Solo quien ha vivido el pasar hambre, y ver que los suyos la sufren, da de comer al hambriento. El hambre involuntaria deja una huella psicológica para siempre. Benditos los no satisfechos, y que no olvidan aquella horrible situación del hambre vieja que nunca se podrá satisfacer.
¿Quién nos hará entender a los católicos de este tiempo que la religión no es una vivencia intimista, superficial y de negocios?
La salvación se obtiene en el día del juicio final por las obras de misericordia.
Nunca por una vida de glamour y de modas.
Tenemos sed. ¡Cuán valiosa e imprescindible es el agua! No se vende, es para todos y es de Dios.
La enfermedad, la soledad y la desesperación van de la mano. Es camino a la Pasión del Señor a la que nos devuelve la Cuaresma. Somos polvo y al polvo volveremos se nos tatuó en la frente el pasado miércoles de Cenizas.
Ayudar a los enfermos con cuidados y medicinas es la verdadera sanación y el verdadero milagro.
Es el infierno en la tierra la cárcel, en especial para los inocentes o aquellos que cometieron fallas leves, que un sistema injusto los tiene allí por carecer de recursos económicos en demasía.
El juicio final nos espera… ¿con qué obras de caridad nos presentaremos ante Cristo Juez que todo lo sabe y todo lo ve?