Jesús, la Eucaristía, el vencedor de una multitud de males que nos amenazan nos invita a no descorazonarmos.
No sucumbamos al miedo, busquemos la calma y la tranquilidad.
Todo pasa, y de todo se aprende en esta vida para elegir lo correcto, que siempre será lo más conveniente, aunque esto implica grandes renuncias y consecuencias que esto conlleva.
Y lo más importante… todo se supera.
Nuestras luchas son por la salud física, psíquica y espiritual. Allí ha de triunfar el Reinado de Cristo sobre el poder de los demonios del egoísmo, de la hostilidad, Y de la autoridad abusiva.
El Espíritu de Dios será nuestro Abogado, Defensor y Consolador ante desafíos que parecen un absurdo y que carecen de sentido.
En tantas ocasiones hay que pasar por tragos amargos.
Acudamos a su fortaleza y ayuda.
Son lecciones de las que aprender.
Abracemos la esperanza de que todos los males serán erradicados un día.
La opresión, las desigualdades y todas laa tensiones sociales serán arrojadas al abismo.
Nuestra parte es abrazar la Cruz de Cristo trabajador, humilde y servicial.
Discípulos de los Sacramentos de la Fé Católica que siempre están aprendiendo que pasos dar, que las heridas cicatrizan y que las dificultades del camino de la liberación santa se superan.