La Iglesia, por la gracia de Dios, tiene que compartir las experiencias de María en la tierra.
Por ser Iglesia Católica, es un barco sometido a las inclemencias del tiempo, a la pericia de sus tripulantes y a los misterios insondables de los mares en que navega.
Sometida a los vientos de las tristezas, miedos y angustias, la Madre Iglesia confiesa con certeza que Cristo la llevará a puerto seguro.
María es el miembro más excelso de la Iglesia, cuya tarea primera es comunicar la presencia de Jesús Eucaristía en la Liturgia y auxiliar a los humildes y desaforecidos.
Gracias a la Virgen Madre de Dios, su primera Intercesora en favor de toda la humanidad y quien le señala el camino hacia Jesús en los Sacramentos y en los pobres y necesitados, por tal razón recemos:
¡María, Tú, la Madre de la Iglesia, que ella siempre nos lleve a Jesús y al Pobre!