La propuesta de Donald Trump de que Estados Unidos compre la remota Groenlandia puede sonar como una extraña ocurrencia: es el territorio menos poblado de la Tierra, con 2.166 millones de km cuadrados y solo 57.000 habitantes.
Más aún puede sorprender su decisión de suspender la visita que tenía planeada a Dinamarca en dos semanas por la falta de interés de la primera ministra danesa, Mette Frederiksen, en discutir la hipotética venta de la considerada isla más grande del mundo (pues Australia es un continente).
No es la primera vez, sin embargo, que Estados Unidos intenta comprar Groenlandia, un territorio autónomo dependiente de Dinamarca, país que le transfiere el 60% de su presupuesto anual y controla su política exterior y de defensa.
La idea fue considerada durante la década de 1860 por el entonces presidente Andrew Johnson. Un informe del Departamento de Estado de 1867 sugería que su localización estratégica, junto con la abundancia de recursos, la convertían en una adquisición ideal.
Jonathan Marcus, corresponsal de asuntos diplomáticos de la BBC, recuerda que basta «mirar un mapa desde arriba para ver lo cerca que están Groenlandia, Rusia y Alaska en realidad están».
«Groenlandia es un foco importante de las defensas de EE.UU. Tienen una importante base allí con sistemas de rastreo espacial y de detección de lanzamientos de misiles», agregó Marcus.
«La zona es importante estratégicamente y según avanza el deshielo y las rutas marinas se abren, se vuelve hasta crucial para los países que están físicamente cerca sino también para China».
Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, con Groenlandia situada entre Estados Unidos y la URSS, el territorio se convirtió en un punto clave para evitar un hipotético ataque soviético.
En 1946, el presidente Harry Truman ofreció a Dinamarca US$100 millones en oro por Groenlandia, pero Dinamarca rechazó la oferta.
La negativa danesa, sin embargo, no fue un impedimento para que los dos países firmaran un tratado de defensa en 1951 que, junto con la creación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) permitió a Estados Unidos construir una base aérea en Thule, a menos de 1.600 kilómetros del Polo Norte, en la costa noroeste de la isla.
La base, todavía operativa en la actualidad, es la única instalación existente al norte del círculo polar ártico y el puerto y base aérea más septentrionales que posee Estados Unidos, lo cual la convierte en clave en caso de que estallara un conflicto en el Ártico.
En ella tiene Estados Unidos estacionado el Duodécimo Escuadrón de Alerta Espacial, un grupo de oficiales y personal de su Fuerza Aérea que se encarga de la vigilancia antimisiles y espacial mediante un enorme sistema de radar, explica la página web especializada Defensenews.
Se trata de un «lugar ideal para rastrear misiles balísticos intercontinentales y satélites en órbita terrestre baja».
Cambio climático y recursos naturales
A Estados Unidos le interesa reforzar su presencia en el Ártico para, entre otras razones, contrarrestar la creciente presencia rusa en la zona, tanto militar como civil.
Esto «haría más difícil a Rusia sellar su control de la Ruta del Mar del Norte y aliarse con China para monopolizarla», argumenta el columnista de Bloomberg Leonid Bershidsky.
Esta ruta es la vía marítima más transitada del Ártico y pasa por aguas territoriales rusas. Va desde el mar de Barents, cerca de la frontera rusa con Noruega, hasta el estrecho de Bering, entre Siberia y Alaska.
Los barcos que navegan por ella necesitan permiso de Rusia, explica en un artículo el semanario británico The Economist.
La ruta, sin embargo, no será económicamente viable hasta dentro de un par de décadas, según análisis de expertos mencionado por el semanario.
Pero no solo su situación estratégica hace de Groenlandia, con sus 56.000 habitantes, un lugar deseado por las grandes potencias.
El cambio climático y el deshielo que se está produciendo con rapidez en la zona están haciendo que el acceso a los grandes recursos naturales del territorio sea más sencillo.
De hecho, en junio pasado, en medio de los esfuerzos globales en la búsqueda de combustibles alternativos, las autoridades groenlandesas presentaron su plan para convertirse en una nación petrolera.
Los 10 puntos del plan plantean una estrategia de cinco años para comenzar con prospecciones a la búsqueda de petróleo. Se estima que en el Ártico, región en la que está Groenlandia, está un 13% de las reservas petroleras por descubrir.
Además, ya en 2013, el parlamento groenlandés levantó la prohibición, que llevaba 25 años en vigor, para las actividades de minería de materiales radioactivos como el uranio.
La isla posee algunos de los depósitos más grandes que existen de «tierras raras», de las que hay en Groenlandia neodimio, praseodimio, disprosio y terbio, entre otros.
Y además del uranio, también hay derivados del zinc.
El papel de China
La gran mayoría de las tierras raras posee propiedades comerciales únicas y son materias primas clave para la producción de tecnologías de la comunicación y energía, como turbinas eólicas, vehículos eléctricos o celulares
Patrik Andersson, Jesper Willaing Zeuthen y Per Kalvig, de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Aalborg (Dinamarca) argumentan en un artículo académico que China ha conseguido un papel monopolístico en todos los segmentos de la cadena de valor asociada a estos elementos químicos, considerados como materia prima fundamental por la Unión Europea y Estados Unidos.
De hecho, la UE importa el 90% de sus tierras raras de China.
Y, en Groenlandia, el país asiático está involucrado en el Proyecto Kvanefjeld, en el sur de la isla, un plan para construir una mina de uranio y tierras raras (neodimio, disprosio e itrio, entre otros) conjuntamente con una empresa australiana.
Este no es el único intento de China de aumentar su presencia en Groenlandia. El año pasado, una oferta de una empresa estatal china para construir tres nuevosaeropuertos en la isla acabó provocando que el gobierno danés aportara la mitad de la financiación.
Según explican Andersson, Willaing y Kalvig en su artículo, esto fue ampliamente interpretado en Groenlandia y Dinamarca como un movimiento para mantener a China alejada y evitar que pudiera contar con un aeropuerto para sus aviones militares, así como de un mayor poder económico sobre el gobierno local.
«La cuestión de la minería en Groenlandia, y notablemente la inversión china en ese sector, ha provocado deliberaciones sobre qué constituye y qué no una cuestión de seguridad, así como si los intereses económicos de China en Groenlandia pueden jugar un papel en los debates existentes sobre la futura independencia de Groenlandia», explica Marc Lanteigne, profesor asociado de Ciencia Política en la Universidad de Tromsø, en la página web The Diplomat.
En un viaje a Groenlandia a finales del año pasado, el periodista de la BBC John Simpson comprobó que la opinión acerca de la influencia china en la isla tendía a dividirse según la etnia.
Los daneses estaban preocupados, mientras que los inuit -el 80% de la población- pensaban que era una buena idea.
Mientras que la propuesta de Trump tiene pocas (o ninguna) posibilidades de éxito, «podría presionar a Dinamarca para ser firme contra una mayor expansión de los intereses chinos en el territorio y dar más espacio comercial y militar a Estados Unidos», escribe Catherine Philp, corresponsal diplomática de The Times.
Pero también podría «dañar las relaciones entre dos aliados de la OTAN y alejar a Dinamarca y Groenlandia».
En todo caso, es una muestra de la creciente importancia estratégica de esta remota isla y de la región del Ártico.
Fuente: BBC Mundo