Reconocemos a Jesús en la Eucaristía al partir el Pan.

Al comulgar recibimos la Paz del Señor, participamos de la Comunión con sus llagas y su Costado Abierto, y recibimos la fuerza del Espíritu Santo de la Comunidad Apostólica para ser testigos del cumplimiento de las Escrituras en la pasión, muerte y resurrección de Cristo en nuestro diario vivir.

Nuestro diario vivir se desenvuelve entre situaciones que nos alarman y dudas.

Necesitamos cultivar la virtud de la fé: la confianza y la convicción de que Cristo Jesús se sienta a comer con nosotros en la Mesa de nuestros afanes diarios.

Hermosa es la invitación de esta semana de que profundicemos en la Ley, los Profetas y los Sabios de la Escritura que recibimos en la Vigilia Pascual y que nos hablan de Jesucristo, de su pasión, muerte y resurrección, de modo que descubramos el sano sentido divino de nuestro existir.

Tiempo de compartir el alimento con los que carecen de lo más mínimo y con los que han perdido. La única manera en que sabrán que el Señor vive.

Reina del cielo, alégrate, aleluya.
T: Porque el Señor, a quien has llevado en tu vientre, aleluya.

G: Ha resucitado según su palabra, aleluya.
T: Ruega al Señor por nosotros, aleluya.

G: Goza y alégrate Virgen María, aleluya.
T: Porque en verdad ha resucitado el Señor, aleluya.

Oremos:
Oh Dios, que por la resurrección de Tu Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, has llenado el mundo de alegría, concédenos, por intercesión de su Madre, la Virgen María, llegar a los gozos eternos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amen.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amen. (tres veces)