Nos recuerda el Frailecillo, Doctor de la Iglesia, que el Adviento también es un tiempo para nosotros volver, retornar a las fuentes de la Iglesia Católica misma.
San Juan de la Cruz nunca quiso renunciar a sus orígenes de pobreza y humildad. Noche oscura de la fé, noche de los sentidos le costó.
Muchos sacrificios y atropellos por sus estudios en Salamanca, al emprender una reforma al Carmelo masculino y su consagración a la madurez católica de la oración contemplativa, oración verdadera o la Subida al Monte Carmelo.
Vuelvan a sus familias. No dejen abandonados a su cónyuge, a sus hijos, su hogar. Nada puede comprar el afecto y la compañía.
Solamente puede pleniflicar la Llama Viva de Amor que inhabita nuestra alma al comulgar del Cuerpo y Sangre de Cristo.
No escuchar más mensajes de videntes. Todo lo que el Padre ha querido decirnos, lo ha dicho para siempre a la Iglesia en Cristo Jesús.
Lo que nos corresponde ahora es dedicarnos a suplir las necesidades de los más pobres de los pobres. A esto se llama la conclusión del día cuando seremos juzgados por la caridad con ellos, los últimos.