no tenían la posibilidad de estudiar gratis en la universidad y tenían que endeudarse con créditos bancarios. Hoy la medida beneficia al 60% de los estudiantes con menos recursos.
– Nueva Constitución –
«Por una nueva Constitución política, democrática y solidaria», se manifiesta Patricio Arévalo, comerciante de 50 años.
Los manifestantes exigen una nueva Constitución ya que la actual fue creada bajo la dictadura de Pinochet. Afirman que ningún gobierno democrático ha tenido la voluntad de reformarla y que sólo han realizado modificaciones para perfeccionarla.
– Nula empatía –
«(Necesitamos) un gobierno con empatía que gobierne para el pueblo, no para ellos mismos», sostiene Benjamín Lemond, un emprendedor de 24 años.
Quienes salieron a las calles están descontentos con las autoridades por no tener empatía para atender sus necesidades y actuar con arrogancia. El ministro de Economía, Juan Andrés Fontaine, aconsejó por ejemplo a los chilenos a levantarse más temprano si querían pagar un boleto más barato tras la subida de la tarifa del metro de Santiago.
– Desigualdad –
«Me gustaría la igualdad para todos los chilenos nacidos en este país y no sólo para la élite política», dice Carlos Durán, un jubilado de 60 años.
Para los manifestantes, la imagen saludable de la economía chilena, un modelo que para el resto de los países de la región es un ejemplo a seguir, esconde una desigualdad que los gobiernos se han encargado de profundizar. Mientras que el 1% de la clase más rica de Chile concentra el 26,5% de la riqueza, un 66% del resto de la población ha tenido que endeudarse y el principal motivo es para dar educación a sus hijos, según una encuesta del Banco Central.
– Brecha salarial –
«Más dinero para el pueblo y menos para los políticos ladrones y opresores», clama Gino Jiménez, desempleado de 19 años.
La brecha salarial es otra queja de los chilenos. Mientras el sueldo mínimo ronda los 301.000 pesos (unos 418 dólares), la mitad de los 8,6 millones de trabajadores gana en promedio 400.000 pesos (555 dólares). El sueldo de los hombres es mayor en un 36,7% al de las mujeres, según datos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE).
– Justicia –
«(Queremos) justicia, porque sin justicia no hay paz», asevera Daniel, un trabajador independiente de 43 años.
La justicia ha favorecido a poderosos empresarios como en 2018 cuando los influyentes banqueros Carlos Delano y Carlos Lavín, fueron inculpados por fraude y condenados a una condena de cuatro años de libertad vigilada, al pago de una multa de 2,6 millones de dólares y a pasar clases de ética.
– Desencanto con la élite política –
«¡Renuncia Piñera!», exige Mara Cavallaro, naturópata de 23 años.
Los manifestantes están desencantados por el abuso de poder y falta de representatividad de la clase política, que ha ido generando un creciente descontento desde el regreso a la democracia hasta el actual estallido social. Parece que la relación entre gobernantes y gobernados se ha roto y que ésta será difícil de restablecer.
Fuente: Agencia Francesa de Prensa