San Agustín nos dijo en su Sermón 107 A, 1 acerca del Evangelio de hoy:

Jesucristo nuestro Señor, que otorga el amor, recrimina la codicia. Quiere arrancar el árbol malo y plantar el bueno.

Del amor mundano no brota ningún fruto bueno, del divino ninguno malo…

Sábete que no te conviene lo que no quiere que tengas el que te creó.

El Señor no quiere que haya en nosotros codicia mundana…

Nadie, por tanto, diga: «Busco lo. mío, no lo ajeno». Guárdate de toda codicia (Lc 12,15). No ames demasiado tus bienes que pueden perecer, pues perderás sin duda los imperecederos.

« Yo -dices- no quiero ni perder lo mío, ni apropiarme de lo ajeno». Esta excusa o pretexto es señal de cierta codicia, no gloria del amor.

Del amor se dijo: No busca las cosas propias, sino lo que interesa a los demás (1 Cor 13,5; Flp 2,4). No busca su comodidad, sino la salvación de los hermanos…

¿Por qué reclamas las fincas? ¿Por qué reclamas la tierra? ¿Por qué tu parte en la herencia?

Si careces de codicia lo poseerás todo. Tú piensas que te guardas de la codicia del bien ajeno; yo te digo: Guardaos de toda codicia.

Tú quieres amar con exceso tus cosas y, por tus bienes, bajar el corazón del cielo; queriendo atesorar en la tierra, pretendes oprimir a tu alma».

El alma tiene sus propias riquezas como la carne tiene las suyas.

Líbranos Señor del acaparamiento diabólico.