Muchas las noches oscuras completas de tanto bregar, de fatigarnos y angustiarnos…y no hemos pescado nada. Y otras tantas en que hemos participado de la pesca milagrosa. Una y otra vez escucharemos la voz de Simón Pedro, el Pescador, la voz de la Iglesia, que nos dice: ¡echa las redes!. Nos invade el miedo, nos da pavor como a Kefas, el cimiento, la roca. Y la Divina Providencia se manifestará con los esforzados que trabajan, generosos con los necesitados, y en la intimidad de rodillas sinceramente claman: ¡Señor, apártate de mí que soy un pecador!. Otra situación para afrontar será distribuir ese pecado a quienes de verdad lo necesitan, a los auténticos discípulos del Maestro, quienes, sin buscar nada a cambio, compartiran la suerte de la Eucaristía que se parte, se reparte y se multiplica.