Jesús, creció junto a su familia en Nazaret como el hijo del carpintero del pueblo.

Jesús, José y María eran conocidos por todos en su pequeña localidad. El hijo de Dios aprendió allí a trabajar con sus manos porque esto es parte esencial de toda dignidad humana.

La Sagrada Familia santificaba las tareas ordinarias del cada día: limpiar, ordenar, cocinar, buscar el agua y los alimentos, lavar la ropa, reparar, trabajar, compartir y tantas tareas más que convierten el ambiente familiar en un hogar cálido por la cercanía y colaboración de cada uno.

La frialdad de una casa habitada por personas unidas por el vínculo de la Sangre, pero que no hacen nada el uno por el otro y sin comunicación alguna, se transforma para el bien de todos al cultivar en ella la fe de la Iglesia, que es Madre y Familia nuestra, así como los valores y las virtudes humanas comunes a toda persona de bien.

Los matrimonios de largo tiempo se han de embarcar en la tarea de recuperar el amor que un día les unió.

El servicio mutuo es el principio y la fuente del amor en la familia para que a la hora que siempre llega de las dificultades económicas, emocionales, faltas o desacuerdos, la familia se apoye mutuamente para superar los baches y malas etapas.

Todo se puede rebasar si la familia está unida para alcanzar esta meta en el amor servicial y respeto mutuo.

Recemos por nuestras familias como nos enseñó el Papa Francisco en Amoris Laetitia 325:

Jesús, María y José, en vosotros contemplamos
el esplendor del verdadero amor, a vosotros, confiados, nos dirigimos.
Santa Familia de Nazaret,
haz también de nuestras familias lugar de comunión y cenáculo de oración, auténticas escuelas del Evangelio y pequeñas iglesias domésticas.
Santa Familia de Nazaret,
que nunca más haya en las familias episodios de violencia, de cerrazón y división; que quien haya sido herido o escandalizado sea pronto consolado y curado. Santa Familia de Nazaret, haz tomar conciencia a todos del carácter sagrado e inviolable de la familia, de su belleza en el proyecto de Dios. Jesús, María y José, escuchad, acoged nuestra súplica.
Amén