Mandaba Jesús callar a los demonios para que no develasen su Identidad de Hijo de Dios, el Secreto Mesiánico.

La hora será en la Cruz, lugar de la condena a muerte del Hijo de María.

Dirá al final del evangelio el Centurión Romano: Verdaderamente este es el Hijo de Dios… De la misma manera inicio el Evangelio de San Marcos.

Nosotros ahora, en esta Eucaristía, diremos cómo lo hizo San Pedro Apóstol en el Corazón mismo de la Buena Noticia: Tú eres el Hijo del Dios vivo.

Pidamos la gracia de poder vencer la tentación maligna de la publicidad, del bullicio y las multitudes.

Aprendamos a vivir el sufrimiento, el dolor y la muerte a ejemplo de Cristo en la Cruz, y nuestra paga solo vendrá de Dios.