El publicano y el fariseo se hacen presentes para que adoptemos la actitud de humildad y penitencia en la Casa de Dios para, de tal manera, comportarnos en todo lugar y con toda persona.
No sé absolutamente nada, especialmente de las cosas Sagradas.
Indigno siervo e inmerecidos los beneficios recibidos de la Misericordia Divina.
Títulos, reconocimientos, apellidos, influencias y posesiones obstaculizan y hasta impiden la justificación que nos han ganado el Sacrificio Pascual de Cristo de manos de la más humildes y amorosa de todas las criaturas, la Virgen María, nuestra Madre.
La Iglesia se reconoce pecadora e imperfecta en sus miembros que peregrinamos por este mundo. Agradecemos poder comulgar de las Cosas Santas.
Rogamos con obras de misericordia se nos perdonen tan graves faltas el día del juicio de final.