El anciano Obispo Mártir de la Iglesia, del tiempo del Papa San Clemente Romano y San Policarpo de Esmirna, fue entregado por los demonios del circo romano como Trigo Molido de Cristo, nacido de María Virgen, para ser devorado por las fieras.
Su amor a Cristo, Dios y Hombre verdadero, a su Carne y Sangre en la Eucaristía, y a la Iglesia Católica, le valieron la corona que no se marchita.
La Comunidad Eclesial pastoreada por el Espíritu Santo e la presencia del Obispo, asistido por sus Presbíteros y servido por sus Diácono, conforman el Cuerpo de Cristo.
Se opuso San Ignacio de Antioquia al soborno cuando fue apresado y condenado por anunciar El Reino de Dios de justicia y fraternidad con todos los pobres, los hijos de Dios.
Sigamos los pasos del autor de las 7 cartas de los tiempos apostólicos del siglo I DC, que contienen la vida misma de la Iglesia.