Cantemos: /Desde el Cielo bajó una mañana/ ///la Guadalupana///bajó al Tepeyac///.
Hacemos nuestras las palabras del Papa San Juan Pablo II dirigió al pueblo mexicano acerca de la Morenita Emperatriz del Continente Americano que está encinta: No se puede anunciar a Jesucristo, Dios y hombre verdadero, sin hablar de la Virgen María, su Madre. No se puede confesar la fe en la Encarnación sin proclamar, como hace la Iglesia desde la antigüedad en el Símbolo Apostólico, que el Hijo de Dios “fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen”. No se puede contemplar el misterio de la muerte redentora de Cristo sin recordar que Jesús mismo, desde la cruz, nos la dio como Madre y nos la encomendó para que la acogiésemos entre los dones más preciosos que Él mismo nos legaba. De este modo, con el Evangelio de Jesús, la Iglesia recibe el anuncio de la presencia materna de María en la vida de los cristianos. Al igual que en la Iglesia naciente de Pentecostés, la figura de Nuestra Señora ha querido hacerse presente también, desde el principio, en la evangelización de vuestra patria. La Virgen nos ofrece a su divino Hijo y nos invita a creer en Él como Maestro de la verdad y Pan de vida. Por eso, las palabras de María en Caná, “haced lo que él os diga” (Jn 2, 5), constituyen también hoy el núcleo de la Nueva Evangelización. En efecto, se trata de hacer vida la fe que profesamos y cumplir los mandamientos de Dios, que tienen en el precepto del amor fraterno el centro y culmen de la identidad cristiana. Es necesario, pues, anunciar incansablemente a Jesucristo para que su mensaje de salvación penetre en las conciencias y en la vida de todos, convierta los corazones y renueve las estructuras de la sociedad. Para ello María os ofrece a Cristo como fundamento de la paz y convivencia fraterna en la sociedad mexicana; una convivencia que requiere la práctica de la verdadera justicia social que dé a cada uno lo que le corresponde, mediante una equitativa distribución de los bienes y la solidaridad con los más pobres, y al mismo tiempo favorezca la participación responsable de todos en los destinos de la Nación. En la sociedad actual están en juego muchos valores que afectan a la dignidad del hombre. La defensa y promoción de los mismos depende en gran parte de la vida de fe y de la coherencia de los cristianos con las verdades que profesan. Entre estos valores cabe destacar el respeto por la vida desde la concepción hasta la muerte natural; la garantía efectiva de los derechos fundamentales de la persona; la santidad e indisolubilidad del matrimonio cristiano, así como la estabilidad y dignidad de la familia. Éstas son unas exigencias apremiantes para hacer posible la ansiada paz social. Por eso, la devoción mariana exige hoy de los creyentes un claro y valiente testimonio de amor a Cristo, que manifieste la identidad personal y comunitaria de los católicos contra el peligro del secularismo y del consumismo, y al mismo tiempo favorezca en las familias la práctica de las virtudes cristianas. Asimismo, esta devoción ayudará a consolidar los vínculos de comunión con los Pastores de la Iglesia de Cristo haciendo frente a la disgregación de la fe, fomentada tantas veces por el proselitismo de las sectas.
Sólo así los discípulos del Señor podrán ser para los demás sal de la tierra y luz del mundo (cf. Mt 5, 13-14).
Exhortarles a qué nos deleitamos nueva vez con la Misa Criolla que el Papa Francisco celebra en Roma con motivo del día de la Virgen de Guadalupe.