Cada mañana damos gracias porque UNA COSA NOS FALTA. Nuestra alma bien lo sabe y nos lo recuerdan los momentos en que a solas luchamos contra la inercia y contra el falso sentido de haber alcanzado y hecho todo.
Nuestro afán es conseguir un tesoro en el Cielo.
Hacemos el compromiso hoy de dejar decir medias verdades que equivalen a mentir.
Rompemos con la costumbre de callar las injusticias y lo mal hecho que es una forma de matar.
En la Eucaristía descubrimos la mirada cariñosa de Jesús.
No vale la pena perder el Reino de Dios por las riquezas.
Preferible ser discípulos del Señor. Esos que a medida que pasa el tiempo van reduciendo gastos y son más generosos con los que nada tienen.
Es un camino de renuncia el que vivió la Virgen María, la Discipula por excelencia, cuando recibió del Arcángel la Buena Noticia de que para Dios no hay nada imposible.
Los Apóstoles lo vivieron. Tuvieron que pasar por el arrepentimiento ante las tradiciones a la entrega propia de la misión.
¿Qué responderás a la llamada que hoy te hace el Divino Señor y Maestro de nuestro existir?