Lisa Lerer y
Dos momentos preocupantes que involucraron a los senadores Dianne Feinstein y Mitch McConnell provocaron preguntas sobre el envejecimiento de los líderes electos.
Tras una serie de momentos preocupantes en Estados Unidos la semana pasada, a los ciudadanos, a los estrategas e incluso a los políticos les resulta imposible eludir una pregunta incómoda: ¿hasta qué edad se puede ocupar un cargo público?
Durante años, como les sucede a tantos hijos de padres que envejecen en Estados Unidos, los políticos y sus asesores en Washington trataron de eludir esa difícil conversación y no dijeron nada sobre las preocupaciones que suscitan sus líderes octogenarios. Pudieron mantenerse en silencio gracias a las tradiciones de una ciudad que dota a las figuras públicas con un batallón de asistentes que gestionan casi toda su vida profesional y personal.
“No sé cuál sea el número mágico, pero me parece que, como regla general, pues, cuando tienes más de ochenta es hora de pensar en relajarte un poco”, dijo Trent Lott, de 81 años, quien fue líder de la mayoría republicana del Senado y se retiró a los 67 años para fundar su propia empresa de cabildeo. “El problema es que te eligen para un mandato de seis años, estás en excelente forma, pero cuatro años después puede que no estés tan bien”.
La semana pasada, dos episodios que han sido objeto de un minucioso escrutinio han hecho que el tema de envejecer con dignidad en un cargo público salga de los pasillos del Congreso estadounidense y se convierta en tema de conversación nacional.
El miércoles, circuló en internet y en las noticias un video en el que se puede ver al senador Mitch McConnell, de 81 años, paralizarse durante 20 segundos frente a las cámaras. Menos de 24 horas después, apareció otro video de la senadora Dianne Feinstein, de 90 años, en el que se le veía confundida cuando se le pidió votar en una comisión.
Desde hace meses, se ha venido desarrollando un debate político sobre la cuestión de la edad, a medida que Estados Unidos se enfrenta a la posibilidad de una contienda presidencial entre los candidatos de mayor edad de la historia del país. El presidente Joe Biden, de 80 años, quien ya es el presidente más veterano en la Casa Blanca, aspira a un segundo mandato, y Donald Trump, de 77 años, lidera la contienda de las elecciones primarias republicanas.
“Cuando digo que tenemos que pasar la batuta a las generaciones más jóvenes, no estoy hablando de personas muy jóvenes”, dijo Dean Phillips, representante por Minnesota, de 54 años, el único demócrata en el Congreso que declaró que Feinstein debería dimitir y que Biden no debería presentarse a la reelección. “Solo me refiero a una generación razonablemente menos mayor”, explicó.
El hiato de McConnell creó una nueva oportunidad para que los contendientes más jóvenes planteen la cuestión de un modo más enérgico. El viernes, el gobernador de Florida, Ron DeSantis, de 44 años, uno de los principales aspirantes republicanos a la presidencia, criticó la gerontocracia política del país.
“Los funcionarios solían servir en su mejor momento y luego le pasaban la batuta a la siguiente generación, y me parece que esta generación no ha estado tan dispuesta a hacer esto”, dijo DeSantis a la comentarista conservadora Megyn Kelly y señaló que Biden se convirtió en senador en 1973, cinco años antes de que DeSantis naciera.
Cabe destacar que Trump, quien tendría 82 años al final de un segundo mandato, defendió a Biden, al afirmar que el presidente no debe ser menospreciado por su edad. “No es un anciano”, publicó Trump este mes en Truth Social, su plataforma de redes sociales. “De hecho, ¡la vida empieza a los 80!”.
Los médicos de Biden han dicho que goza de buena salud. Se sabe menos de la salud de Trump tras su salida de la Casa Blanca.
Desde que en junio Biden cayó al suelo tras tropezar con un saco de arena, los asistentes de la Casa Blanca se han vuelto cada vez más sensibles a cualquier insinuación de que está disminuido físicamente.
Ahora suele utilizar una escalera más corta para subir al Air Force One, observación que apareció en un reportaje de Politico y que llevó a sus asistentes a difundir 13 fotos de presidentes anteriores que también utilizaron escaleras que parecen tener una longitud similar. Desde principios de mayo no ha ido a comprar el helado que tanto le gusta ni se le ha visto en ningún otro comercio para hacer una visita improvisada a la ciudadanía. La Casa Blanca dice que la apretada agenda de viajes de Biden no ha permitido tales paradas este verano.
Algunos de los principales asesores de Biden argumentan que su campaña debería abordar directamente el tema de la edad como una ventaja política —y una realidad innegable— en lugar de evitar el tema.
“La edad es un superpoder”, declaró Jeffrey Katzenberg, magnate de Hollywood de 72 años, a quien Biden nombró copresidente de su campaña. “No puedes huir de ella porque tienes 80 años, ¿verdad? No se puede negar. He sido del bando que cree firmemente que es una de sus mayores ventajas”.
Las encuestas indican que los electores opinan distinto, pues a muchos demócratas les preocupa la edad de Biden en medio de los ataques republicanos. En un sondeo realizado por YouGov el año pasado, la mayoría de los estadounidenses están a favor de que haya límites de edad para los servidores públicos que llegan a un cargo mediante elecciones, pero no hubo ningún consenso sobre el límite exacto. Poner un límite de 60 años impediría que el 71 por ciento del Senado pudiera ejercer su cargo, mientras que un tope de 70 años haría que el 30 por ciento de los legisladores fueran inelegibles, halló un análisis del grupo.
En Dakota del Norte, un activista conservador empezó esta semana a circular peticiones para forzar un referéndum estatal el año que viene que prohibiría a cualquier persona que para el final de su mandato tenga 81 años postularse o ser electa para un escaño en el Congreso.
Cuando Biden es interrogado por el tema de la edad, minimiza las preocupaciones con bromas y hace énfasis en su experiencia política. McConnell adoptó una estrategia similar cuando dijo a los periodistas que bromeó con el presidente sobre su lapsus de salud diciéndole que “se tropezó con un saco de arena”, una referencia a cómo Biden se rio de su propia caída.
Está claro que ni siquiera una buena ocurrencia puede acabar con la realidad del envejecimiento. Tras la parálisis de McConnell, diversos artículos plantearon interrogantes sobre su estado de salud, ya que en marzo se ausentó del trabajo durante varias semanas por una conmoción cerebral.
Por su parte, Feinstein, quien ha tenido problemas de memoria y se ausentó varios meses del Senado mientras se recuperaba de un herpes zóster, en ocasiones ha parecido incapaz de responder a preguntas sobre su estado de salud.
Exasistentes afirman que parte del problema es la relación de interdependencia que se desarrolla entre los políticos y su equipo. Si un senador o senadora se retira, todo su personal —integrado por varias decenas de personas— puede quedarse sin trabajo de un día para otro.
¿Y quién quiere decirle al jefe que, tal vez, ya pasó su mejor momento? Puede ser más fácil simplemente disimular los desafíos haciendo que los asistentes elaboren políticas, limiten el acceso a los reporteros y traten de evitar momentos sin un guion definido.
“El Senado es un lugar tan cálido y reconfortante que puedes vivir dentro de esa burbuja”, dijo Jim Manley, de 62 años, quien trabajó para los senadores Ted Kennedy y Harry Reid. “Tienes personal a tu entera disposición, gente que te abre las puertas todo el tiempo”.
Mientras que otros sectores tienen edades de jubilación obligatoria, incluidas algunas empresas que cotizan en bolsa y compañías aéreas, los congresistas han sido renuentes a adoptar políticas que equivaldrían a votar para verse obligados a dejar su cargo. Ni siquiera los votantes parecen ponerse de acuerdo sobre cuándo es suficiente y se muestran divididos cuando se les pregunta por un límite de edad concreto.
La decisión de abandonar un puesto tan importante y poderoso es difícil, pero la alternativa —envejecer ante la opinión pública— podría ser peor, advirtieron algunos senadores retirados.
“Es desgarrador, vergonzoso, pero cada quien decide cómo enfrentar la realidad”, dijo Chuck Hagel, de 77 años, quien fue senador por Nebraska y dejó el cargo en 2009. “La realidad es que no vamos contrarreloj, sino que todos envejecemos. A mis 77 años, comparados con los 62 que tenía cuando dejé el Senado, ahora tengo dolores que ni siquiera sabía que tendría”.
Fuente: nytimes.com