En la casa de María de Betania, la hermana de Marta y Lazaro, amigos de Jesús, se reúnen los judíos, no para dar gracias a Dios, sino para asediar a quien había devuelto la vida a los hermanos que le acogían y le protegían.

El Sanedrín de los sacerdotes y fariseos actualizan lo que los Salmos del sufrimiento de los pobres y perseguidos refieren.

El Hijo de Dios tendrá que sacrificarse para que el pueblo reciba el perdón de su culpa y pueda congregarse como Nación Santa. La Iglesia aspira con la Semana Santa a vivir está dádiva del Cielo.

Llegado el momento de apresar a Jesús y deshacerse de Él, nuestro deber es purificarnos para la Pascua y acercarnos a Nuestra Madre María que nos ha dado a su Hijo en la Semana Mayor que cada uno volverá a vivir, y que a la vez será la semana más importante de nuestras vidas.