El pontificado de San Pablo VI debe entenderse como un seguimiento de las huellas de San Juan XXIII. Una continuación de la interpretación del papado cada vez más cercano a la realidad social.
Montini quiso en cada ocasión que fuese posible aproximarse al pueblo al que amaba profundamente.
No poseía el carisma de su antecesor y ni gozaba de su simpatía por parte de la masa católica.
La primera medida que tomó fue el retomar para llevar a conclusión y subsecuente aplicación del Concilio Ecuménico Vaticano II caracterizado por el problema de la reforma interna de la Iglesia, ecumenismo y el diálogo con las demás religiones y el ateísmo.
A partir de sus primeros viajes apostólicos y sus peregrinaciones fuera de Roma, la misión universal de la Iglesia y del papado tomará un nuevo sentido: a la salvación eterna de toda la humanidad se suman de forma inseparable la justicia social y la paz entre las naciones.
Su labor de Pastor Universal la condujo por la vía de la conciliación entre todos.
Especial atención reservó a la cuestión del pensamiento del hombre moderno lleno de dudas y debilidades, insatisfecho existencialmente, llamado a vivir la fraternidad con todos.
Las críticas contra este estilo y proceder del Papa pronto se levantaron. Sin embargo, esto no impidió que el mismo se convirtiese en un símbolo de la Iglesia que se plantea interrogantes y sufre por ello.
La postura del Papa de punto medio entre el conservadurismo y el progresismo, le valieron por parte de los hombres de mentalidad estrecha e inmediata la calificación de hombre dubitativo, contradictorio.
Por un lado se le llamó comunista (la prensa norteamericana), y por otro lado fue muy criticado por su postura radical en contra del divorcio, el aborto y su defensa del celibato sacerdotal.
El caso de oposición contestataria más llamativa de todas fue la revelación pública del Obispo Lefevre quien se negó a aceptar la reforma postconciliar de la Iglesia, en especial, litúrgica.
El punto de madurez del papado montiniano fue la celebración del jubileo del 1975 que coronaba la reforma de la curia romana y las modificaciones a las normativas del cónclave, de manera que fue más joven, internacional y eficiente. Ya los cardenales no serán en su mayoría italiano, precederán del tercer mundo y renunciarían a la edad de 80 años.
Las artes religiosas y modernas, las construcciones y las excavaciones arqueológicas se realizaron a la par de su preocupación por los problemas del mundo moderno.
Su tumba, ubicada en las Grutas del Vaticano, es de una simpleza considerable, enterrado en tierra.