Por Gedeón Santos
“El que no sabe a dónde va, ya llegó”. Frase popular
Santo Domingo (D.N.), República Dominicana.- El Partido de la Liberación Dominicana nació para superar los males históricos que por años había padecido nuestra sociedad, así como para conjurar los “vicios de la pequeña burguesía” que históricamente corroían las instituciones políticas. Individualismo, arribismo, grupismo, divisionismo, carencia de principios, de ideología y de visión, se convirtieron en los males que queríamos superar. Por lo que se creó una organización que fuera la negación histórica de esas prácticas. Así, se formó un partido organizado con visión, métodos, disciplina, ideología, principios, mística e identidad propia. A su vez se pensaba que esos propósitos eran cónsonos con un partido de izquierda que propugnaba por la igualdad, la justicia social y la superación del subdesarrollo.
Medio convertido en fin
Pero con el fin de la guerra fría vino la crisis de las ideologías y de las utopías, y se comenzaron a imponer los valores del pragmatismo y del individualismo en muchos partidos progresistas. A partir de ese momento el PLD nunca volvería a ser el mismo. Así, se impuso la idea de que si se quería el poder, se tenían que “flexibilizar” los controles de ingreso, las normas, los métodos de trabajo, la ideología y los principios en los que descansaba la organización, para de esa manera hacernos más atractivos a segmentos de la población a los que no les llegábamos. Entonces, se eliminó la educación, se “flexibilizó” la disciplina y se echaron a un lado la mística, la ideología, los valores y los principios. La propia figura del profesor Juan Bosch se fue marginando hasta finalmente tirarlo al olvido.
Este proceso degenerativo se basó en la idea de que como el fin justificaba los medios, si queríamos transformar el país, que era nuestro fin, teníamos que ganar elecciones y llegar al poder, que eran nuestros medios. Pero lo que terminó pasando fue que los medios, es decir, ganar elecciones y llegar al poder, se convirtieron en el fin, y el objetivo original de transformación se fue perdiendo en el pragmatismo, la apetencia de poder y los intereses corporativos e individuales.
La idea anterior produjo cambios radicales que negaban la esencia progresista y de liberación nacional en la que se fundamentaba toda la existencia del PLD. Entonces, sin educación, sin disciplina y sin principios, y con el único fin de ganar elecciones y llegar al poder, se produjeron complejas mutaciones que hicieron del PLD un partido diferente. A partir de aquí, los “clientes” sustituyeron a los militantes y los inversionistas políticos a los dirigentes formados, lo que traía el predominio del clientelismo y el rentismo en el partido que fundara Bosch. En ese punto, el PLD se convirtió en un “partido franquicia” donde imperaba la transacción y la inversión mercantilista entre los diferentes “concesionarios” de la organización. Entonces, se dispararon los costos económicos de las candidaturas haciéndolas inalcanzables a la gran mayoría de los dirigentes, por lo que para no quedarse atrás, muchos compañeros que eran políticos legítimos decidieron hacer fortuna en el Estado mediante la acumulación originaria para así poder competir en igualdad de condiciones con los recién llegados empresarios. Fue así como, funcionarios y empresarios se fueron convirtiendo en los nuevos líderes del PLD, con lo cual se le dio una estocada mortal a la democracia y al sentido de justa participación.
A pesar de esa evidente crisis partidaria estábamos haciendo buenos gobiernos, gracias principalmente, a que los presidentes de turno lidereaban una correcta visión del desarrollo y a que todavía quedaban dirigentes con ímpetus de cambio y de decencia que no se rendían ante el pragmatismo y el dinero.
Nuevos amos de la democracia
Pero apareció un nuevo marco legal que convirtió en ley lo que ya era una práctica cotidiana en el PLD. La nueva ley de partidos, al permitir que cualquier ciudadano pueda ser candidato sin militancia previa, les quitó a los partidos el control de sus democracias internas. El hecho crítico consiste en que la democracia no opera en abstracto, alguien la controla, y sólo cuatro fuerzas tienen los recursos para manipular el sistema a partir del nuevo marco jurídico: 1) quien controla los recursos del Estado, 2) los empresarios, 3) el bajo mundo, y 4) las potencias extranjeras.
Apartir de lo débil que quedaron los partidos con la nueva ley, todos los puestos de elección incluyendo el presidente y los congresistas serán elegidos bajo la influencia determinante de una o de combinaciones de estas fuerzas que son las que tienen el dinero para impulsar candidatos. Lo anterior genera un panorama aterrador, pues ninguna de estas fuerzas tiene como meta la transformación política o social, pues lo único que los mueve son sus intereses particulares que muchas veces operan en la ilegalidad y la corrupción.
“Empresarización” del PLD
Así, la nueva ley de partidos oficializó el predominio de la práctica empresarial en el PLD. Las primarias abiertas, le daban el poder partidario al que tiene la ventaja económica en detrimento de cuadros preparados que no han acumulado grandes fortunas. Entonces, sin ningún filtro y sin obstáculo legal, la práctica empresarial, que ya había permeado el Comité Político y el Comité Central, llegó a la categoría de candidatura presidencial, congresual y municipal, lo que a su vez oficializaba un “quiebre histórico” con los valores, principios y tradiciones del partido que había soñado Bosch.
Pero lo grave de la situación actual es que este quiebre histórico, en vez de tomar la ruta hacia la regeneración y las reformas progresistas, tomó el camino del retroceso, la contrarreforma y la negación histórica; otorgándole el control de la organización a fuerzas rentistas sin formación, sin visión y sin sentido de la historia; y dejando indefensos y a merced del dinero y del poder a los sectores más sanos que representan los valores y principios que nos dieron origen.
Luego de dominar el escenario político y transformar el país durante dos décadas, el PLD claudicó en sus principios, perdió su esencia y su trayectoria histórica. El hecho crítico consistió en que con el ascenso al poder, especialmente en los últimos gobiernos, las decisiones partidarias y de Estado se concentraron exclusivamente en el presidente y en los funcionarios más influyentes, muchos de los cuales no son ni políticos ni peledeístas legítimos; con lo cual se marginó a su dirección y a sus bases, lo que a su vez convertía al PLD en una simple “franquicia” controlada por el presupuesto del Estado.
A partir de aquí, se rompió el sentido del mérito, y los dirigentes y militantes se convirtieron en una especie de “mendigos” que tenían que rogar a los funcionarios lo que les pertenecía por su historia y por sus sacrificios partidarios. Esto a su vez abrió las puertas a todo tipo de personeros oportunistas, que sin esfuerzo ni preparación alguna, lograban ascender a puestos públicos, a cargos de dirección del partido o a candidaturas, con el único mérito de ser alabarderos o cercanos de los que controlan el Estado, o por ser recaudadores o financistas de campaña. Ninguna de las prácticas y métodos vistos a lo largo de este trabajo tienen nada que ver con el proyecto de partido y de nación que habíamos soñado. Por una fracción de lo expuesto aquí abandonó Bosch al PRD. Por lo que con honda pena sólo me queda decir, que el PLD que me formó y al que por 40 años me entregué ha dejado de existir, quedando sólo unas siglas huecas perdidas en un laberinto de divisiones y de oscuridad del que no se sale jamás.