El primer ministro holandés, Mark Rutte, suele tener un aspecto apacible cuando va en bicicleta por las calles de La Haya pero en Europa es conocido por su intentos de frenar los planes económicos de la Unión Europea.
El líder liberal de 53 años, en el poder desde hace una década, tiene una imagen de persona modesta y franca que responde a los valores de los holandeses.
No está casado y vive en el mismo apartamento que compró tras obtener su diploma. Conduce un coche Saab de segunda mano o va en bicicleta y da clases de instrucción cívica como voluntario en una escuela.
Rutte es una persona jovial y algo desgarbada que ya formó tres gobiernos de coalición en Holanda, un país fragmentado políticamente.
Pero sus convicciones económicas lo encaminan hacia una nueva ronda de duras negociaciones con la Unión Europea este viernes y sábado en Bruselas, en una cumbre extraordinaria de la UE sobre un plan de recuperación de 750.000 millones de euros (unos 840.000 millones de dólares) por la pandemia del coronavirus.
«Es capaz de ser una especie de camaleón», dice Pepijn Bergsen, un investigador de un programa sobre Europa en Chatham House, un instituto político con sede en Londres.
«Siempre cuentan que se forma una opinión en función del consenso dominante en la sala», dice a la AFP.
– «Vicario con cafeína»-
Mark Rutte, calificado de «vicario con cafeína» por la revista The Economist, transmite una imagen de apertura aunque es muy discreto sobre su vida privada.
Es el último de una familia de siete hijos que vive desde siempre en La Haya y se describe a sí mismo como un «hombre de costumbres y tradición».
Aunque que quería ser pianista, terminó estudiando historia y luego se convirtió en director de recursos humanos en Unilever.
Gracias a sus talento político Rutte se convirtió en jefe del partido liberal-conservador VVD en 2006 y cuatro años más tarde fue designado primer ministro.
A veces lo acusaron de correr detrás de los votos, como cuando endureció su política sobre inmigración en el contexto de las legislativas de 2017, cuando el diputado de extrema derecha Geert Wilders ganaba terreno.
Más recientemente su «confinamiento inteligente» frente al nuevo coronavirus le valió el elogio de sus conciudadanos.
«Lo que siempre tuvo es esa percepción de ser una personalidad dirigente competente», dice Bergsen, que fue consejero en política económica del gobierno holandés.
Mark Rutte supo gestionar su imagen personal con mucho cuidado, con vídeos virales que le muestran llegando e bicicleta para hablar con líderes extranjeros.
En plena pandemia cumplió las medidas contra la covid-19 y no pudo visitar a su madre unas semanas antes de su muerte.
En el plano internacional, Rutte recurre a la franqueza.
En 2018 visitó Washington y se hizo notar al interrumpir a Donald Trump con un rotundo «no» cuando el presidente estadounidense dijo que sería «positivo» no llegar a un acuerdo comercial con la UE.
Su posición firme en la crisis migratoria en Europa y en la de la deuda griega en los años 2010 irritó a algunos de los estados miembros de la UE.
Ahora está considerado como el líder oficioso de los cuatro países llamados «frugales» –Holanda, Austria, Dinamarca y Suecia– que se oponen a un plan de recuperación de la UE por la crisis del coronavirus.
Este papel de «malo» le gusta, dice a la AFP un diplomático holandés en Bruselas, porque Rutte «prefiere ser considerado como alguien que mejora las cosas».
Varios dirigentes, entre ellos el francés Emmanuel Macron y los primeros ministros italiano y español, fueron a La Haya en las últimas semanas con la esperanza de hacer avanzar las negociaciones.
Fuente: Agencia Francesa de Prensa