Ya no es anuncio profético. Lo acontecido en Belén es realidad histórica. El Recién Nacido de María Virgen es el Maravilloso, Dios fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la paz.
Y la Cabeza de la Iglesia de Roma, perseguida por el imperio que adoraba al Sol Invictus y al Emperador como hijo de Dios, se vió en la necesidad de instituir al inicio del siglo II de nuestra era la Misa de Navidad de Medianoche para confesar la Fe en el Hijo Único de Dios, un solo Señor Jesucristo.
El Papa San Telésforo I incluyó en ella por esta razón el himno litúrgico más antiguo, escrito incluso antes de la redacción final de los Santos Evangelios: Gloria in Excelsis Deo, cuyo texto, al igual que las demás 6 oraciones fijas de la Santa Misa Solemne NUNCA DEBEN SER MODIFICADOS.
En compañía de los Santos Pastores vamos a comulgar del Cordero de Dios, cuyo Pastor en la tierra fue San José con su cayado florecido y bajo el cuidado de María, la Divina Pastora.
Pero antes, con los nuestros en la tierra y en el cielo, recemos de rodillas para confesar su Encarnación, ante Jesús Recién Nacido, Dios y Hombre verdadero.