La meta de una sociedad cristiana es que sus estructuras, sus relaciones, su desempeño laboral y las familias que la conforman se edifiquen a semejanza del Templo Santo de Dios.

Cercano el Adviento de Nuestro Señor Jesucristo se nos regala la oportunidad de adorarlo en la Eucaristía como el Yo Soy.

No adorar a nadie ni a nada más que a Él.

Pedimos que nuestros corazones cambien y abandonen las guerras y la violencia para dedicarnos a ir en el auxilio de los hambrientos y enfermos. De esta manera nuestro miedo, pánico y angustia será no vivir de acuerdo a esto a causa del juicio final.